La provocación tendrá una respuesta
Columna JFM

La provocación tendrá una respuesta

Se suele insistir en que la última trinchera del Estado mexicano en la lucha contra el crimen organizado son las fuerzas armadas. Es verdad: la Policía Federal es una entidad que todavía está en construcción y que por la falta de una visión de largo plazo de muchos actores políticos, no se han centralizado las funciones policiales, incluyendo el control de las policías municipales y estatales. Ello en parte impide que las fuerzas policiales tengan la capacidad de operación simultánea en todo el país que sería deseable. En algún momento se podrá contar con esa fuerza, pero en los hechos, la única institución con la capacidad de despliegue en todo el país, incluso su participación en la propia Policía Federal es fundamental, es el ejército mexicano, sumada la presencia muy importante de la marina en el mar territorial y en las costas.

Se suele insistir en que la última trinchera del Estado mexicano en la lucha contra el crimen organizado son las fuerzas armadas. Es verdad: la Policía Federal es una entidad que todavía está en construcción y que por la falta de una visión de largo plazo de muchos actores políticos, no se han centralizado las funciones policiales, incluyendo el control de las policías municipales y estatales. Ello en parte impide que las fuerzas policiales tengan la capacidad de operación simultánea en todo el país que sería deseable. En algún momento se podrá contar con esa fuerza, pero en los hechos, la única institución con la capacidad de despliegue en todo el país, incluso su participación en la propia Policía Federal es fundamental, es el ejército mexicano, sumada la presencia muy importante de la marina en el mar territorial y en las costas.

Decíamos ante el asesinato del general Mauro Enrique Tello Quiñones, que era un crimen que no podía ni debía quedar impune. No es una muerte más: es el general de más alto grado asesinado en esta lucha; era un hombre con 46 años de servicio; especialista en el tema; que contaba con la confianza de las autoridades, incluyendo el hecho de que había sido quien había logrado éxitos en la lucha contra el crimen organizado en Michoacán, la tierra del presidente y donde se lanzó el primer operativo contra la delincuencia organizada en este sexenio. Si a eso se agrega que el general Tello había sido injustamente procesado por un ajuste de cuentas político en 1997 y mantuvo la entereza en esos años difíciles, logrando el respeto sobre todo de sus compañeros de armas, no es en absoluto difícil comprender la magnitud de la provocación y también del error que cometieron quienes ordenaron ese asesinato.

Ayer el general Guillermo Galván, utilizó la celebración del 96 aniversario de la marcha de la Lealtad para reiterar que el ejército no se intimidará ante las provocaciones y la violencia (y a la muerte del general Tello se debe sumar el ataque en Fresnillo, Zacatecas, contra un vehículo militar) y destacó la necesidad de la participación ciudadana porque sin ella, “más temprano que tarde, nuestro arrepentimiento será irreversible”. El hecho es que el tono del discurso fue tan duro como el que utilizó, en la muy buena entrevista que le ofreció a Pascal Beltrán del Río, el presidente Calderón sobre ese tema. La muerte del general, dijo el presidente, “me indigna, me molesta, me entristece” y agregó, para romper con especulaciones, que a él “le quedaba claro una cosa: el general Tello estaba siendo contratado para depurar, para limpiar los cuerpos de seguridad quintanaroenses, específicamente en Cancún”.

No era esa una contratación más. El general había sido enviado a esa plaza estratégica para el crimen organizado. Una plaza que el subsecretario de seguridad pública, el general Del Real (con el que Tello Quiñones trabajó muchos años, y quien fue el jefe militar de la región en el momento más álgido del combate al narcotráfico en el sexenio del ahora detenido ex gobernador Mario Villanueva) y que ahora resultaba nuevamente clave para cortar una de las vías más importantes tanto para el ingreso de drogas, como para el consumo y el lavado de dinero.

Las características del crimen llevan también a la idea de que fueron personajes del gobierno, municipal y/o estatal, quienes literalmente “pusieron” al general en las manos de sus asesinos. Tello Quiñones acababa de pasar a retiro, de lo que no se había informado, para llegar a Cancún, estaba armando un grupo de élite para investigaciones especiales y apenas unas horas antes de su asesinato había sido presentado como asesor del presidente municipal Greg Sánchez a algunos de sus colaboradores. Terminada esa cena, el general, el teniente que era su ayudante y el propio jefe de custodias del presidente municipal (sobrino de éste además) fueron secuestrados, torturados y asesinados. Pasaron entre el fin de la cena y la aparición de los cuerpos apenas unas horas. No pudo ser una simple casualidad o un golpe de suerte de los grupos criminales. La conclusión obvia es que el general y sus colaboradores fueron entregados y que muy probablemente su ejecución tendría relación con los golpes que había logrado en Michoacán pero también como una medida para evitar que se ahondara en las investigaciones sobre la penetración de la delincuencia organizada en Quintana Roo. Resulta incomprensible que autoridades del estado hayan declarado, más de ocho horas después de que fueran encontrados los cuerpos que no sabían de la estancia del general en la entidad, o incluso que quizás estaba allí “vacacionando”. Se explica entonces porqué el jefe de seguridad pública en el municipio de Benito Juárez, Francisco Velasco Delgado, este siendo interrogado en la SIEDO a la hora de escribir estas líneas. Sobre advertencia no hay engaño: “la muerte del general Tello está asociada a lo que está ocurriendo en Cancún y lo vamos a arreglar a como dé lugar”, le dijo el presidente Calderón a Pascal, y para eso exigió la colaboración del gobernador y del alcalde.   Pero por eso mismo quienes cometieron este crimen se equivocaron. Ya se había abierto desde hace muchas semanas, aquí lo señalamos en su momento, una nueva etapa en la lucha contra el crimen organizado, que comenzó como una suerte de operación experimental en Nuevo León y se decidió implementar en el resto del país. En esa operación, la participación militar y el trabajo de inteligencia es fundamental. Se puede intimidar a muchas personas, pero intentar hacerlo con una institución como el ejército se transforma en una provocación que no puede quedar impune.  Y tendrá respuesta.

Por cierto con un asesinato similar, aunque de militares de menor graduación, comenzó el derrumbe de Mario Villanueva. También fue una muestra de arrogancia e insensatez.

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