Política y medios: “hemos visto al enemigo…”
Columna JFM

Política y medios: “hemos visto al enemigo…”

Dos ámbitos, los políticos y los medios, “que tienen más en común de lo que se imaginan…tienen amigos en común, ambiciones similares, una estructura mental parecida y los une el deseo de que no los saquen del aire enrarecido de donde vinieron”.
No es un diagnóstico agradable pero está basado en la realidad. Tener libertad para generar cosas. La libertad significa que si algún locutor de radio desea llegar a la cumbre provocando escándalos políticos con opiniones absurdas tiene derecho.

George Saunders es un escritor un poco extraño, que, como él mismo ha dicho alguna vez, ha terminado escribiendo ensayos, relatos, novelas, sobre los americanos pobres “que si no están torturando gente en Irak están trabajando pacíficamente en el Mc Donald más cercano a su pueblo”. Acaba de publicarse un adelanto del próximo libro de Saunders, titulado The Braindead Megaphone, en la revista GQ, y el texto es una demoledora crítica sobre el papel de los políticos y los medios, con el trasfondo de la guerra de Irak pero con una suerte de aplicación universal. Dos ámbitos, los políticos y los medios, “que tienen más en común de lo que se imaginan…tienen amigos en común, ambiciones similares, una estructura mental parecida y los une el deseo de que no los saquen del aire enrarecido de donde vinieron”.

No es un diagnóstico agradable pero está basado en la realidad. No generaliza, por supuesto, pero marca las tendencias, por encima de los escenarios liberales y conservadores sobre los que gira, incluso más allá de izquierdas y derechas, el mundo de hoy. Se pregunta Saunders al final de uno de sus ensayos si “¿se puede legislar contra la estupidez?” y concluye en que no deberíamos hacerlo. “La libertad, dice, significa que seamos libres para ser estúpidos, banales y perversos. Tener libertad para generar cosas. La libertad significa que si algún locutor de radio desea llegar a la cumbre provocando escándalos políticos con opiniones absurdas tiene derecho. La creatividad siempre se ha tambaleado al borde de la locura”. Pero propone un antídoto para los medios y los políticos: “decir no a las discusiones repetitivas, refutar los dogmas, buscar la lógica de la inteligencia, no aceptar la reducción absurda…pedir que se aclare lo vago, intentar cuestionar lo banal, tener una pluma que revise los documentos, ése es el antídoto”.

Y es verdad. En el debate que aún se escenifica en torno a la reforma electoral nos hemos encontrado con la misma pregunta “¿es posible legislar contra la estupidez?”, han dicho los diputados y senadores en referencia a los medios, se lo hemos preguntado desde los medios a los políticos. La reforma tiene aspectos, sin duda, positivos, pero está permeada de pequeñas o grandes venganzas que le hacen perder el sentido. Desde los partidos se ha querido ajustar cuentas con los medios y con el IFE, como si allí estuviera la responsabilidad de que, simplemente, se engarzaran en una lucha partidaria en la que no han estado ausentes desde las conspiraciones hasta el asesinato político, desde la utilización a manos llenas del dinero negro hasta las presiones políticas más descaradas. Nadie los obligó a ello: fueron gustosos y encabezados, en la mayoría de los casos, por sus peores representantes ¿o acaso Roberto Madrazo es el mejor exponente del priismo, López Obrador de la izquierda o Vicente Fox el presidente que soñó Gómez Morín para su partido? Los medios estuvimos a tono con esa “creatividad que se tambalea al borde de la locura”, diría Saunders: lo vago, lo banal, lo repetitivo, lo ausencia de lógica, las opiniones absurdas, sirvieron para alimentar lo peor de los medios y mantenernos todos en ese ambiente enrarecido en el que pensábamos que nos beneficiábamos.

La reforma, por eso, será, pese a su carácter constitucional, de corto plazo: difícilmente superará la prueba del 2009. Aunque el proceso de selección de nuevos consejeros estará marcado por la duda que resurgirá cada vez que ellos (o peor aún, los que se quedan) tengan que asumir alguna decisión controvertida, ése no será el mayor de los problemas (aunque no deja de asombrarme que personajes como José Woldenberg, puedan darle la bienvenida a la reforma electoral obviando por completo el dato duro del derrocamiento, en ese contexto, del IFE). El hecho es que no habrá una vida política sin medios, ni, en ese terreno habrá medios que puedan ignorar la política.

Los legisladores, para acabar, dicen, con la banalidad, la estupidez, la perversidad y las campañas negras que ellos mismos impulsaron y propiciaron, y a las cuales los medios, por la misma estupidez, banalidad o perversión, les dimos voz y espacio, decidieron tomar venganza y prohibir toda publicidad en medios electrónicos: la publicidad se hará, sólo, a través de tiempos oficiales. Nada más y nada menos que 48 minutos por día en cada medio tendrán los partidos para repetir unas campañas que nada indica que no terminarán siendo tan banales, estúpidas y perversas como las pasadas, la diferencia es que no pagarán por ello. Olvidan, además, otros problemas: por ejemplo, ¿cómo distribuirán esos tiempos? Existe un acuerdo básico sobre porcentajes por partido, pero olvidan que en el país, en el 2009, habrá 300 distritos electorales en disputa, con cinco, seis, ocho candidatos en cada uno de ellos. ¿Quién decidirá qué spots se transmitirán en cada espacio, en cada lugar, en cada momento?¿cómo hará un aspirante para promocionar su candidatura en Tapachula o Piedras Negras sin recurrir a anuncios específicos dirigidos a su propio electorado?¿a poco todo ello se organizará desde una oficina en el IFE, en la ciudad de México?¿no terminará favoreciendo eso la publicidad oculta?¿cómo sobrevivirán las emisoras pequeñas, locales, sin publicidad política?¿no terminarán en manos de los que pueden tener economías en escala y proyectos que trasciendan, económicamente, a los partidos y las elecciones?¿cómo se favorecerá el verdadero análisis e investigación periodística sin más norma que la distribución de tiempos oficiales? Las incongruencias de la nueva reforma, pese a sus capítulos positivos son muchas, porque se peca por el exceso.

En 2010 habrá que volver a pensar en la reforma, en la voluntad política y la visión de país, de los partidos y de los medios, porque, como dice en su ensayo Saunders, “hemos visto el enemigo, y somos nosotros mismos…”.

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