México y EU, más allá de Mérida
Columna JFM

México y EU, más allá de Mérida

La interparlamentaria México-Estados Unidos sirvió para tomarse algunas fotos, hacer algunas declaraciones tronantes que fueron recogidas por la prensa nacional pero no por la estadounidense, llegar a acuerdos que no se van a cumplir, y volver a hablar de la Iniciativa Mérida como si cada una de las delegaciones utilizara un lenguaje imposible de comprender por la otra, y nada más. Mientras México tuvo en Monterrey a buena parte de sus legisladores más destacados en el tema, la delegación estadounidense fue de segundo nivel, menos de 20 legisladores y ninguno de los de peso en sus propios partidos.

La interparlamentaria México-Estados Unidos sirvió para tomarse algunas fotos, hacer algunas declaraciones tronantes que fueron recogidas por la prensa nacional pero no por la estadounidense, llegar a acuerdos que no se van a cumplir,  y volver a hablar de la Iniciativa Mérida como si cada una de las delegaciones utilizara un lenguaje imposible de comprender por la otra, y nada más. Mientras México tuvo en Monterrey a buena parte de sus legisladores más destacados en el tema, la delegación estadounidense fue de segundo nivel, menos de 20 legisladores y ninguno de los de peso en sus propios partidos.

Es lógico y es uno de los errores graves que han cometido, el gobierno y los partidos en el tratamiento de la Iniciativa Mérida. En realidad, poco importa, aunque se pueda agradecer, que el presidente Bush o el zar antidrogas, John Walters, o el subsecretario de Estado, nuestro conocido John Dimitri Negrioponte y hasta Michel Chertoff, el responsable de la seguridad interna, hayan elevado la apuesta y se hayan confrontado abiertamente con el senado de su país por los condicionamientos puestos a la Iniciativa Mérida, presentando una posición justa y solidaria con México. La importancia es relativa porque hoy el peso real de la Casa Blanca es marginal: por supuesto que nunca se debe subestimar el poder de un presidente y menos si es el de la Unión Americana, pero el hecho es que ante una presidencia debilitada, ya con candidatos en los dos grandes partidos, como John McCain (que lejos está de representar los mismos intereses de George Bush) y Barack Obama (todo un misterio respecto a su verdadera posición y relación con México y América latina), con una lucha por el congreso en la cual se pueden mover muchas posiciones en el tablero electoral, la mayoría de los legisladores están bastante poco atentos a la Iniciativa Mérida o cualquier otro tema de la relación con México, salvo que algún gesto, declaración o voto legislativo les pueda acercar apoyos en sus propias ambiciones políticas.

Y el hecho es que la relación con  México y la colaboración en la lucha contra el narcotráfico no está ni en el ánimo ni en la agenda de los partidos y la sociedad americana. Para la mayoría, México sigue siendo un lugar relativamente folclórico, ajeno y lejano a pesar de los 3 mil kilómetros del frontera. Y no es que las cosas se vean mejor o se tenga una mayor comprensión de la política interior de la Unión Americana desde este lado. El desconocimiento, la ignorancia es mutua e inexplicable para dos países que comparte historia, la frontera con la mayor movilidad del mundo, que tienen un intercambio comercial de decenas de miles de millones de dólares y que se necesitan mutuamente para salir adelante en la seguridad, el comercio, la estabilidad. Por supuesto que las élites de aquí y de allá lo comprenden y tratan de actuar en consecuencia. Pero cuando los intereses políticos lo dictan, nada parece más fácil o gratuito, es menos costoso, que acusar al vecino incómodo de uno u otro lado de la frontera.

No deja de ser significativo que en todo el torbellino que ha significado la candidatura de Barack Obama, no se haya puesto la atención suficiente en que el voto hispano y en particular el méxico-americano, no haya sido para Obama sino para Hillary Clinton, que terminó perdiendo una candidatura que hace unos meses nadie dudaba que estaba más que asegurada. Hillary tiene una comprensión bastante más clara de lo que sucede en México y América latina que Obama, y recibió el voto hispano, pero tampoco ha tenido una posición pública amigable hacia México. Paradójicamente, en la misma medida en que el presidente Bush la muestra, como ocurre en la Iniciativa Mérida, eso implica un alejamiento de sus adversarios internos y externos, que lo último que quieren es ser identificados con la política del presidente en turno, ya que consideran que les quita votos. Y eso se aplica tanto para Obama como para el propio Mc Cain, quizás de todos los que participaron en esta carrera, junto con el gobernador Bill Richarson, el que mejor comprenden lo que sucede de este lado de la frontera.

Barack Obama comenzó su campaña con una posición muy alejada de México y de América latina en general, con una visión de esa corriente llamada liberal del partido demócrata que cree que al sur del Río Bravo sólo hay una serie de gobiernos extraños, caprichosos, violadores de los derechos humanos y con pocas reglas del juego que se deban y puedan respetar. Es una visión exagerada, distorsionada de la realidad, que ha llevado a malas relaciones bilaterales y multilaterales, de personajes generalmente bien intencionados, como ocurrió con James Carter, cuya comprensión real de la región comenzó mucho después de ser elegido presidente, y en un contexto en el cual América latina, azotada por dictaduras militares y con personajes en México como López Portillo como contraparte, era mucho más entendible, en blanco y negro, que ahora.

Pero Obama ya ha mostrado otra cara desde que se comenzó a consolidar como candidato y a entender que el voto hispano de Hillary podría irse, aunque fuera en un porcentaje importante, con McCain (como le ocurrió a Kerry en la disputa con Bush hace cuatro años) si el propio Obama no transformaba su discurso. Y para Obama la carta a la que mejor puede apostar es México. Por eso su discurso de Miami del 23 de mayo, en el que dio un giro de 180 grados en muchas de sus posiciones e incluso un explícito apoyo a la Iniciativa Mérida, planteando que la misma debía ir mucho más allá en la colaboración con México. Eso, o el apoyo de Mc Cain para varios temas de seguridad y migratorios, es más importante que las declaraciones, solidarias pero insuficientes, de quienes ya han comenzado a irse o quienes están disputando sus posiciones sin pensar qué sucede al sur de su país.

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