Números fríos, historias sin contar
Columna JFM

Números fríos, historias sin contar

El lunes cuatro en la secretaría de Gobernación hubo uno de esos actos formales que, en realidad, deben entenderse como un mensaje político. Se reunió en el Palacio de Covián el gabinete de seguridad, integrado por el propio titular de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, por el secretario de la Defensa, el general Guillermo Galván, el de la Mariana, almirante Francisco Saynes, el procurador Eduardo Medina Mora y el de seguridad pública, Genaro García Luna.

El lunes cuatro en la secretaría de Gobernación hubo uno de esos actos formales que, en realidad, deben entenderse como un mensaje político. Se reunió en el Palacio de Covián el gabinete de seguridad, integrado por el propio titular de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, por el secretario de la Defensa, el general Guillermo Galván, el de la Mariana, almirante Francisco Saynes, el procurador Eduardo Medina Mora y el de seguridad pública, Genaro García Luna. Terminada la reunión, flanqueado por esos funcionarios, Mouriño leyó un comunicado que hace una suerte de corte de caja de lo efectuado en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado.

Horas después, en Querétaro, el presidente Calderón hizo un llamado, en el marco del 91 aniversario de la promulgación de la Constitución, para lograr un pacto político nacional para garantizar la legalidad y la seguridad, que fue en general bien recibido por los legisladores y gobernadores que asistían al acto: ¿quién puede oponerse a respetar la legalidad y combatir el crimen?, aunque no tuvo, en esa ocasión, mayor contenido específico. Poco antes, el presidente se había comunicado con George Bush, según se dijo para hablar de los respaldos que solicitó el propio Bush al congreso de su país para echar a andar la iniciativa Mérida, y otros temas relacionados con la seguridad. Sin lugar a dudas, deben haber abordado, aunque sea por una cortesía política, la gira que iniciará el presidente Calderón el próximo día 10 por la Unión Americana para reunirse con comunidades méxico-americanas. Pero la seguridad es el tema central de la relación bilateral en estos momentos.

Y la seguridad sigue estando en el corazón de la estrategia del gobierno y es, junto con las amenazas económicas, uno de los capítulos que más ocupado tiene al gobierno federal. Es lógico que así sea, pero entonces es ilógico que se manejen en términos públicos de esa manera las cosas. En la reunión del lunes, lo importante fue que se confirma que existe un gabinete de seguridad y que queda bajo la coordinación del secretario de Gobernación. Y que éste tiene suficiente poder de convocatoria, un poder transferido desde Los Pinos, como para reunirlo en sus oficinas y ofrecer allí un encuentro con la prensa. Ese es un mensaje adecuado, que muestra, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, que se regresa de alguna manera el músculo a la propia secretaría de Gobernación. Pero lo que no tiene sentido es seguir haciendo llamados generales respecto a la lucha contra el crimen organizado sin explicar adecuadamente la estrategia que se sigue, la coyuntura, el contexto de los hechos. De poco sirve hacer un largo recuento de logros sin darle una dimensión, al mismo tiempo más amplia y también más concreta a la estrategia seguida.

Los números por sí solos dicen poco: los nombres de los capturados, el volumen de los decomisos, la redes desarticuladas, significan mucho para los expertos (para los verdaderos, no para los convertidos súbitamente en ello), pero poco para la gente. A todos esos datos: miles de armas, capos capturados, redes desarticuladas, se le oponen datos que, puestos en su contexto, serían explicables: violencia, muertos, decapitados. ¿Cómo explicarle a la gente que se está triunfando en una lucha estratégica cuando pareciera, con la incomprensión en muchas ocasiones de gobernantes, medios y comunicadores, que cada muerte está confirmando la derrota oficial?

Escribe Bob Woodward, en el magnífico libro Negar la Evidencia, sobre el virtual fracaso de la guerra en Irak, que uno de los problemas graves que se le presentaban a los estrategas estadounidenses, es que cada vez que determinaban un curso político o militar de largo plazo, el presidente Bush los interrumpía porque quería saber la cifra de muertos “suyos y de ellos”, y a partir de ahí tomaba decisiones. El propio Woodward reconoce que de esa manera y con base en esos datos se pueden sacar muchas conclusiones pero no definir el curso de un enfrentamiento estratégico. La conclusión es que Bush no entendía, quizás aún no entiende, el tipo de guerra en la que se ha involucrado. Y muy posiblemente tampoco parece existir en el gobierno federal y muchísimo menos en los estatales y municipales, en el congreso y en parte de los medios, una comprensión de lo que implica el enfrentamiento directo que están teniendo las autoridades con el narcotráfico o siquiera de qué estamos hablando cuando nos referimos a éste o al crimen organizado. Y en todos esos sectores, bien o mal intencionados, el número de muertos, que además jamás se sabe si son víctimas o victimarios, si se trata de un ajuste de cuentas o de una reacción ante un golpe de las autoridades, es lo que determina la percepción de la sociedad. ¿Qué importa, dice la gente, que se estén desarticulando bandas o decomisando arsenales si apareció la cabeza de un “levantado” en Mérida?

La lucha que está librando una parte del gobierno federal (porque hay que reconocer que existen funcionarios ajenos a ella, que se mantienen en un espacio de confort similar al de muchos gobernadores respecto al tema) es inédita, implica una utilización intensiva de recursos para romper con el corazón de la estructura del crimen organizado. No acabará con él ni con la violencia que de él se deriva: no es posible hacerlo en términos absolutos, ni en México ni en ningún lugar del mundo. Lo que sí es posible, es romper el esquema de protección y poder, recuperar territorios y control sobre éstos y las instituciones, sobre todo locales. Pero para demostrar que se está avanzando no alcanzan las cifras o los spots: las autoridades deben contarle a la gente la verdadera historia de esta lucha. Y eso, hoy no le llega, no permea en la sociedad. Y pocas cosas son más terribles que estar librando y ganando una guerra y que la gente no lo sepa ni lo perciba de esa manera.

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