López Obrador acabó con el PRD
Columna JFM

López Obrador acabó con el PRD

Es difícil entender cómo un político con la experiencia de Arturo Núñez no pudo descubrir a tiempo la trampa en la que se metía al aceptar coordinar el proceso electoral del PRD. En realidad, entre todas las posibilidades, hay una razón de fondo para ello: Núñez no conoce al PRD.

Es difícil entender cómo un político con la experiencia de Arturo Núñez no pudo descubrir a tiempo la trampa en la que se metía al aceptar coordinar el proceso electoral del PRD. En realidad, entre todas las posibilidades, hay una razón de fondo para ello: Núñez no conoce al PRD. Mejor dicho: conoce la superficie, pero no la trama de un partido que puede tener muchos puntos de contacto con el viejo priísmo, pero que viene de otra historia y de mecanismos de confrontación interna que no tienen, vaya paradoja, el elemento de disciplina que en última instancia, y a pesar de todos los pesares, es casi un gen presente en muchos priistas. Algo similar ocurre con Leonel Cota Montaño: el presidente saliente del PRD, llegó a ese cargo sin haber militado ni un día de su vida en el PRD. De colaborador de Humberto Roque Villanueva en el PRI pasó sin escalas al perredismo como candidato a gobernador de Baja California Sur (un estado donde el control más que partidario ha resultado ser familiar) y de allí a la dirigencia del PRD. No conoce, aún hoy, al partido en profundidad y ha sido superado por todos los eventos internos que se han dado en estos tres años, como Núñez fue superado por la dinámica de las corrientes en esta elección. Hay un dato adicional: a ambos los colocó en esa posición López Obrador, sabiendo perfectamente que Arturo no podría con la confrontación interna y que Cota Montaño sería un personaje manejable por su principal y único elector, como ha sucedido.

López Obrador no quiere molestias en el liderazgo de su movimiento. Por eso ha alejado sistemáticamente a cualquiera que pudiera no sólo competir, sino siquiera opinar en contrario. Así traicionó a Cuauhtémoc Cárdenas y a Rosario Robles y se terminó apoyando en personajes de baja estofa como los Bejarano o los Fernández Noroña; así su oradora de cabecera resulta Rosario Ibarra de Piedra, que nunca estuvo cerca del PRD. Sus operadores resultaron ser Manuel Camacho y Porfirio Muñoz Ledo, dos hombres con trayectoria controvertida pero propia pero que dependen políticamente por entero del apoyo que les pueda brindar López Obrador. Encinas es hoy su candidato a presidir el partido porque arrojó por la borda su prestigio político cuando decidió, como jefe de gobierno, actuar como un disciplinado seguidor de su jefe en lugar de respaldar los derechos de la ciudadanía en la capital. Jesús Ortega y Nueva Izquierda, así como las corrientes de izquierda que se nuclearon en torno a Alfonso Ramírez Cuellar o Camilo Valenzuela, tienen voces y pesos propios en la política nacional, por ende no sirven a sus designios. Los gobernadores, incluyendo pese a lo que él cree, Marcelo Ebrard, tampoco cuentan: se disciplinan o no existen para el caudillo.

¿Por qué fracasó tan estruendosamente esta elección del PRD?. Primero, porque era claro que López Obrador (si no se daba un triunfo arrollador de su candidato, Encinas), no aceptaría de ninguna forma que el partido estuviera liderado por Ortega. Por eso las reventó desde el inicio. Siempre las elecciones internas del PRD han sido conflictivas. Pero nunca se presentó una situación como la actual. La principal diferencia y lo que permitió que de todos esos procesos el PRD saliera lastimado pero no roto, fue que el liderazgo real del partido recaía en Cuauhtémoc Cárdenas, y éste nunca se volcó, abierta y públicamente, a favor de uno de los candidatos. Por supuesto que tuvo preferencias, pero Cuauhtémoc nunca apoyó, en público, a un candidato. Eso dio siempre posibilidades de negociación e intermediación. Ahora no fue así: al apoyar López Obrador públicamente (y además de manera ilegal, porque sólo el financiamiento de las famosas cartas de AMLO violaban de tal forma la norma interna que si cualquiera de los otros candidatos hubiera exigido al Trife la anulación de la candidatura de Encinas, lo hubiera logrado sin contratiempos) a uno de los candidatos, rompió no sólo los equilibrios sino también la posibilidad de intermediación. López Obrador hoy no es, no quiere tampoco serlo y no sería aceptado, como interlocutor entre los distintos sectores involucrados en la lucha interna. Y el poder transferido a Núñez o Cota Montaño simplemente se esfumó, porque ninguno de los dos tiene peso e historia en el PRD sin López Obrador.

Eso es en el plano político: en el legal hay varios otros problemas que debe asumir el perredismo. Si no concluye el conteo, incluyendo todas las casillas. el proceso estaría a un tris de la anulación, sino es por la comisión de vigilancia del PRD por el Tribunal Electoral. Encinas se ha cansado de decir que eso no le importa porque no acepta la legitimidad del Trife, pero sí acepta, gustoso, las prerrogativas económicas y de todo tipo que le da el ser uno de los partidos políticos reconocidos por el sistema. A la larga, si no acepta las resoluciones del Trife o del IFE tendrá que ser sancionado. Esa es precisamente la estrategia de López para revitalizarse: repetir la lógica del desafuero. No importa si se violó o no la ley en la elección: lo que se dirá es que con las sanciones al PRD lo que se quiere evitar es que compita López. Pero esa es una estrategia que sólo sirve para él y sus incondicionales. Todos los políticos con peso propio en el PRD, con intereses e influencia real, quieren participar del conjunto del proceso político, incluyendo por supuesto el legislativo. Y por eso no habrá acuerdo en el PRD.

Con un punto adicional. Si la elección se anula, se tendrá que anular el conjunto de los comicios, o sea no sólo la elección de la dirigencia nacional sino también de las estatales. Habría un PRD absolutamente descabezado y con mandos interinos en casi todos los niveles. Imagine usted a quién le conviene esa situación, para que nadie interfiera en su liderazgo “legítimo”.

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