Una reina que no es tal
Columna JFM

Una reina que no es tal

A veces en los medios (y en algunas autoridades) existe una suerte de morbosa fascinación por algunos criminales. Eso ha ocurrido con la detención de Sandra Avila, apodada años atrás como la Reina del Pacífico, en una reacción mediática al libro La reina del sur, de Arturo Pérez Reverte. En realidad Sandra Avila no fue ni remotamente la musa de la exitosa (y muy fantasiosa, por lo menos en relación con la realidad del narcotráfico) novela de Pérez Reverte. El seudónimo le llegó después vía un medio que quiso destacar la presencia de algunas mujeres relacionadas con el narcotráfico, en su caso utilizando una foto de 1993 en la que se la ve junto a Ismael El Mayo Zambada. Sandra Avila es una mujer que viene de tres generaciones de familias ligadas al narcotráfico: está emparentada con Rafael Caro Quintero, con Ernesto Don Neto Fonseca, , con Miguel Angel Félix Gallardo (que algunos, erróneamente consideran un familiar cercano de los hermanos Arellano Félix, una relación que no es tal), de Quintero Payán. Proviene, en otras palabras, de las principales familias sinaloenses que dieron origen y sustento al narcotráfico en el país durante muchos años.

Para Valeria, de un padre orgulloso

A veces en los medios (y en algunas autoridades) existe una suerte de morbosa fascinación por algunos criminales. Eso ha ocurrido con la detención de Sandra Avila, apodada años atrás como la Reina del Pacífico, en una reacción mediática al libro La reina del sur, de Arturo Pérez Reverte. En realidad Sandra Avila no fue ni remotamente la musa de la exitosa (y muy fantasiosa, por lo menos en relación con la realidad del narcotráfico) novela de Pérez Reverte. El seudónimo le llegó después vía un medio que quiso destacar la presencia de algunas mujeres relacionadas con el narcotráfico, en su caso utilizando una foto de 1993 en la que se la ve junto a Ismael El Mayo Zambada. Sandra Avila es una mujer que viene de tres generaciones de familias ligadas al narcotráfico: está emparentada con Rafael Caro Quintero, con Ernesto Don Neto Fonseca, , con Miguel Angel Félix Gallardo (que algunos, erróneamente consideran un familiar cercano de los hermanos Arellano Félix, una relación que no es tal), de Quintero Payán. Proviene, en otras palabras, de las principales familias sinaloenses que dieron origen y sustento al narcotráfico en el país durante muchos años.

Pero Sandra no es la gran operadora del narcotráfico que se ha querido inventar. Es una mujer que ha participado activamente en el negocio, que se ha encargado durante muchos años de labores claves como el lavado de dinero, las inversiones y las relaciones públicas de ese sector del cártel sinaloense, y que vivía con, él sí, uno de los principales operadores del cártel del Valle del Norte, la principal organización colombiana dedicada al narcotráfico, Juan Diego Espinoza Ramírez, apodado El Tigre, un hombre que era buscado por las autoridades mexicanas desde el 2002, cuando se descubrió un cargamento de nueve toneladas de cocaína y se supo que Espinoza Ramírez era el operador para el envío y recepción de esa droga en nuestro país.

No se trata, las detenciones de Sandra Avila y Espinoza Ramírez, de hechos menores, pero tampoco de ninguna historia fantástica, literaria. Más importante que los nombres de los detenidos es el hecho de que ambos son parte fundamental de una de las redes más activas del narcotráfico en el mundo. Y eso sí no es una exageración: la detención de estos dos personajes tiene relación con otros hechos que se vinculan con la detención en Colombia del jefe del cártel del Valle del Norte, Diego Montoya, del cual Espinoza era un muy cercano operador. Montoya organizaba el envío de droga hacia México, con destino en los Estados Unidos, vía el Caribe, con el apoyo de Espinoza. La droga que iba a Europa se enviaba vía Brasil, con escala en Africa, sobre todo en Costa de Marfil, y con entrada por España. En unas pocas semanas se logró la detención de Montoya, de Espinoza (y Sandra Avila) pero también de los operadores en Brasil. Ello ha provocado detenciones en Brasil, Colombia, Centroamérica y México. Se ha detenido narcotraficantes, lo que en sí es importante pero mucho menos que el haber golpeado a una red operativa trasnacional. Ese es el gran mérito de estos operativos que demuestran un eficiente trabajo de inteligencia de parte del Estado mexicano y buena coordinación con otras instancias internacionales.

Pero, precisamente por el tipo de red que se golpeó en México y la tarea que desarrollaban Sandra Avila y Espinosa Ramírez, quedan ahora innumerables hilos por jalar y ver hasta donde llegan. Para el narcotráfico, los operadores y sicarios no son importantes. Desgraciadamente, siempre, por unos pesos, se puede conseguir un joven que arriesgue su vida o le quite la vida a otros, que cargue drogas: la fuente es inagotable. Pero lo importante son las conexiones, las relaciones, los contactos, concientes o no, voluntarios o no, que se establecen con diversos círculos económicos, políticos, sociales. Y de eso se encargaban muchos de los involucrados en esta organización golpeada, que no desmantelada, en México, Colombia y Brasil.
Un solo dato sirve para comprender la importancia de esta operación: sólo a nombre de Sandra Avila, en el registro público de la propiedad se han encontrado, hasta ahora, 228 propiedades inmobiliarias concentradas en cinco estados de la república, incluyendo el DF. Sólo ese dato, puede ser una fuente incomparable de información sobre las relaciones que logró montar esa pareja en representación del cártel de Sinaloa (una organización, hay que decirlo, más inteligente y estructurada que la de los Zetas, más violenta pero también más impulsiva en sus reacciones). Esos son los golpes que le duelen al narcotráfico. Los operadores y sicarios se reemplazan: los contactos económicos, sociales y financieros no.

Esta información se ha relacionado con otra que tampoco es nueva: la colaboración entre las FARC y los grupos del narcotráfico en México, particularmente con los Arellano Félix. La historia es antigua y ya la hemos contado con todo detalle en este espacio y sobre todo en el libro El otro poder (Aguilar y Punto de Lectura, 2001). Hay datos duros, documentales de esa relación desde el año 2000, que se basó, originalmente en el intercambio de drogas por armas, sobre todo entre los Arellano, entonces todavía comandados por los hermanos Ramón y Benjamín, y uno de los principales frentes de las FARC encabezado por un siniestro personaje apodado El Mono Jojoy. La presencia del vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, en nuestro país y sus declaraciones al respecto permitieron que se volviera a abordar un tema que, por alguna razón, en nuestra agenda política, preferimos ignorar: el hecho de que muchos de los grupos armados, de México y de otros países, en forma destacada en Colombia y Perú, han degenerado con el paso de los años, de formaciones político-armadas, a verdaderos cárteles del narcotráfico que se cobijan tras banderas ideológicas. Es triste, pero es así.

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