Ni México en el mundo, ni el mundo en México
Columna JFM

Ni México en el mundo, ni el mundo en México

Ayer marcharon distintas organizaciones campesinas, incluyendo contingentes de la más importante de ellas, la CNC de orientación priista, demandando, entre otras cosas, la apertura del capítulo agrícola del TLC para poder renegociarlo con Estados Unidos y Canadá. La marcha no fue multitudinaria, como prometieron sus organizadores, pero sirvió para hacer un poco más caótica que de costumbre la vialidad en la ciudad de México.

Ayer marcharon distintas organizaciones campesinas, incluyendo contingentes de la más importante de ellas, la CNC de orientación priista, demandando, entre otras cosas, la apertura del capítulo agrícola del TLC para poder renegociarlo con Estados Unidos y Canadá. La marcha no fue multitudinaria, como prometieron sus organizadores, pero sirvió para hacer un poco más caótica que de costumbre la vialidad en la ciudad de México.

Puede ser que los otros dirigentes campesinos (aunque usted no lo crea algunos de ellos conocen el campo y otros hasta han vivido en él) pueden llamarse a engaño, pero no los cenecistas: ellos aprobaron hace ya quince años el tratado de libre comercio y recuerdo, por lo menos dos artículos, uno de Beatriz Paredes y otro de Heladio Ramírez, dirigentes de la CNC, llamando a los legisladores de su partido en aquel 1993 aprobar el Tratado. Recuerdo a Manlio Fabio Beltrones y a Emilio Gamboa, entonces y ahora importantes dirigentes priistas, apoyándolo en forma entusiasta. El problema no es que algunos de ellos estén pidiendo hoy la revisión del tratado, sino que entonces, hace quince años, tenían razón y su regresión, aunque sea declarativa, demuestra lo mucho que, como país, hemos perdido en estas tres décadas.

El presidente Calderón propuso que hubiera más México en el mundo y más mundo en México: es una frase y una concepción acertada. Lamentablemente ni nuestro país tiene hoy mayor presencia en el mundo, ni el mundo parece estar demasiado atento a lo que sucede en México. La razón es sencilla y lo platicaba el analista Carlos Mota, días atrás, en el programa México Confidencial, luego de su visita al Foro Económico Mundial de Davos: México no tiene nada nuevo que ofrecer, fuera de una cierta estabilidad económica, al mundo. No tenemos mercados plenamente abiertos para las inversiones como China e India; no tenemos un fuerte impulso en nuevas tecnologías; no tenemos una legislación que coadyuve a las inversiones y les otorgue plena certidumbre jurídica. Mientras en el mundo, como ocurrió en Davos, nadie discute ya con seriedad la globalización (porque sería como volver a discutir cuantos ángeles caben en la cabeza de un alfiler) sino como operar con y sobre ella, en México tenemos manifestaciones absurdas o legisladores que con toda soltura dicen que proponen reabrir la negociación del TLC o que hablan, todos, de reformar el sistema energético, a PEMEX y la CFE, pero que tienen que decir a cada rato que PEMEX no se privatizará, cuando nadie lo está planteando o aseguran que quieren la reforma pero no la coinversión con empresas especializadas en exploración y explotación de yacimientos en aguas profundas, cuando, si no se da esa coinversión como lo hacen todos los países del mundo, desde Venezuela hasta Irán, desde Cuba hasta Corea del Norte, simplemente no habrá exploración y explotación, porque esa es la condición que ponen las empresas del sector para compartir su exclusiva tecnología. Unos legisladores que no pueden aceptar que, por ejemplo, la compañía de Luz y Fuerza del Centro está quebrada y debe desaparecer, para sumarla a la CFE o contar con una empresa sana y que brinde el servicio que se requiere. ¿En algún lugar del mundo puede haber una empresa pública y monopólica que pierda anualmente 40 mil millones de pesos sin que pase nada, sin que a nadie le parezca importante, sin que se tomen medidas?¿así nos tomarán en serio?.

Entonces ¿qué le puede ofrecer hoy, realmente novedoso, México al mundo?. Sí, es verdad que tenemos un sistema económico y financiero estable que incluso puede resistir, aunque sin duda nos terminará afectando de alguna manera, el ciclo recesivo estadounidense (y que lo demostró este enero, cuando pese a los diagnósticos catastrofistas de algunos dirigentes del lopezobradorismo el mayor desajuste y daño económico familiar lo provocó, en la capital del país, el gobierno del DF, aumentando en forma indiscriminada el predial en tasas que van del 80 al 400 por ciento, a sus causantes cautivos, lo mismo que hace con el agua y la electricidad); es verdad que se realizarán fuertes inversiones en infraestructura este año; o que si se concreta la reforma energética probablemente se podrá avanzar con mayor facilidad y llegarán capitales frescos, aunque no del volumen que se podría alcanzar con una reforma más profunda. Y prácticamente nada más.

Paradójicamente la mayor oferta y oportunidad que tiene México en el mundo global es el Tratado de Libre Comercio y los que se han firmado con otras naciones, sobre todo con la Unión Europea, que hacen atractivo invertir en suelo mexicano, y esa ventaja comparativa es la que algunos quieren abrogar. O amenazan con hacerlo para recibir mayores subsidios, mismos que muchas veces se quedan en las organizaciones campesinas y nunca llegan ni a sus afiliados ni son utilizados en proyectos productivos.

No estamos mostrando, como país o sociedad, capacidad de reacción respecto a lo que sucede en el mundo. Ello se da entre la gente pero también en la superestructura del poder. Hace ya muchos años, para esta misma fecha, pero en 1990, se realizaba el encuentro de Davos. El entonces presidente Salinas llegó a Davos intentado “vender” la economía mexicana al mundo, diversificando los mercados. Fue bien recibido pero los líderes europeos y asiáticos fueron claros: los recursos irían para Europa del Este y el recién abierto mercado de la Unión Soviética. México tendría que buscar otros socios. Allí mismo se tomó la decisión: de Ginebra salió un avión a Washington para plantearle al entonces presidente Bush un tratado de libre comercio y meses después había iniciado la negociación del mismo. En aquella oportunidad pudimos, como país, prever los cambios que vendrían en el mundo y adelantarnos a ellos. Pero, desde la crisis del 95 no hemos hecho más que ir detrás del carro del desarrollo global.

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