La identidad perdida del PAN
Columna JFM

La identidad perdida del PAN

Para el 2008, el presidente Calderón deberá enfrentar varios y graves problemas internos. Uno de ellos, sin duda, será la situación en Estados Unidos, que tendrá repercusiones en nuestro país. En el ámbito de la seguridad, siguen encendidos dos focos rojos: por una parte Michoacán, que con el cambio de autoridades probablemente tendrá un nuevo pico de violencia, y Tamaulipas, desde tiempo atrás, quizás el territorio donde más claro es el enfrentamiento (y los espacios de poder que con ello se disputan) con el narcotráfico.

Para el 2008, el presidente Calderón deberá enfrentar varios y graves problemas internos. Uno de ellos, sin duda, será la situación en Estados Unidos, que tendrá repercusiones en nuestro país. También la certidumbre de que pasado el primer periodo ordinario de sesiones, que comienza en febrero y termina en abril, la agenda de reformas legislativas muy probablemente concluirá. En el ámbito de la seguridad, siguen encendidos dos focos rojos: por una parte Michoacán, que con el cambio de autoridades probablemente tendrá un nuevo pico de violencia, y Tamaulipas, desde tiempo atrás, quizás el territorio donde más claro es el enfrentamiento (y los espacios de poder que con ello se disputan) con el narcotráfico. Si a eso sumamos un enero, como siempre ocurre pero en esta ocasión condimentado con los incrementos de precios postergados en el último trimestre del año, cuya cuesta será difícil, queda claro que se deberá contar con una agenda política que logre, por una parte, conservar la misma en manos del Ejecutivo y, al mismo tiempo, abrir espacios para seguir avanzando, ahora por caminos quizás diferentes a los planteados en el primer año de su administración.

Los cambios en la administración parecen inevitables en este sentido. Hay áreas en el gabinete, se debe insistir en ello, que no están trabajando adecuadamente, que están generando conflictos con interlocutores importantes del propio gobierno federal y que se han acomodado a una labor en la cual el bajo perfil es la coartada para trabajar a media marcha, no aparecer y dejar al propio presidente Calderón sin fusibles en su actividad cotidiana. El cambio en la dirigencia del PAN tendría que ser el primer movimiento de otros que tendría que plantearse el calderonismo. Con la llegada de Germán Martínez a la dirección del partido en el poder, Calderón podrá contar, por primera vez desde que inició el sexenio (en realidad desde la campaña electoral) con un partido que lo respalde y en el cual apoyarse. Martínez será, además, un operador confiable para un presidente que está escaso de ellos.

Algunos se espantaron porque en su discurso de toma de posesión Martínez criticó al PRI y al PRD, argumentando que con ello se podrían afectar futuras o actuales alianzas legislativas. Es una tontería, primero porque habría que preguntarse ¿qué esperaban?¿acaso las oposiciones no son críticas con el gobierno y con su partido? Segundo, porque marcar las diferencias entre los partidos no es lo que impide o beneficia una alianza legislativa: son los intereses que puedan tener, desde esas diferencias, distintas fuerzas para llegar a un objetivo común. Por supuesto que en ese camino se pueden matizar o no ciertos aspectos del discurso, pero eso en todo caso es más una tarea del ejecutivo que del partido. Alguien dirá, porqué se criticaba entonces a Manuel Espino, por sus declaraciones: por una sencilla razón, porque la mayoría de las declaraciones más polémicas de Espino no se dieron en torno a temas de la agenda nacional sino en contra del propio gobierno, del presidente Calderón y del calderonismo. Espino no actuaba como un aliado con márgenes de autonomía, sino como un adversario y de los más radicales. ¿Cuándo se vio a Espino interviniendo en alguna negociación con otros partidos respecto a las reformas legislativas?¿dónde estaba el dirigente nacional del PAN en los más importantes procesos electorales del año pasado?: normalmente en Europa o América latina, pero casi nunca haciendo campaña.

Eso es lo que deberá erradicar Germán y para eso requiere, entre otras cosas, recuperar la identidad de su partido. Hoy el panismo no sabe ni siquiera cuál es su línea, qué busca, cuáles son sus objetivos. No es responsabilidad única de Espino, es una desconstrucción que comenzó con la campaña de Fox y continuó hasta el sábado pasado. No será ni remotamente una tarea sencilla: el PAN, lo ha demostrado este año en los diferentes procesos electorales, vive una situación crítica. Sólo un dato: en un año electoral, con 11 procesos y tres de ellos para gobernador, el panismo estuvo casi todo el año sin un responsable de asuntos electorales y con su presidente nacional más ocupado en acompañar a Vicente Fox en sus nuevas aventuras (no es nuevo ¿dónde estaba Espino en el momento más álgido del 2006?: en España, recorriendo el llamado camino de Santiago). Tampoco alguno de los integrantes del CEN tuvo una participación destacada en todo el año, quizás podría rescatarse a José Espina, que hizo lo que pudo y a Carlos Abascal, limitado por problemas de salud y su distancia con el presidente Calderón, pero por lo menos lo intentó.

Si vamos a los estados la situación no es mejor. Espino durante tres años como presidente del partido (y antes dos como secretario general) fue configurando un partido en los estados que se acomodaba a su forma de hacer y entender la política. Los resultados fueron calamitosos. Hoy esa estructura está debilitada, enferma, no cuenta el partido blanquiazul con dirigentes destacados en buena parte de los estados, incluso muchos de sus gobernadores no son figuras que algún alcance nacional. ¿Qué mejor demostración de que, a pesar de los muchos gobernadores y presidentes municipales que ha tenido Acción nacional hoy cuente con una bancada tan débil en la cámara de diputados o que no existan muchos nombres a la mano, proviniendo del panismo, para ocupar posiciones en el gabinete?¿qué mejor demostración que el derrumbe del panismo en estados como Yucatán y sobre todo Puebla?

Germán Martínez tiene que reconstruir el PAN y colocarlo en situación competitiva para el 2009. Tiene tiempo y posibilidades para hacerlo, aunque no será sencillo. Para eso requiere que el partido recupere su identidad. Y al mismo tiempo, el presidente Calderón necesitará encarar el 2008, con nuevas armas, con nuevos instrumentos, en ocasiones con distinto elenco.

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