La ciudad del subsidio lumpen
Columna JFM

La ciudad del subsidio lumpen

Las cosas no le están funcionando al jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard. Y no le están funcionando porque a nueve meses de haber asumido el gobierno de la ciudad más grande del mundo, no tiene una personalidad propia como gobernante: sus proyectos continúan siendo una prolongación,de algunos programas exitosos de López Obrador, eficientes en términos políticos pero insostenibles en el mediano plazo en términos financieros, como los subsidios, que su antecesor comenzó con las personas mayores de 65 años y las madres solteras.

Las cosas no le están funcionando al jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard. Y no le están funcionando porque a nueve meses de haber asumido el gobierno de la ciudad más grande del mundo, no tiene una personalidad propia como gobernante: sus proyectos continúan siendo una prolongación en el tiempo de algunos programas exitosos de López Obrador, eficientes en términos políticos pero insostenibles en el mediano plazo en términos financieros, como los subsidios, que su antecesor comenzó con las personas mayores de 65 años y las madres solteras y Ebrard ha continuado ahora con todo joven que estudie secundaria y preparatoria y que quiere ampliar ahora a algo que llama un seguro de desempleo cuando en realidad, como declaró Javier Lozano (con toda razón) se trata de un simple subsidio. Mientras tanto, sus propios programas languidecen por falta de una implementación estratégica o son reventados por el propio gobierno capitalino urgido de notas de primera plana.

Un subsidio sin lógica el de desempleo, primero porque ese apoyo que plantea Ebrard ya se está aplicando en el ámbito federal, con la diferencia de que para recibirlo se requiere que la persona afectada por la falta de empleo acepte tomar un curso de ampliación de sus capacidades laborales y certifique que efectivamente ha buscado trabajo. Es más, el 10 por ciento de todos los recursos federales destinados a ese fin se entregan en el DF porque tiene la tasa de desempleo más alta del país. Lo que se está planteando, como con las pensiones a los mayores de 65 años, es un subsidio generalizado, que podrá cobrar cualquier, sin condiciones y que, como ocurre con los ancianos, las madres solteras y los estudiantes, no puede confrontarse, siquiera, con un padrón de beneficiarios porque éstos son secretos. Es dinero que se regala sin saber cómo y a quién.

Y esto se relaciona con otro tema: las finanzas del DF, precisamente por el despilfarro realizado y la pésima administración de la gestión anterior, son un desastre. El GDF, eso ya lo analizaremos con detalle en los próximos días, ha renegociado una deuda multimillonaria que en la campaña López Obrador decía que no existía y simplemente ha dejado para sus sucesores la tarea de pagarla. Pero como no alcanza, continúa endeudando la ciudad, dependiendo de los recursos federales y se queja de que le recortaron tres mil millones de pesos del presupuesto basado en un dato falso: no se la han recortado recursos al DF y, por el contrario recibirá recursos extras porque con la reforma fiscal, un 30 por ciento de la recaudación adicional irá a estados y municipios, incluyendo el DF. Es más, con el impuesto a la gasolina, que Ebrard rechaza públicamente, se convertirá, simplemente por el volumen de consumo en la capital, en la entidad más beneficiada. Que sepamos, no ha hecho nada Ebrard para rechazar esos recursos que cobrará directamente su administración, sin pasar siquiera por la SHCP.

El problema es otro: por el descuido acumulado en el ámbito de la seguridad; por la falta de control de marchas y plantones; por la ineficiencia burocrática; por la insuficiencia creciente en infraestructura; por la baja calidad de la educación, la capital está decreciendo tanto en términos demográficos como económicos. Los inversionistas, que han colocado en el país 13 mil millones de dólares sólo en el primer semestre, prefieren invertir su dinero en otras zonas, mejor gobernadas y administradas, con mejores condiciones para la inversión. El DF tiene menos habitantes porque se ha incrementado la pobreza y el desempleo (es el doble que el promedio del país), y decrece la oferta de trabajo porque las condiciones para la inversión no son las idóneas. Y la inversión es la única que genera empleos. La estrategia que tendría que implementarse, y Ebrard lo sabe porque era la idea que tenían él y Manuel Camacho en los años 80, es convertir la ciudad de México en una ciudad de servicios, en el más amplio sentido de la palabra. Pero en los hechos se está convirtiendo en una ciudad de subsidios: en ningún lugar del país existen tantos subsidios (disfrazados de apoyos, seguros o como se les quiera llamar) como en el DF; en ningún lugar son tan indiscriminados, confundiéndolos con universales; en casi ningún lugar hay tanta opacidad en su utilización. En ningún lugar del país se permiten tantos plantones, marchas, bloqueos sin justificación política o social alguna. En ningún lugar hay tantos secuestros ni robo de automóviles o de casa habitación. Y no es por falta de recursos: ningún cuerpo policial, incluyendo los federales, tiene tantos efectivos como las policías capitalinas. En ningún lugar del país hay un subsidios a todos los estudiantes de secundaria y preparatoria con tal que vayan a la escuela, sin importar los resultados. En ninguna ciudad del país hay tal porcentaje de comercio ambulante e informal dirigido por líderes que responden, paradójicamente, al propio gobierno local. Así no se puede construir una gran ciudad de servicios. Tampoco se construye una “ciudad verde” simplemente porque una vez al mes el jefe de gobierno vaya a su oficina en bicicleta, rodeado de guaruras.

Es un panorama terriblemente desalentador, porque Ebrard tiene todo, comenzando por el talento y el conocimiento de la ciudad, para ser uno de los mejores gobernantes que ha tenido el DF en décadas. Pero no puede gobernar pensando en la candidatura del 2012, cada día más lejana, y tampoco puede siquiera acercarse al objetivo de un buen gobierno ciudadano, mientras siga una camino de feroz populismo que lleva a convertir a la capital del país, siguiendo el modelo López Obrador, en la ciudad del subsidio lumpen.

La capital se está deteriorando, lo mismo que el capital político de Ebrard (como lo muestran todas las últimas encuestas). Todavía podría dar un golpe de timón y convertir al DF en una ciudad competitiva y segura. No lo está haciendo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil