Nadie puede ser progresista y xenófobo
Columna JFM

Nadie puede ser progresista y xenófobo

El deterioro ideológico de ciertos sectores del PRD que se autocalifican de progresistas sin serlo en absoluto, tanto como el daño que le ha hecho a ese partido la hegemonía de un personaje tan conservador como López Obrador, se refleja en mucha cosas: por ejemplo, un connotado perredista, y un político a quien creo un hombre serio e informado, el viernes, durante un vuelo, me mostró un recorte de periódico que decía que en Kenia había dos mil 500 muertos luego de que el líder de la oposición desconociera las elecciones y sus resultados.

El deterioro ideológico de ciertos sectores del PRD que se autocalifican de progresistas sin serlo en absoluto, tanto como el daño que le ha hecho a ese partido la hegemonía de un personaje tan conservador como López Obrador, se refleja en mucha cosas: por ejemplo, un connotado perredista, y un político a quien creo un hombre serio e informado, el viernes, durante un vuelo, me mostró un recorte de periódico que decía que en Kenia había dos mil 500 muertos luego de que el líder de la oposición desconociera las elecciones y sus resultados. Y me decía, algo así como “nosotros no provocamos muertos con el voto por voto”. Me pareció absurdo: no conozco en detalle el sistema político y electoral de Kenia, pero no me cabe duda de que no tienen un IFE, ni leyes electorales estrictas, ni un millón de ciudadanos participaron en la organización de las elecciones y el conteo de votos, ni hubo representantes de partido en todas y cada una de las casillas, ni los medios estuvieron cubriendo cada centímetro del territorio nacional la jornada electoral. Es ridículo querer comparar la situación que se vive en Kenia con la de México. En todo caso se le podría decir a este amigo que en Alemania Angela Merker llegó al poder por una diferencia de votos mucho menor a la que separó a Calderón de López, o que Al Gore reconoció su derrota porque así lo decidió la Suprema Corte de los EU, aunque había obtenido más votos que George Bush y la elección en Florida no estaba decidida. En última instancia, lo que nuestra izquierda tiene que decidir es si prefiere construir un sistema similar a Kenia, o a Alemania y Estados Unidos.

En temas mucho más delicados, las posiciones de parte de nuestra izquierda, que incluso había sido de las primeras en acercarse a los sectores socialdemócratas y, como se decía en aquellos días, los eurocomunista (¿recuerda ustedes, por ejemplo a los llamados “renos”, los renovadores del PCM?) en muchos temas, ha sido regresiva: hoy defienden la concepción más cerrada en torno a temas energéticos, laborales, sindicales, los mercados y la globalización. ¿Cómo pueden explicar que el régimen legal en el terreno energético sea tan cerradas que incluso el gobierno de Corea del Norte lo ha modificado?. ¿O que apenas esta semana pasada, Cuba y Brasil hayan firmado contratos petroleros para exploración de aguas profundas, sin que a nadie le preocupara en lo más mínimo la soberanía?. Pero, siguiendo el totem y tabú de López Obrador, nuestra izquierda se convierte en un oscuro grupo conservador.

El ejemplo más claro de esa ramplonería conservadora, es la actitud tomada por esos sectores respecto a la nacionalidad de Juan Camilo Mouriño. Para empezar es mentira que Mouriño no es mexicano por nacimiento: el que haya nacido en Madrid no lo priva de ese derecho, como a otros millones de mexicanos que han nacido en el exterior. Con la tesis esgrimida por el perredismo y sus círculos más cercanos (la revista Proceso, cuyos editores no son precisamente descendientes de Moctezuma y que siempre ha mantenido una actitud de amplitud notable hacia colaboradores nacidos en cualquier lugar del mundo, llegó a publicar en primera plana que Gobernación se había convertido en “un enclave español”) todos los hijos de los millones de paisanos que viven en Estados Unidos no tendrían que ser considerados mexicanos y tampoco tendría nuestro gobierno que preocuparse por ellos. Lo mismo sucedería con los millones que han adoptado esa u otras nacionalidades y que no pierden la nacionalidad mexicana. El recuento podría continuar, pero en el pasado, se suponía que la izquierda era, en estos temas, un sinónimo de apertura, de internacionalismo, de aceptación gustosa del intercambio social, cultural, humano, de una visión que trataba de desterrar las fronteras para fortalecer los valores de la universalidad, que crea la primera, segunda, tercera y cuarta internacional. Así se escribieron páginas negras, pero también algunas de las mejores páginas de la historia, incluso nacional, desde la de las brigadas internacionales hasta la apertura al exilio español, a los que huían del nazismo, a los refugiados centroamericanos y sudamericanos. Ahora la que se supone es nuestra izquierda utiliza los mismos argumentos de la derecha más reaccionaria y xenófoba, y para colmo lo hace mintiendo concientemente sobre un tema, la nacionalidad de una persona y haciendo de esa mentira un argumento político.

Y todo eso se sustenta en otro argumento profundamente conservador: no importan las causas, sino el poder; no importan los principios, sino el pensamiento único e irrefutable del líder; incluso en esta lógica no importan ya las lealtades partidarias o ideológicas, que pueden ser intercambiables. Entonces se inventan temas, se miente y se provoca al estilo de los grupos fascistoides:  “la alternativa que se propone es el nacionalismo, el culto a los héroes y los líderes, y al final… el fascismo e irracionalismo brutal y la opresión de las minorías" diría, Isahia Berlin, quien agregaba que "los fines no son valores objetivos… Los fines no son descubiertos en absoluto, sino construidos, no se encuentran sino que se crean"…

Todo esto viene a cuento porque hoy comenzó, formalmente, el proceso interno del PRD para elegir a su nueva dirigencia. Hay varios aspirantes, pero ninguno de ellos, hoy, quiere deshacerse de ese lastre aunque en el interlineado de su discurso, en algunos de ellos, demuestra que el peso del mismo ya se les hace demasiado. Pero nadie lo dirá públicamente antes del 16 de marzo. Por lo pronto, los provocadores siguen su camino; el líder, sin lealtades partidarias ya está construyendo otra fuerza política por si fuera necesario deshacerse de su partido; y la izquierda continúa enarbolando un discurso que está, en muchos temas, a la derecha de los sectores conservadores.

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