Elecciones del otro lado del río
Columna JFM

Elecciones del otro lado del río

Muchos de nuestros legisladores y de quienes han apoyado la reforma electoral reciente, argumentaron que no era deseable una campaña proselitista al estilo estadounidense y se buscó, en otras palabras, “tropicalizar” algunos mecanismos electorales europeos. El nuestro ha quedado como un sistema híbrido, que no depende ni siquiera de los partidos, sino de sus dirigencias, cerrado a la ciudadanía en casi todos sus aspectos y en el cual, por las disposiciones aprobadas, se cierran espacios también a los propios militantes de los partidos y a los medios.

Muchos de nuestros legisladores y de quienes han apoyado la reforma electoral reciente, argumentaron que no era deseable una campaña proselitista al estilo estadounidense y se buscó, en otras palabras, “tropicalizar” algunos mecanismos electorales europeos. En realidad, nos hemos alejado, y mucho del modelo estadounidense pero no nos hemos acercado de ninguna manera al modelo europeo. El nuestro ha quedado como un sistema híbrido, que no depende ni siquiera de los partidos, sino de sus dirigencias, cerrado a la ciudadanía en casi todos sus aspectos y en el cual, por las disposiciones aprobadas, se cierran espacios también a los propios militantes de los partidos y a los medios. Para ejemplo basta un botón: dicen los legisladores, y así lo festinan en anuncios televisivos, que ya no habrá publicidad pagada en las campañas. En realidad, habrá más publicidad que nunca: según el propio IFE y de acuerdo a la nueva ley electoral, a partir del próximo mes los partidos tendrán 10 mil anuncios diarios en radio y televisión, sin sumar en ello los espacios que les otorguen las autoridades locales, y los que utilizan los gobiernos de los tres niveles, y los tiempos oficiales. Y no estamos hablando de un año electoral: para ese periodo los anuncios se duplicarán o triplicarán. Eso sí, si usted desea insertar un anuncio con algún tema que competa a temas partidarios, eso está prohibido.

Las campañas, se tornarán más tortuosas y sucias, con estrategias subterráneas, como ha ocurrido en Baja California Sur y Quintana Roo. En ese sentido, que disculpen nuestros legisladores, pero ver lo que está sucediendo en las primarias estadounidenses provoca una profunda envidia: una campaña competida, intensa, donde los candidatos se dicen lo que quieren y publicitan lo que gusten y nadie se preocupa en calificar esa publicidad como sucia o no (y si alguien incurre en difamación, o sea si no tiene documentadas sus acusaciones, puede ser acusado por ese delito), donde se repiten los debates entre los precandidatos y donde es la gente la que califica su desempeño, la que elige o destruye carreras. Hace dos meses nadie daba un dólar por la candidatura de John Mc Cain: hoy, con la renuncia de su principal rival, Mitt Romney, a nadie le cabe duda que será el candidato republicano y será, debemos agregarlo, un aspirante muy difícil de derrotar para cualquier de los demócratas. Mc Cain no es un producto del dinero, es el único candidato que para la precampaña decidió movilizarse sólo con recursos públicos, compitiendo con hombres como Rudy Giuliani o Romney que habían recaudado enormes cantidades de dinero.

En el terreno demócrata, Hillary Clinton y Barack Obama, están desempeñando una competencia fantástica, que no ha estado exenta de ataques personales, debates, cuestionamientos, y de la intervención de personajes que van desde el ex presidente Bill Clinton hasta la conductora de televisión Oprah Winfrey, más todos los que usted quiera: nadie se desgarró las vestiduras por ello y son los propios electores los que premian y castigan, los que han convertido la competencia entre Hillary y Obama en la más interesante en décadas dentro de un mismo partido. El pasado martes, hubo un número inédito de participantes en las primarias y se dispararon los ratings para seguir la cobertura de la elección primaria.

¿Realmente cree usted que esa es una democracia decadente, o que el sistema que nos dieron nuestros legisladores es más justo, más participativo, más atractivo y democrático que el que estamos viendo en Estados Unidos, con una ley electoral que ni remotamente tiene los vericuetos y detalles de la nuestra? En todo caso se vuelve a poner de manifiesto que lo que se requiere para una democracia son demócratas, y para tenerlos hay que confrontar a los candidatos con la sociedad y darle a ésta voz.

¿No le gusta a usted la campaña estadounidense? Ahí está la española, que el próximo 9 de marzo deberá definir si el PSOE continúa en el gobierno o se lo arrebata el PP., Los partidarios de Rodríguez Zapatero y Rajoy se han dicho de todo. Tendrán de campaña real sólo un mes y obtendrán financiamiento de acuerdo a sus resultados, pagado por el Estado, sólo después de los comicios, de acuerdo a como les haya ido a cada uno de ellos. Será y es otra campaña fascinante, con debates, posiciones firmes, denuncias, con lo que aquí alguno de nuestros legisladores calificaría como publicidad negra y que haya consideran simplemente sacarle los trapos al sol al adversarios. ¿Usted cree que el diseño electoral de nuestro país siquiera pueda compararse al de Estados Unidos o el de España, que nuestras campañas, con la nueva ley puedan generar algo similar a lo que están viviendo estadounidenses o españoles?

Por cierto, en México el interés sobre esas campañas, sobre todo la estadounidense, es altísimo y va de la mano con la influencia que tendrá el voto hispano en los comicios. El campo republicano ya está decidido. Pero en el lado demócrata dista mucho de estarlo. ¿Cuál de los dos candidatos en ese partido le conviene más a nuestros paisanos y a la relación bilateral? Creo que los electores latinos no se equivocan: es Hillary Clinton, que no es una oradora tan formidable como Obama ni tiene su carisma, pero que conoce y ha puesto en práctica políticas bilaterales y en torno a la migración mucho más concretas que el senador por Illinois. Y que es parte de un entramado de poder que se alejará de aventuras políticas en la política exterior. Obama es un candidato magnífico pero nadie sabe con exactitud como sería como presidente, y ese, paradójicamente, es uno de sus encantos. Hillary se sabe como gobernará y hacia dónde querrá dirigir a su país, incluso en la relación con México y los migrantes. Por eso sus rivales republicanos le temen tanto. Y Mc Cain es, entre los republicanos, la mejor noticia que podría tener México.

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