Una reforma con el sindicato, no para el sindicato
Columna JFM

Una reforma con el sindicato, no para el sindicato

En la plática que mantuvimos el martes pasado con el presidente Felipe Calderón, casi al mismo tiempo en que se estaban dando a conocer los previsibles pero no menos desalentadores resultados de las pruebas PISA que confirman que no sólo somos el país de la OCDE con peor nivel educativo sino que estamos por ahí de la posición 50 en el mundo, con un enorme rezago respecto a nuestro real o potencial desarrollo económico, el presidente Calderón me decía que asumía los costos políticos que tenía la difusión de estos estudios precisamente porque la reforma de la educación era, es, una prioridad y sin evaluación no hay posibilidad de transformación.

En la plática que mantuvimos el martes pasado con el presidente Felipe Calderón, casi al mismo tiempo en que se estaban dando a conocer los previsibles pero no menos desalentadores resultados de las pruebas PISA que confirman que no sólo somos el país de la OCDE con peor nivel educativo sino que estamos por ahí de la posición 50 en el mundo, con un enorme rezago respecto a nuestro real o potencial desarrollo económico, el presidente Calderón me decía que asumía los costos políticos que tenía la difusión de estos estudios precisamente porque la reforma de la educación era, es, una prioridad y sin evaluación no hay posibilidad de transformación.

En esa plática, como en otras anteriores, me quedó absolutamente claro que Felipe Calderón no desea ni cree viable una reforma educativa sin el sindicato de maestros, pero que tampoco concibe una reforma a modo para el propio sindicato. Lo dijo el martes: “le he planteado a su líder (a Elba Esther Gordillo) que tenemos que ir juntos y que estoy dispuesto a atender los requerimientos de los maestros, siempre y cuando los maestros se comprometan también a atender este requerimiento inaplazable de México, que es el compromiso de la calidad educativa”. La verdad es que no puede ser más transparente la posición del ejecutivo. No queda claro si el SNTE coincide con esa posición.

En los discursos Elba Esther Gordillo ha dicho que apoyará una propuesta de este tipo. Soy de los que creen que la reforma educativa deberá hacerse con el sindicato, porque simplemente, por encima de valoraciones personales sobre sus dirigentes, no hay forma de realizarla sin ellos y tampoco hay quien puede presentarse con credenciales idóneas como para simplemente proceder a un reemplazo de liderazgos que, como vimos en el pasado en el sindicato petrolero, por ejemplo, pudo haber servido para determinadas estrategias políticas pero no para mejorar la situación de Pemex. Pero el SNTE debe asumir esa responsabilidad en forma pública y abierta y colaborar con las autoridades para impulsar una reforma de ese tipo.

¿Qué se requeriría para avanzar en ello, por lo menos en el corto plazo? Algunas medidas muy puntuales como generalizar la evaluación de los maestros; avanzar en la generalización de los concursos que permitan que se acceda a los principales puestos en el área educativa a través de méritos y no de antigüedad o relaciones políticas; revisar cuidadosamente la plantilla docente para conocer no sólo su actual nivel de aptitudes sino también su distribución (cada vez necesitamos menos maestros en el nivel básico y más en el nivel medio y no puede realizarse plenamente ese cambio porque los docentes en muchas ocasiones no están capacitados para ello), incluyendo la cantidad, a todas luces demasiado alta, de maestros que están comisionados para tareas sindicales. Se requiere mayor transparencia en el manejo de los recursos federales y estatales que se entregan al sindicato y sus secciones. Y creo que un punto clave es la descentralización del mismo en 32 sindicatos estatales, más que secciones, que tuvieran un alto grado de autonomía, aunque dependieran o mantuvieran un grado incluso alto de coordinación, con una dirigencia nacional.

Hoy vivimos en ese aspecto en el peor de los mundos posibles: cuando se llevó a cabo la descentralización de la educación, durante las administraciones de Salinas y Zedillo, se enviaron los problemas a los estados pero se mantuvieron niveles de control de contenidos, recursos y paradigmas centralizados, y al mismo tiempo se decidió que cada estado negociara con su respectiva sección del SNTE con el pequeño problema de que la negociación salarial básica se realizaría entre el gobierno federal y la dirigencia nacional del sindicato. Las consecuencias han sido muy malas en el terreno sindical e incluso político, como lo pudimos comprobar meses atrás en Oaxaca.

Los mecanismos de descentralización deberían completarse: los estados deberían tener la responsabilidad de la educación en sus entidades y cada sindicato estatal establecer sus convenios y criterios, basados, como debe ser, en una suerte de rectoría federal. Pero eso permitiría desburocratizar el sistema, hacerlo más competitivo y se podría establecer una relación más real entre los sindicatos y los gobiernos locales, acabando de paso con ese perverso diseño donde los estados deben invertir en el sistema educativo pero no tienen potestad sobre las negociaciones globales o incluso con casos incomprensibles como que el DF sea la única entidad que no tiene que invertir un solo peso en educación porque todos provienen de recursos federales.

No estoy pensando en la desaparición del SNTE ni nada parecido, creo que es necesaria y deseable una coordinación nacional del mismo, fuerte y operativa, pero lo mismo pienso de las responsabilidades del ámbito federal: se debe tener la rectoría no el control directo, cotidiano, centralizado. Esa fórmula sería un avance importante para poder avanzar reformando y no rompiendo, transformando sin caer en un conflicto que no tendrá ganadores. El gobierno federal creo que ya ha hecho gestos importantes respecto al SNTE y a su decisión de tratar de recorrer con él un camino de reformas. Le toca al sindicato responder a los mismos y buscar juntos una ruta que les permita a ambos cumplir con sus objetivos básicos.

De una cosa no cabe duda: si se siguen todas las evaluaciones internacionales en la materia se comprobará sin demasiado esfuerzo que los especialistas coinciden en un punto (que explica entre otras cosas los enormes éxitos de países como Finlandia o Nueva Zelanda): el secreto no está necesariamente en la infraestructura o los recursos, está en la capacitación y el nivel del magisterio como parte de un proyecto educativo con objetivos de superación muy definidos y al cual se subordinan todos los actores políticos y sociales. No sería, si hay voluntad, tan difícil de lograr.

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