Las horas decisivas del sexenio
Columna JFM

Las horas decisivas del sexenio

En el emotivo homenaje que encabezó ayer el presidente Calderón en el Campo Marte a Juan Camilo Mouriño, José Luis Santiago Vasconcelos, Miguel Monterrubio y los demás funcionarios que fallecieron el martes pasado, hubo, como era previsible e incluso deseable, un discurso presidencial que se basó, sobre todo, en tres aspectos: la lealtad, la amistad y el compromiso generacional. La lealtad, que siempre ha sido un aspecto central para el presidente Calderón, destacada esta vez con un acento particular en la denuncia del acoso y las calumnias que sufrió Mouriño. La amistad que marcó la relación entre ambos y que ayer, como el martes en la noche, volvió a ser expuesta pública, abiertamente, por el Presidente, y dio espacio, incluso, para apartar, por lo menos ayer, el protocolo y las jerarquías en las guardias de cuerpo presente. Y el compromiso generacional, aunado, en este discurso, a un compromiso simultáneo con el diálogo y la democracia.

En el emotivo homenaje que encabezó ayer el presidente Calderón en Campo Marte a Juan Camilo Mouriño, José Luis Santiago Vasconcelos, Miguel Monterrubio y los demás funcionarios que fallecieron el martes pasado, hubo, como era previsible  e incluso deseable, un discurso presidencial que se basó, sobre todo, en tres aspectos: la lealtad, la amistad y el compromiso generacional. La lealtad, que siempre ha sido un aspecto central para el presidente Calderón, destacada en esta ocasión con un acento particular en la denuncia del acoso y las calumnias que sufrió Mouriño. La amistad que marcó la relación entre ambos y que ayer, como el martes en la noche, volvió a ser expuesta pública, abiertamente, por el presidente y dio espacio, incluso, para apartar, por lo menos ayer, el protocolo y las jerarquías en las guardias de cuerpo presente. Y el compromiso generacional, aunado, en este discurso, a un compromiso simultáneo con el diálogo y la democracia.

Con todo, con la tristeza, con la voz que en algún momento intentó quebrarse, con la congoja que envolvía el ambiente, la sensación de fragilidad (la humana, que va mucho más allá de lo político), la ceremonia de ayer hay que entenderla como el fin de una etapa en el gobierno de Felipe Calderón. El presidente pidió mirar hacia el futuro y trabajar para tener en él un México próspero y justo. También un México unido. Y la tragedia debe servir para ello. Porque la vida y la gestión de una administración deben continuar, pero ya mucho no será igual.

Hace algunas semanas decíamos que llegando al segundo año de su gobierno, el presidente Calderón parecía decidido a mover fichas, pero sobre todo, y eso era más importante, quería colocarlas sobre un nuevo tablero. Los hechos del martes obligarán, necesariamente, a hacerlo, quizás antes y sin la gradualidad y la ponderación que puede dar el tiempo, sin el abanico de posibilidades que éste otorga. Tendrá que haber cambios, pero antes habrá que tener claridad sobre lo que sucedió. El presidente, si bien las investigaciones parecen inclinarse por un accidente, se ha cuidado, y ha hecho bien, en calificar lo sucedido, ha dicho que habría una investigación exhaustiva incluyendo todas las posibilidades e incluso ha decidido dar a conocer públicamente parte de la información pero también la ha enviado para su análisis a los centros de investigación aeronaútica más reconocidos del mundo. El miércoles, a las 11 de la noche, salieron hacia Washington las dos cajas que contienen la información sustantiva de lo sucedido con el Lear Jet 45 durante todo su trayecto. Allí están las comunicaciones, ya conocidas, entre la torre de control y la tripulación, pero también está registrado el desempeño del equipo y se ha logrado rescatar otra caja que contiene la grabación de la tripulación y de lo sucedido en el avión, independientemente de las comunicaciones abiertas. Todo ello ha sido enviado a Estados Unidos para que el peritaje internacional, con base en esa información, proporcione la versión de lo realmente sucedido. Hasta ahora, son muchas más las especulaciones que la realidad. Y de acuerdo con el conocimiento que el presidente Calderón tenga de los acontecimientos, tendrá que tomar las decisiones correspondientes.

En los hechos, se tendrá que decidir sobre varias opciones, que van mucho más allá de la definición del próximo titular de la secretaría de Gobernación. Esa es una posición clave del gobierno, pero se tendrá que definir, en esta coyuntura, qué características tendrán quienes ocuparán esas posiciones y cuáles serán sus responsabilidades concretas. En este sentido, se tendrá que decidir el perfil del secretario y con ello los equilibrios internos, no sólo en el gabinete sino con el resto de las fuerzas políticas.

El presidente Calderón tendrá que decidir si esa posición es para un militante panista que lo convierta en forma automática en un precandidato; si busca un hombre o una mujer que tenga un perfil independiente que lo aleje de la lucha sucesoria que, guste o no, ya está presente en los otros partidos y lo está también en el PAN, aunque la muerte de Juan Camilo modifica términos y posibilidades; tendrá que decir si continúa con la misma apuesta generacional o busca integrar a personalidades con mayor experiencia en su equipo; deberá decidir si para las elecciones del 2009 su apuesta será por el PAN, como partido, o por el futuro de su administración, lo que puede sonar parecido pero definitivamente no es igual. Si debe seguir apostando por el equipo compacto o llegó la hora de abrirlo hacia otras experiencias y lealtades de otro tipo.

Son muchas decisiones, son difíciles, son complejas, se deben tomar, además, en un momento en el cual la frialdad que requiere el gobernante se cruza con la emotividad de una tragedia inesperada. Pero en torno a esas decisiones se juega, en buena medida, el futuro del sexenio, la forma en la que se hará y se interpretará la política, la seguridad, la economía. Hace ya algunas semanas que resultaba evidente que el presidente Calderón se estaba preparando para iniciar el segundo tercio de su sexenio y la próxima elección federal desde una nueva perspectiva: como dijimos aquí no sólo colocando piezas en lugares diferentes sino incluso cambiando el tablero sobre las cuáles éstas se ubicarían. Ahora todo ello toma el carácter de urgencia, de la necesidad que sólo pueden otorgar las tragedias que marcan el destino de las personas y en ocasiones, como ésta, de las instituciones.

No es, en absoluto, un momento envidiable para hacerlo, pero al presidente Calderón y a su gobierno no le queda otra opción. Estamos viviendo, muy probablemente, los días más difíciles, complejos, pero también los más determinantes de su sexenio. Y para eso, regresando al principio, el presidente requiere tener la mejor y más fidedigna información de lo que sucedió el martes pasado.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil