¿Usted le cree al PRD? Yo tampoco
Columna JFM

¿Usted le cree al PRD? Yo tampoco

Tengo muchos y buenos amigos perredistas. Considero, además, a la gran mayoría de sus militantes como hombres y mujeres comprometidos con la democracia y la política nacional. Pero el perredismo, hoy, es un cuerpo contaminado, cuyos anticuerpos no llegan a poder defenderse eficientemente de los virus autoritarios e intolerantes que le ha inoculado el lopezobradorismo. Por eso, como todo enfermo en esas condiciones, en momentos parece mejorar, tener avances, hasta que sobreviene la recaída que suele dejarlo más maltrecho que antes.

Tengo muchos y buenos amigos perredistas. Considero, además, a la gran mayoría de sus militantes como hombres y mujeres comprometidos con la democracia y la política nacional. Pero el perredismo, hoy, es un cuerpo contaminado, cuyos anticuerpos no llegan a poder defenderse eficientemente de los virus autoritarios e intolerantes que le ha inoculado el lopezobradorismo. Por eso, como todo enfermo en esas condiciones, en momentos parece mejorar, tener avances, hasta que sobreviene la recaída que suele dejarlo más maltrecho que antes.

Eso le sucede al PRD: sus dirigentes viven en la permanente esquizofrenia de actuar de una manera y declarar de otra, de detestar en privado a un líder que es todo lo contrario de lo que han pregonado a lo largo de sus vidas como militantes y aceptar acríticamente en público sus regaños, malhumores y mentiras. De financiar un movimiento destinado a liquidarlos. De mantener una ilusión que día con día les cuesta más políticamente.

La carta de López Obrador a los coordinadores parlamentarios es lastimosa en todos los sentidos. El PRD ha impulsado una reforma electoral que, en la mayor parte de sus insuficiencias y defectos, lleva la firma de ese partido, empeñado en modificar aspectos de la legislación electoral que han terminado haciendo ésta, en muchos sentidos, regresiva. El PRI y el PAN terminaron aceptando esos capítulos, pagando incluso, sobre todo el segundo, un costo político alto, para que el perredismo participara en el proceso. Incluso en el proceso de, primero, derrocamiento y luego reemplazo de los consejeros del IFE se le terminó dando el gusto a las posiciones duras del perredismo. Apenas el fin de semana, fue descartado para presidir el IFE Jorge Alcocer por presiones del PRD y por una deslealtad de Héctor Larios al propio presidente Calderón que le deberá costar muy cara.

Cuando se abordó el tema de las coaliciones, una serie de acuerdos preelectorales que les salieron carísimos tanto al PRD como al PRI, y los aliados de Convergencia y el PT protestaron porque verán disminuidas sus hoy infladas prerrogativas. Y ahí apareció López Obrador con una carta agresiva, insultante, como todo su forma de hacer política, hacia los coordinadores de los diputados y senadores, Javier González Garza y Carlos Navarrete. Ya antes, en privado López Obrador había insultado, utilizando los peores términos, a la presidenta de la mesa directiva de la cámara de diputados, Ruth Zavaleta y se negó a recibirla cuando fue acompañada por Leonel Cota Montaño a buscar una cita con quien todavía se cree “presidente legítimo” del país. Si cualquier otro político, de dentro o fuera del PRD se hubiera referido así a sus coordinadores parlamentarios o a la presidente de la cámara de diputados, los perredistas se le hubieran ido al cuello. Pero en el caso de López Obrador convocaron de urgencia una reunión del CEN donde estuvieron durante horas discutiendo si aceptaban la reforma que ellos mismos habían impulsado y al otro día, Carlos Navarrete tuvo que tratar de explicar que luchaban “codo con codo” con López Obrador y que éste era un hombre “que sabía tolerar y aceptar las diferencias”, algo cómico porque López Obrador pelea a codazos y jamás ha sabido aceptar diferencias y divergencias: quien no actúa como él ordena es simplemente un traidor. Cualquiera que haya estado en sus equipos lo sabe y lo sufre.

El hecho es que el perredismo no puede o no quiere curarse de su enfermedad. Algunos dirán que habrá que esperar hasta marzo, cuando se dé el cambio en la dirigencia del partido; otros que hasta el 2009; algunos que es mejor concederle todos los deseos a López Obrador hasta que él mismo se relegue de la competencia (como hace Marcelo Ebrard pensando ilusamente que algún día López le dejará su lugar); otros piensan que es mejor rebelarse pero de a poquito porque ese afán no les dura ni 24 horas. Entonces el PRD negocia acuerdos pero al mismo tiempo los denuncia, acepta políticas y recursos pero al mismo tiempo no los reconoce, quiere ser tomado en cuenta pero no asumir ninguno de los costos de participar en los procesos. Puede ser torpeza y esquizofrenia o puede ser, simplemente, una estratagema para ver, en el futuro, cuál de los caminos prefiere tomar y poder argumentar entonces que, en realidad, no estaba comprometido con ninguno de los compromisos que en el pasado adoptó.

Es un juego peligroso que los terminará llevando al abismo electoral, como ya sucede. El PRD está en una situación muy delicada y difícilmente podrá salir de ella con este discurso contradictorio. Necesita tomar definiciones y asumir políticas como propias: ¿qué apoya hoy el PRD?¿la reforma fiscal?: pues la aprobó en lo general pero no en lo particular y se enredaron en un discurso indescifrable al respecto. Eso sí, sus gobernadores, incluyendo Ebrard, han aceptado gustosos los miles de millones de pesos adicionales que les proporcionará. ¿La reforma electoral? Sí, la votaron, aunque al mismo tiempo establecieron la vergonzosa cláusula de “la vida eterna” para tratar de echarle una mano a sus aliados. Quedaron mal con todos. Pero lo más importante, mientras la mayoría de los legisladores votaron a favor de la ley, su supuesto líder, López Obrador, la denunció y ellos no lo desmintieron ni criticaron ni se deslindaron de esa posición. Vendrá ahora la reforma en justicia y seguridad, y seguramente veremos la misma historia. Y no hablemos cuando el año próximo se presente la reforma energética.

Soy de los que cree (por convicción y formación) en la necesidad de una fuerza de centroizquierda poderosa. Pero no es ésta que estamos observando, mojigata, con dudas existenciales, con contradicciones, sin convicciones, con su dependencia a un líder que a su vez los desprecia. Hasta que me demuestren otra cosa no se les puede creer a los reformadores del PRD.

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