La crisis de la incertidumbre
Columna JFM

La crisis de la incertidumbre

Ayer se realizó el último de los debates entre John McCain y Barack Obama y no hubo, no tenía por qué haberlas, sorpresas: cada uno de ellos, aunque se enfocaron sobre todo en la crisis financiera que vive su país y se ha contagiado al resto del mundo, se mantuvo en las posturas tradicionales de su respectivo partido. Se concentraron en temas fiscales y en los apoyos que le brindarán a la gente, tratando de mantener a sus electores y de no cometer errores a dos semanas de los comicios. Si las cosas continúan así, tampoco habría sorpresas si el ganador del 4 de noviembre es Barack Obama.

Ayer se realizó el último de los debates entre John Mc Cain y Barack Obama y no hubo, no tenía porqué haberlas, sorpresas: cada uno de ellos, aunque se enfocaron sobre todo en la crisis financiera que vive su país y se ha contagiado al resto del mundo, se mantuvo en las posturas tradicionales de su partido. Se concentraron en temas fiscales y en los apoyos que le brindarán a la gente, tratando de mantener a sus electores y de no cometer errores a dos semanas de los comicios. Si las cosas continúan así, tampoco habría sorpresas si el ganador del 4 de noviembre es Barack Obama.

El problema es que en un mundo económico marcado por la desconfianza, los mercados internacionales tampoco saben a ciencia cierta qué hará Obama e incluso quiénes serán sus economistas de cabecera. Por lo pronto, el propio Obama ha comenzado a ofrecer algunas entrevistas sobre el tema donde quiere erradicar la imagen de un político intervencionista y destacar que mantendrá un manejo ortodoxo de la economía. Paradójicamente lo que Obama y muchos en el mundo le critican a Bush ha sido el desastroso manejo de la crisis, basado en una sucesión tardía de reacciones a los eventos que se podrían haber previsto y evitado, sobre todo la quiebra de Lehmann Brothers, con gravísimas consecuencias en todos los niveles.

La lectura que deja todo esto es que no habrá, hasta después de las elecciones del 4 de noviembre, un ambiente de relativa calma para que se estabilicen los mercados internacionales. No tienen porqué hacerlo cuando ven a la Casa Blanca relativamente paralizada y que la mayoría de las iniciativas para salir de la crisis están viniendo del primer ministro Gordon Brown de la Gran Bretaña, y en menor medida de la alemana Angela Merkel y el francés Nicolás Sarkosi. En los hechos, Estados Unidos ha ido detrás de esos países europeos en la aplicación de medidas de control ante la crisis.

El problema es que los tiempos pueden ser muy largos: dos semanas para las elecciones pero luego casi tres meses hasta la toma de posesión del 20 de enero del 2009. En ese periodo quien gane las elecciones tendrá que tomar el control de la economía: ¿lo permitirá las Casa Blanca de Bush sobre todo si el ganador es Obama?. Se trata de un momento complejo, quizás sólo equivalente, ante lo volátil de la situación durante esos meses de transición (aunque el desafío estuviera entonces en la seguridad nacional y no necesariamente en la economía), al de la transición entre James Cartes y Ronald Reagan, en plena crisis de los rehenes en Irán en 1979, cuando Carter ya no tenía los resortes reales del poder en sus manos y Reagan tampoco había podido hacerse de ellos. Fueron tres meses larguísimos para la política exterior estadounidense y la estabilidad internacional. Ahora será peor, porque lo que está en juego es la economía de todas las naciones. Quizás por eso, los líderes europeos, sobre todo Sarkosi han insistido en que debe haber una cumbre en New York (“donde comenzó todo”, dijo el presidente francés para dejar claro a quién hace responsable de la crisis) a mediados de noviembre, asumiendo que, para esa fecha, ya habrá un presidente electo en Washington que pueda hacerse cargo de los acuerdos de cara al futuro.

De este lado de la frontera, las cosas en ese periodo de transición tampoco serán fáciles. Primero porque sigue sin quedar claro cuál es el orden de prioridades sobre todo de Obama respecto a México, muy probablemente lejos hoy del centro de sus preocupaciones. Y sin bien las medidas anunciadas y que comienzan a ser aprobadas por el congreso pueden permitir capear el temporal, cuando más tiempo pase para la estabilización de los mercados, mayores serán los costos potenciales internos. Y mayor también la utilización política de la crisis.

El tema, por ejemplo, de la especulación con el peso, luego de la fuerte subasta que tuvo que realizar la semana pasada el Banco de México generó una serie de reacciones que se concentraron en la presunta maniobra especulativa que realizaron un grupo de empresarios para cubrirse, ante adeudos muy importantes en dólares. Como aquí hemos dicho, ello no es ilegal, aunque camine, sobre todo en el caso de Comercial Mexicana, en el filo de la misma (en todo caso el problema de esta empresa no es que haya intentado cubrir sus adeudos, sino que no informó a los accionistas ni a la bolsa la magnitud de sus operaciones en derivados, que superaban en mucho su flujo de recursos anual). No hubo, como dijo Guillermo Ortiz un ataque especulativo contra el peso, pero en eso se hubiera convertido si no se hubiera contado con las reservas suficientes para hacerle frente a la demanda de dólares. Y en ese contexto, algunos de los que especularon ganaron con ello, pero muchos otros terminaron perdiendo y la volatilidad actual se explica por la inquietud por equilibrar sus números, además del hecho de que el  propio Banco de México y las autoridades hacendarias consideran que en las siguientes dos semanas, podrán terminar de deshacer todas esas maniobras de alto riesgo que ponen en peligro las empresas y las finanzas nacionales.

En realidad, con detalles y algunos errores puntuales, el manejo financiero que ha tenido el país en todo este entorno de crisis, ha sido el adecuado. Quedan, como decíamos, algunos aspectos que deben atenderse, desde la garantía de los depósitos (aunque todos los actores con los que hemos hablado, tanto del sector privado como público insisten en que no debe haber peligro alguno para ellos en el actual contexto) hasta establecer una política con las tasas de interés que dependerá del entorno global y de los programas que se adopten en términos nacionales para que sigua fluyendo el crédito sin fomentar la inflación.

Pero el periodo más delicado para todo este proceso será de aquí al 4 de noviembre: será el momento en el que no habrá certidumbres sino apuestas, y éstas siempre son peligrosas.

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