Informes, realidades, éxitos…y sin embargo
Columna JFM

Informes, realidades, éxitos…y sin embargo

Primero y dos de septiembre: dos momentos, dos realidades, dos apuestas y un dato: el diseño del sistema institucional de gobierno, la salud política del país han quedado tan dañados que nos conformamos con poco: con que tengamos una sesión en San Lázaro sin violencia; con una presidente de la cámara que pueda decir en televisión que el presidente es ilegitimo y que se retira para que continúe la ceremonia legítima. Que un día después, en Palacio Nacional, el presidente Calderón pueda presentar un buen informe sobre lo realizado en estos nueve meses.

Primero y dos de septiembre: dos momentos, dos realidades, dos apuestas y un dato: el diseño del sistema institucional de gobierno, la salud política del país han quedado tan dañados que nos conformamos con poco: con que tengamos una sesión en San Lázaro sin violencia; con una presidenta de la cámara que pueda decir en televisión que el presidente es ilegítimo y que se retira para que continúe la ceremonia legítima. Que un día después, en Palacio Nacional, el presidente Calderón pueda presentar un buen informe sobre lo realizado en estos nueve meses.

Se nos dirá que no seamos injustos y comparemos: hace un año, el presidente Fox no pudo llegar ni al pleno de San Lázaro y todas las ceremonias anteriores, desde el primero se septiembre de 1988, se habían convertido en un circo, a veces con mayores o menores escándalos, pero nunca sin ellos. Hace apenas nueve meses, el presidente Calderón tuvo que tomar posesión en un ambiente cargado de violencia en el Congreso y en las calles. Este fin de semana no pasó nada. Hace un año, la ingobernabilidad parecía ser la norma, hoy se podrá estar o no de acuerdo con el desempeño del presidente Calderón, pero la gobernabilidad está asegurada, mientras que ha habido importantes avances en el ámbito de la seguridad pública y el control sobre muchas de las variables más importantes del país. Hacía diez años que no se aprobaba literalmente nada en el congreso: en estos meses se aprobó la reforma del ISSSTE y apenas el viernes se dio a conocer la propuesta de la reforma electoral, mientras que la fiscal y la de PEMEX saldrán probablemente esta misma semana.

Claro que ha habido avances, sobre todo si lo comparamos con los niveles tan bajos de gobernabilidad y sustentabilidad institucional al que habíamos llegado durante el último tramo de la administración Fox. Cuando comenzó esta administración dijimos que una de las señales distintivas era que la presidencia de la república había regresado a Los Pinos y ello se volvió a poner de manifiesto este fin de semana: Calderón le ganó la jugada a sus principales oponentes. Lo hizo adelantándose a los acontecimientos y proponiendo dialogar en San Lázaro con todos los partidos y obligando a los sectores más duros a rechazar el diálogo que siempre habían exigido. La disputa política se zanjó con el retiro, una suerte de abandono de la plaza, de los diputados y senadores perredistas, luego del mensaje de Ruth Zavaleta. Calderón llegó a la presidencia del salón de sesiones, entregó el informe, volvió a llamar al diálogo y dejó todo preparado para un buen mensaje el domingo en Palacio nacional que trascendió mucho más que todo lo sucedido en San Lázaro.

Cualquiera podría decir que triunfo la democracia y que entramos en una nueva etapa. Y sin embargo…sin embargo, los vacíos son demasiado profundos. El sistema político sigue siendo más un mecanismo de chantajes que de negociaciones reales; de acuerdos puntuales que de búsqueda de soluciones; de políticos y grupos que, aunque parezca mentira están pensando ya más en el 2012 que en cómo cerrar el 2007. Es verdad: tendremos una reforma electoral que el presidente dijo que apoyará, pero en ella junto con una serie de medidas muy positivas podremos terminar con una vulneración de la autonomía del IFE que puede resultar el huevo de la serpiente de autoritarismos futuros. Tendremos una reforma fiscal que será útil pero que está lejos de establecer la normas de aportación tributaria equitativas que la sociedad exige. Tendremos seguramente, de la mano con la reforma fiscal, la del régimen fiscal de PEMEX que ayudará, sin duda a la paraestatal, pero que está muy lejos de ser una propuesta que le dé salida al constante retroceso de la industria petrolera. Ha mejorado la seguridad pública, y el Estado, como dijo el presidente Calderón, está dispuesto a dar la lucha contra el crimen organizado. Pero las propuestas de reformas legales para atender esa amenaza no han sido siquiera discutidas por los legisladores y el Estado está peleando, pero con una mano atada a la espalda.

Es verdad: la política es el arte de lo posible y muy probablemente esto es hoy y ahora lo posible: que tengamos sesiones en el Congreso que no acaben a golpes; que el presidente pueda hacer uso de sus derechos y ejercer el gobierno sin mayores sobresaltos; que se comiencen a probar leyes que, aunque insuficientes, envíen el mensaje de que sí pueden los partidos ponerse de acuerdo en algo; que se pueden controlar las peores manifestaciones de la inseguridad aún sin contar con los recursos legales necesarios; que los números de la pobreza extrema pueden disminuir aunque no se vea.

Pero para trascender la realidad hay que comenzar por transformarla. Qué bueno que el mensaje dominical del presidente haya puesto tanto énfasis en la transformación de México. Ese debe ser el objetivo. Pero sería también el momento de transformar la propia realidad, la propia gestión de gobierno para avanzar en ese objetivo. El presidente Calderón ha pasado con aprobado estos primeros nueve meses, pero como en todo periodo de gestación que sea fructífero, ha llegado la hora del nacimiento de algo nuevo. El presidente, luego de lo sucedido este fin de semana, debería saber que los límites de su administración ya no están ni en el Congreso ni en los esquizofrénicos de la supuesta ilegitimidad, sino en su propio desempeño y el de su equipo. Es posible, como dijo, transformar a México y tener un país sin pobreza, más igualitario, sin migraciones forzosas, limpio, en paz, libre y seguro. Y ojalá haya acuerdos partidarios para llegar a ello. Pero el secreto está en la política del poder: desde allí es desde donde debe comenzar el proceso. El presidente Calderón en estos nueve meses ya comprobó que puede avanzar y lo ha hecho con un gabinete que ha funcionado a medias. Es la hora de que ajuste máquinas y se lance tras sus objetivos.

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