Tasas y gasolinas: los puntos rojos de la economía
Columna JFM

Tasas y gasolinas: los puntos rojos de la economía

No soy, la enorme mayoría de nosotros no lo somos, un experto en temas como los subsidios o la fluctuación de las tasas de interés. Pero uno de los hombres que sin duda más conoce sobre el tema es Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, quien estuvo en ese cargo desde finales de Ronald Reagan hasta el actual gobierno de George Bush, y quien acaba de publicar un libro biográfico titulado La era de lasturbulencias.

No soy, la enorme mayoría de nosotros no lo somos, un experto en temas como los subsidios o la fluctuación de las tasas de interés. Pero uno de los hombres que sin duda más conoce sobre el tema es Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, quien estuvo en ese cargo desde finales de Ronald Reagan hasta el actual gobierno de George Bush, y quien acaba de publicar un libro biográfico titulado La era de las turbulencias. El texto tiene uno de sus ejes, precisamente, en la relación entre el poder ejecutivo, en este caso de Estados Unidos, y la Reserva Federal, nuestro equivalente del Banco de México, y como éste, un organismo autónomo y cuya responsabilidad es controlar la inflación y la salud monetaria del país.

Greenspan fue un liberal del partido republicano, trabajó con Nixon aunque no le simpatizaban los trazos oscuros de su carácter, fue designado por Reagan pero nunca pudo mantener una buena relación con George Bush padre ni tampoco con su hijo. Su relación, sin embargo, la califica de excelente, y no deja de prodigar todo tipo de elogios sobre Bill Clinton, por su entendimiento de la economía y la adaptación a los nuevos tiempos, sobre todo asumiendo costos que, a mediano plazo, transformaron la economía y generaron una era de prosperidad inédita en EU. Greenspan comprendía la tensión que existe entre el ejecutivo y el banco central, pero siempre defendió su autonomía de las presiones lógicas, las califica él, a que se ve sometido el presidente de la Fed. Pero también sabe, dice el libro, que si la relación se tornaba intransitable, no podría cumplir con su tarea.

Dice Greenspan en una parte de su libro, y ante las presiones que la crisis rusa de fines del siglo pasado generaba, cómo decidieron en la Fed reducir las tasas de interés para sortear la posibilidad de un contagio masivo en la economía de su país. “En lugar de consagrar toda nuestra energía a la consecución del mejor pronóstico único y luego apostarlo todo a eso, basamos nuestra respuesta política en una serie de hipótesis posibles…se trataba de un tipo de sacrificio nuevo para nosotros. Considerábamos aquel acontecimiento una amenaza mayor para la prosperidad económica que el aumento de la inflación que podría provocar un dinero más fácil (por la reducción de las tasas de interés)…hay economistas, sigue Greenspan, que siguen sosteniendo que un enfoque semejante de la política resulta demasiado indisciplinado: excesivamente complejo, en apariencia discrecional, difícil de explicar. Quieren que la Fed fije los tipos de interés en función de parámetros y reglas formales…estoy de acuerdo en que sólo pueden trazarse políticas sensatas con la ayuda de unas estructuras analíticas rigurosas. Pero con demasiada frecuencia tenemos que trabajar con datos incompletos y defectuosos, un miedo humano irracional y una claridad legal inadecuada. Por elegante que se haya vuelto la econometría actual, no está a la altura de la tarea de ofrecer prescripciones de política. La economía mundial, concluye, se ha vuelto demasiado compleja e interconectada. Nuestro proceso ejecutivo debe evolucionar en consonancia con esa complejidad”.

Allí está el punto central de debate sobre temas tan delicados como si deben reducirse las tasas de interés, como lo sugiere la presidencia y no le gusta al Banco de México, o si se debe mantener un subsidio a la gasolina, aunque cueste parte de los excedentes petroleros, para no provocar una estampida inflacionaria y/ o una crisis política. En términos estrictos ni se deberían bajar las tasas de interés, porque existe un peligro inflacionario, ni tampoco subsidiar la gasolina para que sea el mercado el que imponga su precio real utilizando esos recursos para otros objetivos.

La pregunta, como la hace Greenspan, es si esos parámetros pueden ser tan concluyentes como para fijar las decisiones políticas y determinar si es más peligroso apegarse estrictamente a ellos que bajar las tasas o subsidiar la gasolina en el momento en que el petróleo se encuentra en el nivel más alto de su historia. No es una respuesta sencilla: a lo largo del citado libro, Greenspan cuenta cómo, en muchas ocasiones, mantuvo políticas restrictivas que lo llevó a enfrentamientos con los presidentes en turno, sobre todo con George Bush padre, quien incluso lo terminó responsabilizando de su derrota electoral ante Bill Clinton.

Me resultaría imposible dar una respuesta técnica a la pregunta pero sí se pueden percibir dos cosas: políticamente, nada sería más costoso para la estabilidad social que un aumento de la gasolina que la coloque a precios de mercado, porque simplemente haría inviable la estabilidad inflacionaria y social. Si con ese esfuerzo ésta se mantiene estable quizás sería aconsejable bajar las tasas de interés para facilitar el crédito y activar la economía. Incluso sin una decisión pública, utilizando una parte pequeña de las reservas monetarias, se podría lograr ese objetivo. En todo caso, el mismo tendría que ser reducir las tasas pero mantenerlas un poco por encima de las de Estados Unidos para seguir recibiendo capitales en un momento en el que la Unión Americana ha reducido el valor del dólar y el peso parece estar sobrevaluado. ¿Cómo hacer todo eso sin romper la estabilidad y sin provocar un brote inflacionario?. Esa es la pregunta que el Ejecutivo por una parte y el Banco de México por la otra, deben responder.

En todo caso, para alcanzar esos puntos de equilibrio, la relación personal es clave. El propio Greenspan cuenta cómo podían encontrar salidas a esos conflictos con Robert Rubin, su amigo y secretario del Tesoro de Clinton, y le fue imposible lograrlas con Nicholas Brady, o con su jefe George Bush. Y algo de esto último parece estar ocurriendo entre Los Pinos y el Banco de México en estos días.

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