Un ridículo que une dos historias paralelas
Columna JFM

Un ridículo que une dos historias paralelas

Ridículo: grotesco, extravagante, risible, bufo, burlesco, tosco, caricaturesco, necio, desagradable. Todos esos y más son los sinónimos que aparecen en mi computadora cuando busco sinónimos para ridículo. Dice Ruth Zavaleta, una digna presidenta de la mesa directiva de la cámara de diputados, que fue inoportuno que el presidente Calderón calificara con ese adjetivo la toma de las tribunas por parte de un sector del PRD.

Para Pascal Beltrán del Río, y todos los ganadores del Premio Nacional de Periodismo

Ridículo: grotesco, extravagante, risible, bufo, burlesco, tosco, caricaturesco, necio, desagradable. Todos esos y más son los sinónimos que aparecen en mi computadora cuando busco sinónimos para ridículo. Dice Ruth Zavaleta, una digna presidenta de la mesa directiva de la cámara de diputados, que fue inoportuno que el presidente Calderón calificara con ese adjetivo la toma de las tribunas por parte de un sector del PRD. Y alguno de los hooligans de López dijo que se confirmó con ello la campaña de la ultraderecha en contra de su líder. Lo cierto es que debe doler, pero el adjetivo es preciso: el proceso interno del perredismo y la toma de las tribunas sólo pueden calificarse, siendo generosos, con el adjetivo de ridículo.

Es ridículo (extravagente, risible, caricaturesco) que haya una elección abierta en un partido y que a un mes y una semana no se pueda tener un cómputo completo, que se hayan hecho todo tipo de trampas, que el comité electoral haya renunciado porque no existen condiciones para realizar su tarea, que en dos ocasiones, rompiendo las reglas y faltando a la verdad, se haya intentado dar un albazo colocando a Alejandro Encinas como ganador de los comicios perredistas: la primera ocasión, el mismo 16 de marzo, basándose en dos exit poll que demostraron estar, por lo menos, equivocados. La segunda este fin de semana, cuando Leonel Cota Montaño, el más oscuro y débil presidente del PRD en toda su historia, salió del letargo para anunciar, primero, que no aceptaría continuar en ese cargo y segundo que el ganador era Encinas. ¿Con base en qué lo decía el ahora ex dirigente?. A un supuesto documento de un área de planificación de un comité (el de elecciones) que ya no existe, que da por concluido el cómputo con poco más del 83 por ciento de los votos. Es ridículo, porque nadie sabe dónde quedó el otro 16 por ciento que, según Jesús Ortega, son los que le darían la victoria. Lo cierto es que Cota Montaño que fue puesto en la presidencia del PRD por órdenes de López Obrador quería cumplir la última encomienda de su encargo y colocar a Encinas, como diera lugar, como presidente del partido, cuando no se han contado todos los votos. Es francamente ridículo todo el proceso, y es más risible aún cuando algunos dirigentes de ese partido quieren vender como una muestra de democracia y pluralismo, la elección más oscura que se ha realizado en partido alguno en el país desde la reforma de Reyes Heroles a fines de los 70.

Es ridículo (caricaturesco, desagradable) que se haya tomado la tribuna del congreso con el argumento de que se quería realizar un debate. Lo es por varias razones: el miércoles anterior a la toma de la tribuna, unas horas antes de ese hecho, ya se había llegado a un acuerdo para realizar ese debate, entre el PRI, el PAN y el PRD. Un numeroso grupo de legisladores fue a informarle al “líder” que se había alcanzado un acuerdo y Carlos Navarrete salió a los medios a decir que no habría acciones de resistencia y violentas mientras continuara ese diálogo. Pero Navarrete, González Garza y otros dirigentes habían sido, una vez más, engañados por López: a la una de la tarde, cuando en la Junta de Coordinación Política del Senado comenzaba la negociación final del cronograma y el temario del diálogo prometido, resultó que otro grupo de legisladores encabezados por Ricardo Monreal tomaba la tribuna del senado y otro, con Raymundo Cárdenas a la cabeza, la de la cámara de diputados: González Garza estaba en la reunión de la propia Junta de Coordinación de la cámara baja y Ruth Zavaleta presidía la sesión. Es ridículo decir que se exige un debate cuando el mismo ya estaba aprobado, se había anunciado así desde un día antes y el propio PRD, por lo menos sus coordinadores parlamentarios, estaban negociando los términos.

Es ridículo (necio, desagradable) que se siga insistiendo en el tema del debate cuando es público que a López no le interesa el mismo, ni tampoco las opiniones que allí se puedan verter. Cuando por primera vez le llevaron el tema del debate, López descalificó a sus coordinadores parlamentarios: les dijo textualmente que lo importante no era el debate sino “lo que venía después”. Por eso quería llevarlo hasta el mismo día del informe presidencial y proponía una condición que rompe cualquier norma legislativa: que hubiera un compromiso de que incluso concluido el debate, el congreso se comprometiera a no legislar: es ridículo. El propio Cuauhtémoc Cárdenas lo exhibió cuando dijo que en lugar de presentar una iniciativa contraria a la del gobierno, para poder discutirla en el congreso y sacar la mejor ley posible, el PRD había se decidido tomar las tribunas para impedir el propio debate.

Pero para completar este proceso grotesco, extravagante, necio (ridículo), una vez más, cuando se llegó a un segundo acuerdo en la comisión de energía, López volvió a condicionar todo a que los resultados del debate fueran los que quisiera, a no abandonar la “resistencia civil” y a impedir legislar en torno a la modernización de PEMEX. Es obvio que no interesa el debate, que no es importa lo que suceda con PEMEX. El tema es usar el petróleo para tratar de abonar a la desestabilización gubernamental y la parálisis de las instituciones, incluyendo el propio Partido de la Revolución Democrática que estará los próximos cuatro meses acéfalo. El problema, lo ridículo, no son los adjetivos que califican una proceso, sino el proceso en sí mismo. Y lo evidente no puede ocultarse.

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