Administración Calderón, crisis y destino
Columna JFM

Administración Calderón, crisis y destino

Es verdad que, como sostuvo ayer el presidente Calderón, México se encuentra en una situación financiera y económica que le permite sortear mejor que en el pasado la inagotable crisis financiera que se ha desatado a partir de la caída del sistema estadounidense. Los bancos mexicanos en particular, están en buenas condiciones y nadie tendría porqué temer la pérdida de recursos invertidos o una devaluación brusca que modificara las cosas radicalmente. Incluso el movimiento del dólar en los últimos días parece ser más una espiral especulativa y un reflejo del temor de inversionistas internacionales que han buscado refugiarse en bonos estadounidenses de tasa fija que una oscilación natural del mercado: la subasta ayer de dólares pareció confirmarlo.

Es verdad que, como sostuvo ayer el presidente Calderón, México se encuentra en una situación financiera y económica que le permite sortear mejor que en el pasado la inagotable crisis financiera que se ha desatado a partir de la caída del sistema estadounidense. Los bancos mexicanos en particular, están en buenas condiciones y nadie tendría porqué temer la pérdida de recursos invertidos o una devaluación brusca que modificara las cosas radicalmente. Incluso el movimiento del dólar en los últimos días parece ser más una espiral especulativa y un reflejo del temor de inversionistas internacionales que han buscado refugiarse en bonos estadounidenses de tasa fija que una oscilación natural del mercado: la subasta ayer de dólares pareció confirmarlo.

Pero también es verdad que, como en todo, se trata de una cuestión de percepciones. Y habrá afectaciones que como también se dijo ayer, no se pueden ocultar: está el tema de las remesas (cuya reducción será importante pero seguirán estando en aproximadamente 20 mil millones de dólares, una cifra que no es en absoluto despreciable); el alza, por lo menos en estos meses, de algunas tasas de interés para distintos servicios; un aumento de precios controlado pero significativo; una caída de las exportaciones y, sobre todo la caída del precio del crudo: quienes se dieron el lujo de perder todo un año en debates inútiles en el congreso sobre el futuro del petróleo podrán ver ahora como el precio del barril, de la misma manera que había subido a precios estratosféricos, puede ahora caer a la mitad de su valor en semanas, mientras nuestra producción disminuye al mismo ritmo que nuestras reservas.

Ayer el presidente Calderón presentó un proyecto económico de contraflujo que puede convertir la crisis en oportunidad y, además, ajustar una serie de desequilibrios que se habían acumulado en los últimos años, apostando, ante el entorno internacional desfavorable, por el mercado interno y la inversión, sobre todo, en infraestructura. El plan propuesto tiene muchos capítulos importantes y que difícilmente pueden ser cuestionados, desde la inversión en una nueva refinería (que costará 12 mil millones de pesos) y una serie de medidas para Pemex, independientemente de lo que ocurra con la reforma energética aún en ciernes (es fundamental la absorción o pago de los PIDIRIEGAS y liberar la posibilidad de inversión de la propia paraestatal hasta en 78 mil millones de pesos), hasta la inversión de 53 mil millones de pesos en infraestructura. Se trata de medidas ampliamente compartibles y que permiten demostrar, por una vez, que todos los ajustes económicos realizados en el pasado pueden tener un beneficio tangible para la gente a contraflujo de la crisis financiera internacional. Esta golpeará las finanzas nacionales y la economía real, pero con este tipo de medidas se pueden imponer condiciones diferentes que hagan mucho más suave el tránsito por la tormenta financiera.

Es importante porque en nuestro caso la crisis financiera se suma a muchos otros desafíos: a la crisis de la seguridad; a la política; a los intentos desestabilizadores, como lo vemos con claridad en Morelos y el DF; a la crisis de algunos partidos y a una falta de confianza de la ciudadanía, cada vez mayor, en todos los actores políticos.

La crisis es una oportunidad para dar la cara y plantear un nuevo rumbo, marcado por una política económica de contraflujo pero también por una política-política diferente. El gobierno federal está en condiciones de marcar, no sólo y como lo ha hecho en la economía, un rumbo distinto: es verdad que no tiene todos los instrumentos en sus manos como en el pasado y que incluso hay sectores de poder, desde el congreso hasta ciertos gobernadores, que están apostando a un debilitamiento aún mayor del ejecutivo federal en su propio beneficio Pero todavía tiene armas e instrumentos, políticos y económicos, como para poder volcar las expectativas hacia la política interna, el mercado nacional, el fortalecimiento de los programas sociales esenciales que permitan consolidar las instituciones y superar el mal momento de la economía internacional, y de paso, aislar a los grupos desestabilizadores.

Se requieren para ello cambios: en el rumbo, en las formas de ejercer el poder y sin duda también en los equipos de gobierno. Si se está en una guerra contra el narcotráfico que no es asumida como tal por otros actores políticos, si se está en una crisis internacional de consecuencias difíciles de prever, si existen grupos desestabilizadores que son cobijados por algunas fuerzas políticas pensando que algún provecho sacarán de ello, se debe responder a esos desafíos y establecer un equipo leal pero también más abierto, más operativo, con mayores y mejores expresiones políticas y trascender  desde el gobierno la camisa de fuerza de la configuración partidaria.

Ello permitiría, y de alguna manera lo vimos con el programa presentado ayer, tener a un presidente con más y mejores operadores, de forma tal que el ejecutivo pueda ejercer su responsabilidad con mayor margen de maniobra y más profundidad política.

Se podrá argumentar que en el panismo u otros sectores no recibirán esas medidas con beneplácito, incluyendo la intervención del Estado en forma mucho más firme en la economía. Puede ser, pero el PAN primero tiene que asumirse como lo que es: un partido en el poder, tiene que comenzar por defender sus bastiones tradicionales, como no lo hizo en Taxco, en lugar de pelear por posiciones en los equipos en el poder. El PAN se tiene que convertir en un partido competitivo y dejar que el gobierno haga su tarea. En última instancia será de allí de donde se beneficiará políticamente, a veces no lo comprende. El gobierno federal, ante la crisis, tiene una gran oportunidad, y no sólo en lo económico. No debería dejarla pasar.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil