La guerra que quería Chávez
Columna JFM

La guerra que quería Chávez

Hugo Chávez quiere, necesita, una guerra, un conflicto que lo legitime. De muchas formas, el mandatario venezolano recuerda a Leopoldo Galtieri, aquel dictador argentino que decidió lanzarse a la aventura de tomar las islas Malvinas, buscando legitimación. Y quizás el resultado para Chávez termine siendo tan catastrófico como lo fue para Galtieri y sus inútiles comandantes. El enfrentamiento con Colombia ha sido alimentado por el gobierno de Chávez desde tiempo atrás y el venezolano se ha parapetado en el tema de los rehenes que retiene en forma criminal e inhumana las FARC para poder involucrarse en la vida política interna de Colombia y detonar el conflicto.

Hugo Chávez quiere, necesita, una guerra, un conflicto que lo legitime. De muchas formas, el mandatario venezolano recuerda a Leopoldo Galtieri, aquel dictador argentino que decidió lanzarse a la aventura de tomar las islas Malvinas, buscando legitimación. Y quizás el resultado para Chávez termine siendo tan catastrófico como lo fue para Galtieri y sus inútiles comandantes. El enfrentamiento con Colombia ha sido alimentado por el gobierno de Chávez desde tiempo atrás y el venezolano se ha parapetado en el tema de los rehenes que retiene en forma criminal e inhumana las FARC para poder involucrarse en la vida política interna de Colombia y detonar el conflicto.

La razón es relativamente sencilla: Chávez tiene un proyecto continental, a través del cual busca intervenir en la política interna de todas las naciones de la región. No es una especulación, está en su programa de gobierno. Un capítulo particular está dedicado a México, y allí dice que su objetivo es alejarlo lo más posible de Estados Unidos, incluyendo el cambio de régimen en nuestro país. Las FARC son un instrumento de intervención muy valioso en ese sentido. Esa organización armada, que como alguna vez escribió Joaquín Villalobos jamás combatió demasiado ni tuvo principios muy claros, se ha convertido en un grupo poderosísimo pero sobre todo por su intervención en el narcotráfico sirve para desestabilizar Colombia, para presionar en otros países y fomentar el narcotráfico. A pesar de su creciente debilidad interna, Chávez mantiene un control estrecho sobre el gobierno de Rafael Correa en Ecuador y el de Bolivia encabezado por Evo Morales. Empero, la Cuba de Castro mantiene cierta desconfianza hacia Chávez, sabe de los desplantes del mandatario, y han recibido toda la ayuda posible pero han preferido establecer acuerdos estratégicos con otros países de la región, como Brasil (e incluso están tratando de hacerlo con México para restablecer nuevos equilibrios regionales, en la lógica de Raúl Castro de acercar la isla hacia un modelo más cercano al chino o vietnamita) ya que Cuba sabe que en una región desestabilizada y marcada por enfrentamientos violentos es más lo que puede perder que ganar. Chávez apuesta, mientras tanto, a romper el equilibrio. Y las FARC le sirven.

Los campamentos de las FARC más importantes no están en Colombia, están en las fronteras, en Ecuador en el sur y en Venezuela en el oriente. Existen complicidades estatales y particulares, de grupos militares y políticos para mantenerlos y darles protección, complicidades en el cual el dinero de la cocaína tiene un papel fundamental. El gobierno colombiano quizás le deba alguna explicación al ecuatoriano por la intervención contra un campamento de las FARC a dos kilómetros de la frontera, pero ¿qué hacían esos guerrilleros armados, encabezados por uno de sus principales líderes, Raúl Reyes operando desde territorio ecuatoriano contra Colombia?. He estado en la frontera entre Colombia y Venezuela, y como contamos en el libro De los Maras a los Zetas (grijalbo, 2006 en coautoría con Víctor Ronquillo), esa es una zona de guerra, donde los integrantes de las FARC y los productores de coca son uno solo. La línea fronteriza, que cruza la selva, es difícil de identificar, pero de lo que no cabe duda y lo sabe todo el mundo en la zona, es que los campamentos de las FARC y hectáreas de plantíos están del otro lado de la frontera, con el beneplácito de autoridades ecuatorianas. Lo mismo sucede en Venezuela: en esa frontera, donde también hemos estado, del lado venezolano están los campamentos, están los depósitos de droga, desde allí se hace buena parte del lavado de dinero producto de esas operaciones y más importante: cada vez más reportes periodísticos y de inteligencia insisten en que también allí, del lado venezolano de la frontera, están los rehenes como Ingrid Betancurt, incluyendo los que fueron liberados en las últimas semanas.

Chávez mostró sus cartas cuando aceptó que las FARC debían ser considerados un ejército como tal que mantenía el control de una parte de Colombia. No sólo le dio reconocimiento oficial a una organización que tanto Estados Unidos como la Unión Europea consideran oficialmente como terrorista y ligada la narcotráfico, sino que, además, dijo que esa organización tenía los mismos principios bolivarianos de su gobierno, que eran parte de un mismo proyecto político. Y ahora, con el trasfondo del enfrentamiento en el que muere Reyes, Chávez decidió militarizar la frontera, volver a amenazar a Colombia con un enfrentamiento militar directo y aceptó abiertamente su alianza con las FARC. Como si eso fuera poco, en el campamento de esa organización se halló documentación que muestra el grado de involucramiento y financiamiento de Chávez a las FARC (unos 300 millones de dólares).

Para México éste es un problema de política internacional pero también de política interna. En el campamento de las FARC había combatientes mexicanos que estaban siendo entrenados por esa organización, aparentemente ligados al EPR. Existen, como se ha documentado con amplitud, numerosos grupos y círculos bolivarianos en nuestro país que terminan siendo apéndices u organizaciones de superficie de grupos armados o violentos, incluso algunos de ellos adheridos a ciertos sectores del PRD. Como publicamos ya desde el 2001 en el libro El otro poder, existen datos oficiales de las relaciones de las FARC con el narcotráfico en México. El hombre que maneja el narcotráfico en las FARC es Jorge Briceño, apodado el Mono Jojoy, que controla los campamentos en la frontera con Colombia, que es quien tiene en su poder a la mayoría de los rehenes y que, además, estaba enfrentado internamente con Reyes. Y el Mono Jojoy, un personaje sin preparación política, despiadado con sus adversarios y con los suyos, es quien se quedará con el control militar de la organización. También es el más cercano a Chávez.

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