Una reforma que ignora la realidad
Columna JFM

Una reforma que ignora la realidad

Menos dinero, más política, más transparencia?, dijeron los legisladores que generará la reforma que acaban de aprobar sin decir una palabra de lo que hicieron con el dinero, de porqué degradaron la política y porqué, antes y ahora, se niegan a que en sus ámbitos de decisión, llámense partidos o poder legislativo existan mayores espacios de transparencia.
No toda la reforma electoral aprobada es mala: tiene, sin duda, aspectos muy positivos, pero se contamina irremediablemente con atropellos y falacias. Dicen los especialistas que la diferencia entre los sistemas que funcionan y los que no, es que los primeros tienen leyes laxas que se aplican en forma estricta.

“Menos dinero, más política, más transparencia”, dijeron los legisladores que generará la reforma que acaban de aprobar sin decir una palabra de lo que hicieron con el dinero, de porqué degradaron la política y porqué, antes y ahora, se niegan a que en sus ámbitos de decisión, llámense partidos o poder legislativo existan mayores espacios de transparencia.

No toda la reforma electoral aprobada es mala: tiene, sin duda, aspectos muy positivos, pero se contamina irremediablemente con atropellos y falacias. Dicen los especialistas que la diferencia entre los sistemas que funcionan y los que no, es que los primeros tienen leyes laxas que se aplican en forma estricta. Los segundos suelen tener leyes estrictas que se aplican de forma laxa. Esto es lo que han hecho nuestros legisladores con la reforma electoral, subiendo a título constitucional ordenamientos estrictos que no se podrán hacer cumplir de la misma manera: al no poderse cumplir, la discrecionalidad pasa a ser decisiva: en lugar de un aplacamiento estricto de la ley, ella se acomoda a la conveniencias del momento y el actor.

La falla de origen de la reforma es la destitución de los consejeros: todos, menos aquellos que sienten que ya tienen asegurado un puesto en el futuro consejo del IFE, nos hemos preguntado qué autonomía tendrán los tres consejeros que se quedarán, luego del derrocamiento de los otros seis: ¿no estarán por lo menos bajo sospecha?¿por qué serán los premiados mientras los otros resultan castigados? Los que lleguen, ¿tendrán realmente autonomía?¿no entenderán como todo el mundo que sus antecesores fueron corridos porque a uno de los partidos no le gustó el resultado electoral, porque en otro uno de sus dirigentes está enojado con una ex dirigente y a los terceros no les importó defenderlos porque tenían objetivos mayores que atender? Estarán, además, bajo sospecha: quedan unos dos meses hasta que se produzca el reemplazo de Luis Carlos Ugalde y los dos primeros consejeros. En este periodo o después se debe sancionar a los partidos por los 280 mil spots que contrataron sin reportarlos a las autoridades, por los millones de pesos no reportados en gastos 2005 y una cantidad no cuantificada plenamente deñ 2006: ¿alguien cree que los consejeros van a actuar sin coacciones antes estas multas millonarias?

El capítulo del derrocamiento del IFE es el punto medular de toda la reforma. No se necesitaba para aplicar ninguna de las otras reformas que se aprobaron. Fue un capricho y un acto de prepotencia política. Lo mismo sucede con el tema de los medios. No es verdad que con estas reformas se pone un “alto al poder del dinero”, como han dicho los legisladores. Los empresarios que financiaron a López Obrador, Calderón o Madrazo, siguen y seguirán financiando campañas, nadie les puso un límite. Segundo, existe una reducción en los términos absolutos de los recursos partidarios pero cuando saquemos cuentas y veamos cómo y entre quiénes se distribuyen esos recursos nos vamos a dar cuenta que los tres grandes partidos terminarán teniendo hasta más dinero que antes, porque además de que concentrarán recursos a costa de los partidos pequeños, la reducción aplicada no es ni remotamente equivalente al porcentaje que se ahorrarán en gastos de radio, televisión e Internet. Dicen que no trasladan a los medios esos costos, sino a los tiempos oficiales, pero los manipulan, los amplían, los reglamentan y, además, no pagan un peso por ello. Dicen qué mejorará el nivel de las campañas. No lo creo, han sido los partidos los que degradaron el nivel de las campañas. Nadie los obligó a ello. ¿Por qué ahora será diferente?

Pero esta idea de tener leyes tan estrictas (ni un peso de publicidad en radio y televisión, nada de publicidad negativa, nada de participación de terceros en la campaña) resulta que es inviable y se confronta con la realidad. Veamos la publicidad: los legisladores y algunos analistas que los apoyan se llenan la boca hablando de los sistemas europeos, de las campañas cortas, de la ausencia de publicidad, etc. Olvidan que toda Europa, si quitamos la parte rusa, cabe en territorio mexicano y que los sistemas son diferentes, comenzando por el nivel de educación y lectura. Olvidan que se puede llegar a cualquier lugar de España, que tiene un territorio equivalente a Chihuahua, sin mayores problemas, mientras que buena parte de México está incomunicado y no hay ni un periódico nacional. Quizás lo que aprobaron puede aplicarse a una elección presidencial, pero qué pasará con los 300 distritos, con los dos mil 700 presidentes municipales, las 32 entidades federativas: ¿quién y cómo regionalizará las campañas; quién hará anuncios específicos; quién podrá, a una ciudadanía preocupada cada vez más por la personalidad del candidato y no por el partido que lo impulsa, mostrarle las diferentes opciones en el terreno local?¿cómo hará un partido nuevo o pequeño que quiere ser alternativa si tendrá menos de una décima parte de tiempo que uno de los grandes? Se nos dirá que habrá un área del IFE que hará eso: ¿cuánto costará, cuánta gente tendrá, quién los regulará?¿alguno de los legisladores tienen siquiera la somera idea de lo que están hablando en términos de programación y afectación de todo tipo de intereses? Es un desastre. No por la publicidad o las regulaciones. Sino porque, que de una u otra forma, el dinero seguirá fluyendo pero ahora en forma de publicidad indirecta. Porque no habrá capacidad de control con una ley tan estricta que se convierte en imposible de cumplir. Ninguna de las grandes democracias (grandes por tamaño, por número de habitantes, por distancias, por diferencias regionales) funciona así: ni la India, ni Brasil, ni Argentina, ni Colombia, ni Estados Unidos, ni Rusia. Qué bueno que querrámos emular a Suiza, lástima que aquí nada se parece a los cantones suizos y en dos municipio metropolitanos hay más habitantes que en toda la república helvética.

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