La hora de Jesús Ortega
Columna JFM

La hora de Jesús Ortega

La decisión del Tribunal Electoral de reconocer el triunfo de Jesús Ortega a la dirigencia nacional del PRD es, sin duda, un acierto pero constituye, y eso es más importante aún, un elemental acto de justicia.

La decisión del Tribunal Electoral de reconocer el triunfo de Jesús Ortega a la dirigencia nacional del PRD es, sin duda, un acierto pero constituye, y eso es más importante aún, un elemental acto de justicia.

No cabe duda que la realización de elección internas es un método que el perredismo debe revisar con seriedad. Prácticamente nunca ha logrado ponerlo en práctica sin terminar al borde de la ruptura, con serios cuestionamientos internos y haciendo el ridículo político hacia el exterior. Esta ocasión no fue la excepción: las elecciones se realizaron el 16 de marzo, hace ya ocho meses. En el camino y a unas horas de los comicios, Alejandro Encinas, siguiendo el ejemplo de su jefe político López Obrador (¿qué habrá sido de aquel Alejandro Encinas que se forjó en las luchas de izquierda, serio, responsable, respetado y respetable?¿cuándo fue que se convirtió en un simple compañero de ruta de los López Obrador, los Bejarano, las Padierna? ¿cuándo perdió su sentido de Estado?), cuando apenas comenzaba el cómputo se declaró triunfador, aunque no había una sola cifra que avalara esa presunción. Cuando comenzaron a llegar los resultados fue evidente que el ganador no era Encinas sino Ortega, y entonces el lopezobradorismo comenzó a impugnar seriamente los órganos electorales internos. Como es costumbre entre el perredismo, el que terminó perdiendo fue el árbitro: Arturo Núñez (sigamos con las preguntas: ¿qué hacía un político como Arturo aceptando ser el árbitro de unas elecciones imposibles?¿no sabía que le cobrarían todas las afrentas reales o supuestas de los grupos en disputa?) tuvo que renunciar a la secretaría de elecciones, en parte por las presiones y también porque no quiso avalar el triunfo de Nuevo Izquierda y con ello concitar aún más el rencor de López Obrador. El tema fue a la comisión de garantías y allí, finalmente, para tampoco darle el triunfo a Ortega, decidieron mejor anular la elección, sabiendo que por la conformación del consejo habría un interino y de todas formas sería de Nueva Izquierda. Así fue y Guadalupe Acosta Naranjo se convirtió en presidente interino del PRD y podría haber permanecido en ese cargo hasta el 2010.

Pero el tema ya había sido llevado al Trife, y el Tribunal decidió que si bien el 22 por ciento de las casillas registraron irregularidades, eso no alteraba el resultado que era favorable a Ortega, porque si se anulaban esas casillas, la diferencia seguiría estando a su favor e incluso se ampliaría la diferencia respecto a Encinas. En otras palabras y repitiendo una vez más el esquema del 2006, en la elección federal: el lopezobradorismo se quejó de fraude y recurrió al Tribunal Electoral, y cuando éste investigó el caso, resultó que las mayores irregularidades estaban en el bando del denunciante que, por supuesto, como ocurrió entonces y sucede ahora, se siente agraviado y no reconoce la resolución de las autoridades.

Lo cierto es que en las próximas horas Jesús Ortega será el nuevo presidente nacional del PRD. Jesús lo ha buscado durante más de una década y siempre distintas fuerzas del perredismo se le cruzaron para impedirlo, incluso después de que durante la gestión como presidente de ese partido de López Obrador, Ortega, como secretario general había logrado los mayores éxitos para esa fuerza política. López lo frenó, como volvió a hacerlo en el 2005 colocando en su lugar a un Leonel Cota que jamás había militado, ni un solo día, en el PRD, e incluso lo bloqueó en la búsqueda de la candidatura al DF. En esta ocasión Ortega y su corriente habían acumulado suficiente fuerza propia como para evitar, una vez más, que una alianza extraña de enemigos comunes alineados en torno a López Obrador, evitaran que llegara a dirigir el partido.

¿Por qué les molesta tanto Jesús Ortega a ciertos sectores?. La razón está en su forma de hacer y entender la política. Con Ortega se puede o no estar de acuerdo en muchos temas, pero siempre se puede dialogar; es un político que acepta al otro; que sabe cuándo y cómo se puede llegar a acuerdos; que no está en la lógica del enfrentamiento y la movilización sino en la de obtener resultados. Algunos dirán que con eso abandona las banderas de la izquierda. En realidad es todo lo contrario: las banderas de la izquierda no tienen nada que ver con la violencia irracional, los insultos y las agresiones de los Fernández Noroña o personajes similares; con las descalificaciones violentas contra quien no piense igual; con la aceptación vertical y sin discusiones de las decisiones y caprichos del cuadillo en turno: todas esas características son sinónimo de las corrientes más conservadoras, más autoritarias, más populistas del pensamiento y la acción política. No tienen nada que ver con la izquierda, salvo que se considere que también lo son un José Stalin, un Kim Il Son o, llevado a nuestro terreno, un Luis Echeverría o un José López Portillo. El autoritarismo y la violencia son elementos que se relacionan con movimientos fascistoides, no con la izquierda. Esta construye, trabaja para la gente, busca mejores propuestas, quiere el poder en un espacio de pluralidad y tolerancia, lo fomenta en su partido y lo ofrece a la sociedad.

No sé si Jesús Ortega, desde la presidencia del partido que ha buscado durante tantos años, ofrecerá todo lo que no hemos visto en la mayor parte del PRD a lo largo de sus casi 20 años de existencia. Pero se acerca a ello, es conciente de que ese debe ser el camino a tomar y que la razón de ser de un partido político es buscar el poder pero para ello se deben respetar las reglas del juego democrático y unir, construir en lugar de destruir y desconocer. Eso lo convierte en una opción para algunos y en un peligro para los que han hecho de la movilización y la desestabilización una forma de vida. Construir acuerdos y ofrecer resultados es mucho más difícil que acarrear y prometer imposibles. Ese será su desafío.

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