López el principal enemigo del PRD
Columna JFM

López el principal enemigo del PRD

Es verdad, la reforma petrolera es pequeña respecto a lo que se necesitaba, no alcanza a cubrir las exigencias que el país demanda en este ámbito, pero ha logrado convertirse en un éxito político del gobierno federal y de una parte del congreso cuando todo indicaba que terminaría siendo percibida como un triunfo, sobre todo, perredista.
En apenas doce horas, lo que era un triunfo perredista se tornó en un ejemplo más de intolerancia, violencia, irracionalidad ante lo que su atormentado ex candidato presidencial calificaba como una derrota. Y al abandonar esa bandera, la misma fue tomada, con toda lógica, por el PAN y el PRI que reivindican como propia una reforma y un triunfo que, en realidad, tenía en el perredismo moderado a uno de sus principales actores.

Es verdad, la reforma petrolera es pequeña respecto a lo que se necesitaba, no alcanza a cubrir las exigencias que el país demanda en este ámbito, pero ha logrado convertirse en un éxito político del gobierno federal y de una parte del congreso cuando todo indicaba que terminaría siendo percibida como un triunfo, sobre todo, perredista.

Si en dos años, López Obrador ha dilapidado el capital político acumulado en los comicios del 2006, lo que logró en apenas una semana supera todo lo anterior. La reforma petrolera estaba discutida y acordada por los partidos y sus principales líderes parlamentarios desde 2007 y los acuerdos estaban ya muy avanzados en febrero e incluso la salida de Francisco Ramírez Acuña de gobernación y la llegada de Juan Camilo Mouriño (que venía trabajando ese tema en la oficina de la presidencia), tuvieron relación con los ajustes finales de esa propuesta. Pero antes de que la misma se diera a conocer, para reventar los acuerdos y de paso apoyar a su candidato en el proceso interno del PRD, Alejandro Encinas, López Obrador denunció la privatización de PEMEX (aunque la propuesta consistía casi en lo mismo que él mismo había propuesto en su plataforma electoral): era una mentira más, nunca se planteó la privatización de PEMEX ni de ninguna de sus partes, lo máximo que se planteaba en la reforma original era la posibilidad de que el capital privado construyera refinerías y ductos (por cierto las refinerías de PEMEX, dentro del país, se acaba de anunciar, tienen pérdidas por unos 45 mil millones de pesos, mientras que la que tiene con el capital privado en Houston, de donde provienen el 40 por ciento de las gasolinas que utilizamos en México, tienen números negros, con la única diferencia de que es allí donde se crean las fuentes de trabajo y se canalizan los impuestos). Una mentira más, pero redituable, se adicionó con el caso de los contratos de transporte de la empresa de la familia de Mouriño, otro acto legal, pero políticamente atacable como una demostración de los intentos de “privatización” de la empresa. Como el 16 de marzo era la elección interna del PRD y el 18 el 50 aniversario de la expropiación petrolera, se fueron postergando las fechas y las negociaciones se estancaron. Finalmente el 8 de abril el presidente Calderón presentó su iniciativa y cuando iba a comenzar su análisis en comisiones, el lopezobradorismo ordenó tomar las tribunas del congreso aún con el rechazo de la mayoría de la bancada parlamentaria del PRD. Y en medio de la disputa poselectoral interna el perredismo se terminó plegando a las órdenes de López. Este exigió foros y los foros se hicieron. Primero iban a durar un mes, para que la iniciativa pudiera evaluarse en un periodo extraordinario. Se concedieron tres meses y 22 foros: por el PRD el exponente más importante, y quien terminó imponiendo la huella más profunda en la reforma que se aprobó fue Cuauhtémoc Cárdenas. López Obrador, invitado a participar, lo rechazó. El no está para exponer ideas y debatir.

Se había llegado al acuerdo de que terminados éstos foros en la primera semana de agosto se analizarían los dictámenes en comisiones para votarlos antes del inicio del periodo ordinario el primero de septiembre. El PRD dijo que no, que quería más tiempo. Se lo volvieron a conceder. A todo esto el PRI presentó su iniciativa petrolera, y el PRD anunció que presentaría la suya: creó, designado por López, un grupo de expertos que presentó dicha propuesta. Y comenzó el periodo ordinario: en el trabajo en comisiones, queda casi el 80 por ciento de la propuesta calderonista, pero en varios capítulos esenciales, lo que se impone es la visión del PRI y del PRD. El tricolor le dio un sentido global a la reforma, mientras que el PRD logró colocar más del 60 por ciento de sus propias propuestas en la que terminó siendo aprobada en comisiones. El grupo de expertos perredista, no sólo sus senadores, le dieron el visto bueno a las iniciativas aprobadas y recalcaron que no había ningún rasgo privatizador. Carlos Navarrete y Graco Ramírez dijeron que se había derrotado la propuesta privatizadora y que era un triunfo del PRD (y lo era, el primero en esta legislatura). Pero López decidió que la reforma no le gustaba, que le faltaban “doce palabras” y que quienes la habían votado, incluyendo sus compañeros de partidos eran “mayordomos de los poderosos y sirvientes del extranjero” y convocó a impedir la votación en el congreso.

En apenas doce horas, lo que era un triunfo perredista se tornó en un ejemplo más de intolerancia, violencia, irracionalidad ante lo que su atormentado ex candidato presidencial calificaba como una derrota. Y al abandonar esa bandera, la misma fue tomada, con toda lógica, por el PAN y el PRI que reivindican como propia una reforma y un triunfo que, en realidad, tenía en el perredismo moderado a uno de sus principales actores.

Si el jueves en el Senado el papel de López había sido ridículo, el martes en San Lázaro se superó. Exigió ser recibido. En el límite de la legalidad interna, la mesa directiva decidió hacerlo, con el compromiso de que se realizara la sesión con normalidad. López no aceptaría ni preguntas ni cuestionamientos. Leyó, durante 45 minutos, un discurso vacío donde le dedicó al tema petrolero menos de cinco. Y cuando terminó, violando otra vez los acuerdos, los suyos tomaron la tribuna. El resto de la historia es conocida: hubo sesión y los siete dictámenes de la reforma se aprobaron y fueron festejados como un triunfo por el PRI y el PAN. Los lopezobradoristas se quedaron hablando solos de la privatización, mientras que la mayoría del PRD abandonaba el salón cabizbaja, derrotada, cuando había tenido su mayor triunfo político en años. Me decía Ruth Zavaleta que no podían seguir convirtiendo triunfos en derrotas. Tiene razón, pero para eso tienen que deshacerse de su principal enemigo: y ese lo tienen, aún, en casa.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil