Hugo y Andrés: vidas paralelas
Columna JFM

Hugo y Andrés: vidas paralelas

Lo escribimos hace prácticamente un año, cuando Hugo Sánchez no pudo clasificar a la selección nacional a la Copa de Oro y vale la pena recordarlo ahora, cuando ha sido separado de su cargo: “toda la estrategia y la lógica futbolística de Sánchez se concentra en dos principios: a esto hay que “echarle güevos” porque el técnico y por ende su equipo son muy machos.
El mejor paralelo del mundo político con Hugo es López Obrador: un hombre que prometiendo esperanza y “güevos”, voluntad, nos prometía cambiar el país.

Lo escribimos hace prácticamente un año, cuando Hugo Sánchez no pudo clasificar a la selección nacional a la Copa de Oro y vale la pena recordarlo ahora, cuando ha sido separado de su cargo: “toda la estrategia y la lógica futbolística de Sánchez se concentra en dos principios: a esto hay que “echarle güevos” porque el técnico y por ende su equipo son muy machos. Allí acaba el planteamiento táctico y estratégico…a la falta de preparación se la compensa con la voluntad, a la falta de sentido deportivo lo quiere compensar con la fuerza…Sánchez como López Obrdor prometía una existencia de prosperidad y bienestar, pero sin decirnos cómo lo lograría, pidiéndonos sólo que nos encomendáramos al rayito de esperanza que él decía representar…el “echarle güevos” y el machismo, un rasgo inherente a esa actitud, han sido dos de los grandes responsables de nuestros fracasos deportivos pero también de nuestros fracasos como nación. No importa si hace 30 años España, Corea del Sur o Irlanda tenían un nivel de desarrollo inferior a México: ellos a diferencia nuestra, planificaron, abandonaron los dogmas y transformaron su sociedad y hoy tienen un nivel de vida (y deportivo) muy superior al nuestro”. Y concluíamos entonces: “no necesitamos de líderes paradigmáticos ni de visiones marcadas por un nacionalismo que se cree inédito y es sólo anacrónico, ni tampoco de “machos” que cumplan con ese destino autodesignado. Necesitamos de planificación y visión, necesitamos más de esa visión que algunos califican como femenina que piensa en el futuro y trabaja cotidianamente para lograrlo…no de machos que le “echan güevos” para justificar sus fracasos y traumas”.

Pasó un año desde entonces, y Hugo Sánchez ya no es técnico de la selección de fútbol: los “güevos”, la voluntad, los videos motivacionales no fueron suficientes para desarrollar una estrategia coherente de cara al futuro. Tampoco las mentiras cuando se contraponen con los números reales de su rendimiento. El mejor paralelo del mundo político con Hugo es López Obrador: un hombre que prometiendo esperanza y “güevos”, voluntad, nos prometía cambiar el país. Y que en pos de sus objetivos puede mentir, descalificar, recurrir al machismo y la xenofobia, porque se cree destinado a cumplir con un destino manifiesto. Sánchez creyó que nadie tenía mayores derechos que él para dirigir a la selección; López Obrador considera que el país está en deuda con él por no haberlo hecho presidente.

No sé que hará Hugo Sánchez en el futuro. Veo a López Obrador hoy quejándose de un bloqueo informativo y reclamando en las televisoras que no le dan los espacios suficientes cuando no existe un solo político en el país que haya recibido tantos minutos al aire en radio y televisión en los últimos meses, y además para realizar una campaña con base en una mentira: la supuesta privatización de Pemex. Como a Sánchez cuando criticaba a La Volpe, le han abierto a López los medios, los espacios, le han dado dinero, poder político para que mostrara su verdad: y nos hemos encontramos con un emperador que está desnudo.

Pero eso no quita que no pueda imponer su agenda. López Obrador fue en buena medida el responsable de haber arruinado las elecciones de su partido, el PRD, por imponer que “a güevo” ganara su candidato Alejandro Encinas. Para ello violó las normas internas, los estatutos, hasta su condición de líder que lo obligaba a tomar cierta distancia en el conflicto interno. Polarizó a sus propios militantes, acusó a unos y otros de desleales y a más de dos semanas de las elecciones internas, su partido no puede ni siquiera designar un ganador, terminar el cómputo de los comicios, porque si eso ocurriera resultaría que el ganador sería Jesús Ortega y eso es inaceptable para el lopezobradorismo. Cuando se lo interroga sobre ello, minimiza el conflicto o lanza un slogan “la patria es primero”.

Muchos dirán que es un error más, que se está desprestigiando al partido, que el PRD pierde votos y presencia con esta política. El punto es que a López Obrador no le interesan ni los votos ni la presencia legislativa, tampoco (si no tiene un control absoluto respecto a él) su propio partido. Le interesa, diría Hugo, demostrar que puede llegar al poder a “güevo” aunque se base en premisas falsas y mentiras rotundas, como la intención de privatizar Pemex. Y lo hace montándose en los errores y las insuficiencias de los que considera sus enemigos, incluyendo la presión para abrir espacios que no se ha ganado o en donde la indulgencia termina siendo la norma.

Para contrarrestar esa forma de hacer y entender la política, como para desbaratar el escenario que se había construido Hugo Sánchez como salvador del futbol mexicano, la única opción son los datos duros: la información fidedigna y contundente. Nadie podrá discutir con López Obrador sobre la no privatización de Pemex, porque cualquier medida que se adopte será interpretada y difundida por éste como una privatización, ya lo anunció públicamente hace más de un mes. No importa qué se haga: se opondrá, aunque lo designen director de la paraestatal. El tema debe pasar a la cotidianidad de la gente: si hay un tesoro escondido en el mar, en qué beneficiará a la ciudadanía, en qué hará la diferencia en la calidad de vida de los mexicanos, cómo se comprometen las autoridades para que esas reformas efectivamente hagan o no una diferencia. Se debe medir con base en resultados. Hugo Sánchez fue despedido porque los resultados no coincidieron con  los compromisos asumidos. El gobierno debe asumir compromisos claros con la ciudadanía respecto a los beneficios que otorgarán las reformas y a partir de ello, se deberán evaluar sus medidas. Lo demás termina girando en torno a una retórica imposible, porque simplemente se basa en una ficción, la de la privatización, misma que, hoy, nadie, ni en el gobierno ni en la oposición, está planteando.

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