Intolerancia y agresiones
Columna JFM

Intolerancia y agresiones

Los males de la sociedad provienen de la intolerancia, no de la división. No es necesaria la unidad de fe y culto para mantener el orden; al contrario, la tolerancia es lo que garantiza la paz social, afirmaba John Locke hace ya casi 500 años. Pero los intolerantes no aprenden.

Los males de la sociedad provienen de la intolerancia, no de la división. No es necesaria la unidad de fe y culto para mantener el orden; al contrario, la tolerancia es lo que garantiza la  paz social, afirmaba John Locke hace ya casi 500 años. Pero los intolerantes no aprenden.

La semana pasada, platicando con Cauhtémoc Cárdenas en México Confidencial, por Cadena Tres, el fundador del PRD, que ha expresado en todos los tonos posibles que se opone a la privatización de PEMEX (lo que no se contradice con su modernización), decía que en torno al tema de la exploración en aguas profundas se deben analizar varios puntos, entre ellos qué sucede con los yacimientos comunes que en las fronteras marítimas tiene México con Estados Unidos y con Cuba, entre otras razones porque esos dos países han iniciado ya la exploración en los mismos y en algunos casos también la explotación. Esa situación, decía Cárdenas con otras palabras, no admite respuestas simplistas y debe analizarse a fondo, colocando todas las opciones y propuestas sobre la mesa y buscando la mejor solución para el país.

Su antítesis en el PRD, López Obrador, mientras tanto, ha descubierto que su discurso sobre la privatización no prende: no ha podido mostrar un solo documento, una sola declaración, una sola propuesta que hable de la privatización de PEMEX. Tampoco ha presentado una propuesta para encauzar el futuro del sector. Ahora, desde el domingo, cambió su discurso y habla de que habrá, nada más y nada menos que “una insurrección” si se aprueba que PEMEX pueda asociarse con otras empresas, nacionales o extranjeras, públicas o privadas. Asociarse para realizar tareas que una empresa no puede emprender o no tiene recursos para hacerlo, es algo de todos los días: pongamos un ejemplo, si México desea colocar un satélite en órbita para mejorar sus telecomunicaciones no desarrollará un sistema espacial propio hasta estar en condiciones de lanzar un cohete que pueda colocar el satélite en órbita. Como hacen todos los países del mundo, contrata una de las tres o cuatro agencias aeroespaciales que coloca el satélite en órbita y nadie dice que el país perdió con ello su soberanía sobre el espectro de las telecomunicaciones. La diferencia es enorme entre privatización y asociación. Pero López lo ignoró. En otras palabras, sin reconocerlo, admitió que lo que dijo era una mentira más: y de privatizar a PEMEX a permitirle una asociación en ciertas tareas existe un verdadero abismo. Y López lo cruzó sin molestarse siquiera en explicar su cambio de posición.

Como bien dice ayer en su columna Pablo Hiriart, lo que está haciendo López es apostar, como lo hicieron Chávez, Evo Morales o Rafael Correa, a tratar de provocar con argumentos falsos sobre temas energéticos, un movimiento que provoque la caída del gobierno o un debilitamiento extremo del Estado (incluyendo el poder legislativo y el judicial) que le permita “tomar” el poder. No hay propuestas porque en un sistema democrático éstas se debaten, se busca llegar a acuerdos, o por lo menos se dejan en claro cuáles son los disensos. López y su gente no quieren nada de eso. Lo que quieren es, lisa y llanamente, el poder, y no lo quieren por la vía electoral, o en todo caso, ésta es entendida sólo como una posibilidad, al final del camino, con un Estado exhausto, para llegar a él: así sucedió en Venezuela, en Bolivia y en Ecuador.

Pero esos grupos no están teniendo la repercusión que esperan: sus movilizaciones, son cada vez más violentas pero menos numerosas. Y de la misma manera que los incondicionales de López Obrador han agredido de todas las formas posibles a quienes han disentido con él, ahora han comenzado la campaña de amedrentamiento dentro de su propio partido: las agresiones a Carlos Navarrete y Javier González Garza, sin que López Obrador moviera un dedo para impedirlo, son vergonzosas, miserables. Debemos protestar vigorosamente ante cada agresión de estas características, estemos o no de acuerdo con los agredidos. ¿Cómo calificar a un dirigente que no tiene ni siquiera la ecuanimidad mínima como para aceptar que algunos de los principales hombres de su partido (estamos hablando de los coordinadores de los diputados y senadores perredistas) no acepten disciplinarse incondicionalmente a sus órdenes?. Y más grave aún: que está dispuesto a tolerar e impulsar la violencia contra ellos. Como la violencia verbal contra Ruth Zavaleta, o los desplantes chovinistas de algunos de sus principales colaboradores. Insistimos: así no actúan los grupos de izquierda, esas acciones son fascistoides.

Todos los que no coincidimos con López Obrador y lo hemos dicho hemos sido agredidos de una u otra forma, desde el escritor Carlos Tello hasta el premio Nobel, Mario Molina. Y ahora también se comienza a actuar, violando todo tipo de normas, contra empresas que no están dispuestas a “sacrificarse” por “el líder” y sus socios. Por ejemplo, en Baja California Sur, el viernes fueron tomadas por grupos de la CROC las instalaciones de un hotel del Grupo Mayan, porque exigen sin razón alguna que se traslade un contrato colectivo que tiene cinco años de antigüedad, de la CTM a la CROC. El gobierno estatal de Narciso Agundez, perredista, amigo de López y familiar de Leonel Cota Montaño, presidente del PRD y ex gobernador, no ha hecho nada para evitar esa acción ilegal. Y su argumento, en privado, es que le deben mucho a la CROC. Por lo pronto, Grupo Mayan ha decidido suspender inversiones de mil 200 millones de dólares en la entidad. Cuando se habla de la inseguridad y de las agresiones que genera el lopezobradorismo no nos referimos sólo a las directas, evidentes, como las que sufrieron el domingo Navarrete y González Garza, sino también a la inseguridad jurídica que viven quienes quedan en manos de esos grupos. La sociedad mexicana no puede permitir tantas agresiones, chantajes e intolerancia, venga de donde venga.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil