¿La respuesta está en el viento?
Columna JFM

¿La respuesta está en el viento?

La vida política nacional ha entrado en un terreno particularmente peligroso, que en ocasiones hace recordar algunos momentos de 1994 o 95, sin la crisis económica de entonces, pero con una crispación, una ola de acusaciones, agresiones y descalificaciones que intentan romper con el capítulo más positivo que ha tenido, hasta ahora, la administración Calderón: la posibilidad de generar diálogos y acuerdos, de cambiar.

Para Jorge

“¿Cuántos caminos tiene que recorrer un hombre para ser considerado un hombre?…la respuesta, amigo, está en el viento”, nos dice Bob Dylan. Yo no sé cuántos caminos tenemos que recorrer para aceptar lo que somos, lo que vivimos, para ser, en el mejor sentido de la palabra, hombres o mujeres de verdad o ser considerados como tales. Sé que mi hijo Jorge intentó, a su manera, recorrerlos. Que recorrió todos los caminos imaginables. Sé que en ocasiones los encontró, en otras, como todos, se perdió en ellos e intentó regresar y que, finalmente, el viernes, luego de años de lucha, encontró el propio, definitivo, que paradójicamente lo trajo de regreso con los suyos. Jorge falleció el viernes. No tengo palabras para agradecerles a todos mis seres queridos, a todos mis amigos, compañeros de trabajo, lectores, radioescuchas, televidentes, las innumerables muestras de solidaridad y apoyo que mi familia y yo hemos recibido en los últimos días. La partida de Jorge logró consolidar afectos, recuperar otros, generar unos nuevos, saber que el mundo, nuestro mundo, es mucho más ancho, mucho menos ajeno de lo que en ocasiones creemos. Que la humanidad y la generosidad son más que la mezquindad, que la oscuridad. Simplemente nos queda ofrecerles a todos ustedes las gracias desde el fondo del corazón, por todo, pero particularmente por su cariño. Y asumir, al mismo tiempo, que nosotros también debemos seguir recorriendo nuestros propios caminos para poder ser considerados los hombres y mujeres que queremos ser y recorrerlos con la gente que queremos. La respuesta sobre cuánto hay que caminar seguramente, nos recordará Dylan, estará en el viento. Por lo pronto, el cariño y el agradecimiento está con ustedes que hacen que la vida ofrezca, en los momentos de mayor dolor, compensaciones incomparables. A todos,  gracias.

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La vida política nacional ha entrado en un terreno particularmente peligroso, que en ocasiones hace recordar algunos momentos de 1994 o 95, sin la crisis económica de entonces, pero con una crispación, una ola de acusaciones, agresiones y descalificaciones que intentan romper con el capítulo más positivo que ha tenido, hasta ahora, la administración Calderón: la posibilidad de generar diálogos y acuerdos, de cambiar. En ocasiones ello proviene de estrategias desestabilizadoras evidentes, en otras de errores de diferentes actores. Pero el hecho es que el intento de ruptura institucional, la búsqueda del fracaso no del gobierno, sino de un sistema democrático incluyente, allí está.

No me cabe duda que López Obrador es quien más apuesta a ello. Para él, no hay futuro sin provocar la ruptura del sistema. No está apostando a ganar el día de mañana las elecciones, sino a romper el sistema. El tema energético se ha convertido en una maraña de mentiras difíciles de sostener. Cuando le dice a Francisco Zea que “eso del popote” es una mentira, que “cómo van a extraer petróleo con un popote”, está diciendo algo inconcebiblemente absurdo. Pero no le importa, lo que hace es utilizar los espacios a los que ha chantajeado, para difundir una serie de mentiras sobre el tema energético y la pretendida privatización de PEMEX, que no tienen asidero alguno con la realidad pero que buscan romper negociaciones, acuerdos, salidas y, sobre todo, tratar de paralizar a un país que está urgido de cambios. ¿Qué eso le hace perder votos al PRD; que deteriora la imagen de sus gobernantes en los estados y municipios; que convierte al partido en una pandilla de provocadores y aísla a sus políticos más talentosos?. No importa, la estrategia no está concebida en término de una lucha política legítima, sino de hacerse con el poder.

Pero también, en ese ámbito, se deben dar las respuesta correctas. El gobierno federal no ha entrado de lleno al debate, tampoco lo ha hecho el PAN y el PRI ha decidido, como lo viene haciendo en el último año y medio, retirar sus cartas para aumentar su apuesta cuando sus adversarios se hayan desgastado mutuamente. En el caso del gobierno federal debe haber, inevitablemente, una capacidad de respuesta mucho mayor. No se trata de contestarle a quien no quiere un diálogo, sino de explicarle a la gente cuáles son las salidas, las opciones, las ideas sobre las que se está trabajando, los acuerdos existentes en principio, los términos reales del debate, por ejemplo, la enorme diferencia existente entre la privatización de una empresa y sus posibilidades de asociación en proyectos específicos; como Estados Unidos y Cuba están explotando ya nuestros yacimientos compartidos; lo absurdo de ponerse a desarrollar tecnología propia cuando ésta ya existe en el mercado (¿estaría usted de acuerdo, por ejemplo, en desarrollar, con un costo de miles de millones, un nuevo sistema operativo para colocar en computadoras absolutamente nacionales para dotar con ellas a las escuelas o pensaría mejor en comprar, al mejor precio, las que ya existen en el mercado?). Y debe establecer, con toda claridad, los beneficios que la gente, no el gobierno ni PEMEX, recibirán con la reforma.

Y también deben aclararse las denuncias, sean falsas o verdaderas. Una es central por lo que representa: el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño debe dar una respuesta clara respecto a las acusaciones que ha recibido. Condenar la riqueza o la prosperidad por sí mismas, como hace López Obrador, es perverso y está en el corazón de muchos de nuestros problemas. No debe interesarnos si la familia Mouriño tiene 80 empresas. Tampoco si esas empresas han trabajado o no con PEMEX. Lo que debe quedar claro es que eso se hizo respetando estrictamente la legalidad. Es verdad que el debate no debería pasar por allí, pero es ahí donde han encontrado quienes quieren dinamitar el cambio, su mayor trinchera. Con la verdad sería fácil desarmarla y la respuesta, en este caso, no debe estar en el viento.

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