La política y lo social, más allá de Los Pinos
Columna JFM

La política y lo social, más allá de Los Pinos

Mientras los legisladores están tratando de desentrañar el extraño galimatías que han construido para encontrar justificaciones que les permita rechazar la oferta de diálogo que les extendió el presidente Calderón a propósito del informe, y mientras los perredistas han comenzado un congreso en el que todos llevan escondido el puñal bajo la toga pero nadie quiere mostrarlo en primer lugar, en la administración Calderón deben seguir considerando el futuro después del informe, un futuro que tendría que pasar por cambios, movimientos, que fortalezcan su accionar y aprovechen la coyuntura.

Mientras los legisladores están tratando de desentrañar el extraño galimatías que han construido para encontrar justificaciones que les permita rechazar la oferta de diálogo que les extendió el presidente Calderón a propósito del informe, y mientras los perredistas han comenzado un congreso en el que todos llevan escondido el puñal bajo la toga pero nadie quiere mostrarlo en primer lugar, en la administración Calderón deben seguir considerando el futuro después del informe, un futuro que tendría que pasar por cambios, movimientos, que fortalezcan su accionar y aprovechen la coyuntura.

Uno de los peores errores de Vicente Fox fue aquella declaración, respecto a su gabinete, de que él contrataba para seis años. Nadie contrata para todo un sexenio a su equipo. En el caso de Fox los cambios fueron numerosos, pero salvo el del propio Calderón que le renunció al presidente por las críticas públicas que éste le hizo por haber comenzado a buscar su precandidatura, todos los demás funcionarios se fueron por reacomodos internos o decisiones personales. El presidente no trabajó con su gabinete y ello le generó costos muy altos, sobre todo en términos de coordinación, operación y disciplina.

Calderón ha comenzado su administración haciendo exactamente lo contrario: colocó en torno suyo al mismo equipo que lo acompañó desde la precampaña, centralizó operaciones en Los Pinos y lanzó lo que desde tiempo atrás se vislumbraba como un gabinete de transición, cuya suerte dependería, en muy buena medida, de la capacidad de fortalecimiento del propio poder presidencial. A nueve meses del inicio de la administración, el presidente Calderón está mucho más sólido en su posición de lo que quizás él mismo hubiera pensado aquel primero de diciembre. La transición del poder ha concluido y precisamente por eso, las exigencias para su equipo son mayores: ya no existe capacidad de seguir centralizando tantas cosas en Los Pinos y las carencias en el gabinete se ponen mucho más de manifiesto. En diciembre dijimos que la presidencia había regresado a Los Pinos, es hora de que el gobierno se ejerza también desde el gabinete.

Por supuesto que se deberán realizar muchos ajustes (simplemente, la decisión de que Germán Martínez o César Nava busquen la presidencia del partido determinará movimientos importantes) pero los centrales deben hacerse en el área de gobierno y en la política social. Nadie duda de que el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña es un hombre cercano y de confianza con el presidente, pero ello no alcanza cuando se ocupa la oficina de Bucareli. ¿Cuánto hace que usted no ve al secretario de Gobernación; que las principales dirigentes partidarios no van a sus oficinas; que no se informa desde esa dependencia de los avances o las decisiones del gobierno federal; que no se coordinan acciones? No vimos a la secretaría de Gobernación ni cuando se produjeron los atentados del EPR, ni en las negociaciones de las reformas ni en la operación cotidiana. No aparece el secretario ni sus subsecretarios. Los que declaran son funcionarios de segundo o tercer nivel que cometen errores garrafales. Así no pueden funcionar las cosas: el esquema de centralización en Los Pinos, sobre todo en el área política (que incluye desde la operación cotidiana hasta el trabajo con los medios) debe contar, para complementarse, con un gabinete político sólido y muy operativo, con mucha visibilidad cuando es necesario y discreción cuando ella se requiere.

Algo similar sucede con la política social. El gabinete del sector no aparece: no decimos que no esté trabajando, pero la política social se debe ver, es el rostro amable de cualquier gobierno: si hay operativos contra el narcotráfico, debe haber operativos contra la pobreza; si se busca recaudar más fiscalmente, se debe demostrar que se cumple también más con la sociedad; si se dice que existe un compromiso con los más pobres se debe convivir con ellos, trabajar con sus comunidades. Quizás todo eso se está haciendo, aunque lo dudo, pero lo cierto es que nadie lo ve: lo que sabemos de la política social se termina relacionando con el uso o no del condón o con la designación o no de delegados en los estados. No recuerdo apariciones públicas y operación manifiesta, por ejemplo, de la secretaria Beatriz Zavala. No es que se deba partidizar la política social, pero es, en cualquier lugar del mundo un pilar del gobierno y la social es, no debe olvidarse, política también. Como tal funciona, como tal debe ser interpretada, como tal debe ser ejercida. Y la gente no percibe si se avanza o no en política social a través de spots en radio o televisión.

En el libro Calderón Presidente, el mandatario me dijo, en entrevista, que el primer requisito para formar parte del gabinete sería la lealtad. Ese principio nadie puede desconocerlo: es la base sobre la que ha actuado en ese y muchos otros ámbitos Felipe Calderón, ahora y desde muchos años atrás. Pero en el caso del gabinete a la lealtad pareciera que se le debe sumar, ahora, la operación y la articulación, como una extensión de Los Pinos, de un gobierno de gabinete que potencie las posibilidades del propio gobierno. En febrero del 2006, Calderón dio un gran golpe político y de aceptación social, admitiendo que había cosas que no habían funcionado en su equipo de campaña y haciendo cambios. Hoy debería repetir el movimiento.

Un compromiso con la U de M

Hoy estaré en la mañana en Universidad de Monterrey. Es un enorme honor para quien esto escriba que hoy se inicie la cátedra laboris que lleva mi nombre. Nunca antes una universidad tan prestigiada, tan comprometida con la calidad educativa y su comunidad, había dado el nombre de un periodista a una de sus cátedras. Es un honor y al mismo tiempo un compromiso. Trataremos de honrarlo cotidianamente.

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