Y el Congreso, sin embargo, se mueve…
Columna JFM

Y el Congreso, sin embargo, se mueve…

Al momento de escribir estas líneas partes sustanciales de las reformas electoral, de la designación de los nuevos consejeros del IFE o de la reforma de seguridad y justicia, no habían terminado de concretarse. Parecía haber una serie de acuerdos en esta última muy sólidos, sobre todo entre el PAN y el PRI, mientras que el PRD trataba de atar su participación a los acuerdos que pudiera lograr en la designación de los consejeros electorales.

Al momento de escribir estas líneas partes sustanciales de las reformas electoral, de la designación de los nuevos consejeros del IFE o de la reforma de seguridad y justicia, no habían terminado de concretarse. Parecía haber una serie de acuerdos en esta última muy sólidos, sobre todo entre el PAN y el PRI, mientras que el PRD trataba de atar su participación a los acuerdos que pudiera lograr en la designación de los consejeros electorales. En todo caso, en todas estas reformas habrá que analizar en los próximos días el detalle, saber qué fue realmente lo que se aprobó fuera de las consideraciones generales, para hacer una evaluación mucho más amplia.

Pero eso no impide ver que, evidentemente, el ciclo de reformas ha sido mucho más intenso, mucho más profundo y de mucho mayor alcance del que cualquier hubiera podido suponer hace un año, cuando comenzaba la administración Calderón. No es mérito exclusivo de ésta, que condujo todas esas negociaciones a Los Pinos y contó con un pequeño grupo de especialistas en cada materia en la cámaras para operarlas, sino también de sus oposiciones, en forma muy destacada el PRI y también, pese a todo, de un amplio porcentaje de los legisladores perredistas. Aquí lo que resultó más importante fue el recurso del método. La comprensión de que nadie ganaba nada paralizando el país o tratando de imponer sus posiciones.

Y no estamos hablando de reformas menores: la reforma al ISSSTE permitió atacar uno de los mayores desafíos a las finanzas públicas y a los servicios sociales en el país; la hacendaria no llenó todos los requisitos que se podrían demandar de ella: muchos seguimos pensando que es absurdo que no se imponga un sistema de IVA generalizado como en todo el mundo, pero todos también sabemos que por atavismos, taras o conveniencia política, ello no es posible: con todo, la reforma hacendaria le da al Estado y a las entidades federativas un oxígeno financiero más que considerable; la reforma electoral no nos gusta en varios capítulos, fue una reforma hecha por y para los partidos, pero eso no le quita ni el alcance ni debería impedirnos ver la magnitud de los acuerdos alcanzados por los partidos (o por sus legisladores encargados de la negociación) en ese capítulo; la reforma al sistema de seguridad y justicia que se procesó lejos de los reflectores es, posiblemente, la más eficiente de las operaciones legislativas de este año: se trabajó, se consultó, se retomaron la propuesta presidencial pero también las otras siete que se habían presentado en el sexenio pasado, y se sacó un paquete amplio, que, como en la reformas hacendarias o electoral, no incluyen todo lo que se desearía, pero que permite sentar las bases para algo mejor, más eficiente y cercano a las exigencias de la gente. Y todo se sacó sin sobresaltos ni convirtiendo estas reformas en frankenstein impresentables.

Allí está, por encima de las trivialidades a las que nos tienen acostumbrados una buena mayoría de diputados y senadores, uno de los mayores méritos políticos de este año donde se demostró que acordar, poder llevar en forma conciente y bien plasmada una negociación con agenda, permite a todos los jugadores que ganen: el gobierno federal y el PAN sin duda ganaron porque han consolidado la gobernabilidad y pueden apostar hacia el futuro, incluso en términos estrictamente internos, un ambiente de confrontación política mucho más abierto, hubiera dificultado para el calderonismo ganar la dirigencia del partido a manos de las corrientes más conservadoras. El PRI ha ganado en todos los sentidos: en presencia y peso político, en los gobiernos estatales, en presupuesto, en sacar adelante muchas de sus principales propuestas y todo eso lo ha reflejado en resultados electorales. El propio PRD, ha comprobado que gana mucho más en esta lógica, que no lo aleja de la oposición sino que la coloca sobre carriles sensatos, que siguiendo una política de derrocamiento, de destrucción del poder tan absurda como irresponsable. En este año López Obrador por supuesto que no ha desaparecido del escenario político, pero en el congreso la mayoría de su partido ha ganado mucho más trabajando en la transformación, así sea parcial e insuficiente de las instituciones, que siguiendo su instrucción de mandarlas al diablo.

No se trata de construir escenarios idílicos o de pensar que nos hemos convertido en una democracia escandinava. Es más: este periodo de acuerdos legislativos debe entenderse como eso, como un lapso en el que después de las batallas del 2006 y de dos sexenios terriblemente desgastantes, las fuerzas políticas asumieron que tenían que llegar a algunos acuerdos y realizar ciertas transformaciones antes de que todo el andamiaje institucional se hundiera. Salvo acuerdos muy puntuales, es muy probable que este ciclo se cierre terminando el próximo periodo ordinario que comienza en febrero y termina en abril. A partir de allí los partidos (y los gobiernos, tanto el federal como los locales) se comenzarán a preparar para las elecciones intermedias de 2009 y vendrá una etapa de confrontación política mayor.

Pero será sobre otras bases, porque en el pasado inmediato se construyeron acuerdos que no se podrán ignorar a la hora de la confrontación, en varios temas centrales de la vida nacional, que van de las pensiones al sistema electoral, de lo fiscal a la seguridad y justicia. En otras palabras, el mérito de lo que hemos vivido en los últimos meses, a diferencia de toda la década pasada, es que existe, por lo menos para una mayoría de fuerzas políticas, una base para sustentar el debate y el enfrentamiento, que antes no existía. Podrá ser una base muy cercana al piso, podrá ser más o menos endeble, pero lo importante es que existe y que se demostró algo que es una verdad de Perogrullo pero que estaba (aún está) en el debate nacional: que se puede construir desde la más absoluta diversidad.

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