Ahora, a controlar el partido
Columna JFM

Ahora, a controlar el partido

Uno de los muchos efectos que ha tenido el debate sostenido en torno a la reforma electoral es que se han ocultado otros temas no menos importantes, que van desde las repercusiones de la reforma fiscal hasta el de los atentados del EPR contra instalaciones de PEMEX; desde la lucha interna que se escenifica en los partidos de cara, en forma demasiado, exageradamente anticipada, del 2012, hasta la evidencia de que el equipo gubernamental deberá tener ajustes más temprano que tarde.

Uno de los muchos efectos que ha tenido el debate sostenido en torno a la reforma electoral es que ha ocultado otros temas no menos importantes, que ven desde las repercusiones de la reforma fiscal hasta el de los atentados del EPR contra instalaciones de PEMEX; desde la lucha interna que se escenifica en los partidos de cara, en forma demasiado, exageradamente anticipada, del 2012, hasta la evidencia de que el equipo gubernamental deberá tener ajustes más temprano que tarde.

Es verdad que la forma y el fondo de esta reforma electoral requería y requiere de fuertes reacciones en su contra: no sólo por el derrocamiento del IFE y las limitaciones impuestas a los medios, sino también porque se ha cancelado cualquier posibilidad de que un ciudadano pueda competir políticamente si no es como parte de las estructuras, todas ellas anquilosadas, del PRI, el PAN o el PRD. Porque no nos engañemos: los partidos más pequeños con esta legislación van a desaparecer. Tendrán que aumentar su caudal de votos, tendrán que ir solos, aunque sea con candidaturas comunes, y el esquema de apropiación de los tiempos oficiales que diseñaron los partidos será para los tres grandes: un partido como Alternativa, de los 48 minutos diarios del que dispondrán los partidos en cada emisora, si bien le va, con el esquema acordado, tendrá cerca de un minuto. Lo mismo sucederá con el dinero: el términos absolutos disminuye, pero en términos relativos crece la cantidad de recursos destinados a las campañas, con la diferencia de que, además, los tres grandes partidos se quedan con más dinero en detrimento de los pequeños (y cuando éstos desaparezcan tendrán más aún). Para cerrar el círculo, no sólo se elimina la posibilidad de las candidaturas independientes, sino que además se frena la posibilidad de la reeleción y se limitan las posibilidades de las autoridades electorales de intervenir en la vida interna de los partidos. Traducido al español: nadie será candidato si no lo aprueba la dirigencia partidaria, que tendrá, además, el control de los espacios y el dinero.

Ello hará y hace ya, mucho más dura la disputa por las dirigencia de los partidos. En el PRD toda esta historia nos ha hecho olvidar que ser aproxima la renovación del liderazgo del partido y la lucha, si ya era durísima, con las nuevas condiciones será brutal: quien no tenga espacio e influencia en la dirección del partido está condenado al ostracismo. Y ello provocará fuertes reacomodos entre las distintas corrientes y los liderazgos externos: de todo esto ya hay un damnificado y se llama Marcelo Ebrard. Sus aspiraciones presidenciales, con el nuevo esquema electoral, disminuyen geométricamente de cara al futuro. Por eso también López Obrador ha hecho un esfuerzo por reaparecer públicamente porque su suerte dependerá, cada vez más, de quienes vayan a dirigir el PRD.

En el caso del PRI la lucha entre Manlio Fabio Beltrones, impulsor de estas reformas, y el gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto, es ya, imposible de disimular. Las reformas adoptadas están destinadas, en buena medida, a fortalecer, a futuro, las estrategias y posibilidades de Beltrones, mientras que las prohibiciones, vía disposiciones constitucionales para restringir la publicidad de los estados, afectará en forma directa a Peña. Lo mismo sucede con los capítulos, tan subjetivos que resulta imposible de concebir cómo se aplicará la norma constitucional, relacionados con la publicidad negativa. Pero tampoco nos engañemos: en forma mucho más silenciosa, la que terminará fortaleciéndose probablemente más que el senador o el gobernador será la presidenta del partido, Beatriz Paredes, que ahora contará con mayores recursos materiales y de medios, y si fortalece, como lo está haciendo, su relación con las dirigencias estatales, puede convertirse, aún más, en un factor de poder con muchas posibilidades de futuro. Beatriz recibirá los beneficios de estas reformas y, por como se han dado las cosas, no pagará ninguno de sus costos.

En el PAN también se han dado cuenta de ello. Santiago Creel cree que puede tener un segundo aire y la situación, que puede devenir en un estrechamiento de espacios presidenciales, trata de ser aprovechada por el líder del senado, en este caso con el respaldo de la dirigencia partidaria. Apenas el miércoles Manuel Espino confirmaba en México Confidencial, en Cadena Tres, que si el presidente Calderón buscaba influir en la elección de la nueva dirigencia del partido, enviando a alguien de su equipo a buscar la presidencia, él buscará la reelección. No es un tema menor: recordemos que quien colocó a los dos coordinadores parlamentarios del PAN fue su actual presidente y con las nuevas atribuciones que tendrán los partidos a partir de esta ley, su poder, aunque esté distanciado en varios puntos con el presidente Calderón, crecerá. Y todos sabemos que las opciones que se manejan desde el calderonismo para dirigir el PAN son dos de sus principales hombres, el secretario de la Función Pública, Germán Martínez, y el secretario particular del mandatario, César Nava. Y si el candidato es cualquiera de ellos, Espino buscará la reelección. Insisto en el punto: se puede o no estar de acuerdo con Espino, pero sería un error subestimarlo. Espino es una suerte de peleador callejero, no rendirá la plaza, en este caso sus aspiraciones, simplemente por una orden presidencial. Menos aún cuando puede decrecer, vía las repercusiones de estas reformas, el poder presidencial y aumentar el de las dirigencias partidarias.

Estos meses, en resumen, serán muy largos en el panismo y el perredismo ante la inminente renovación de sus liderazgos, los dos, en marzo próximo. Por cierto, para esa fecha hay elecciones de medio término en el estado de México, que también definirán, en buena medida, la correlación de fuerzas internas en el priismo. Es mucho, por encima de las intenciones regresivas de esta reforma electoral, lo que está en juego.

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