Lo que resiste, apoya
Columna JFM

Lo que resiste, apoya

Sus oposiciones parecen haberle encontrado al presidente Calderón un mecanismo para evitar que realice cambios que su gabinete y el gobierno necesitan: simplemente lo piden, lo exigen y el cambio no se realiza. Se puede comprender que el presidente Calderón (o cualquier otro que quiera preservar su investidura) no desee realizar cambios forzado por sus opositores, pero tampoco puede mantener en su posición a personajes que podrán haber sido leales o eficientes en determinadas circunstancias pero que hoy debilitan en lugar de fortalecer el accionar gubernamental. En todo caso como decía don Jesús Reyes Heroles, en ocasiones hay que comprender que “lo que resiste, apoya”.

Sus oposiciones parecen haberle encontrado al presidente Calderón un mecanismo para evitar que realice cambios que su gabinete y el gobierno necesitan: simplemente lo piden, lo exigen y el cambio no se realiza. Se puede comprender que el presidente Calderón (o cualquier otro que quiera preservar su investidura) no desee realizar cambios forzado por sus opositores, pero tampoco puede mantener en su posición a personajes que podrán haber sido leales o eficientes en determinadas circunstancias pero que hoy debilitan en lugar de fortalecer el accionar gubernamental. En todo caso como decía don Jesús Reyes Heroles, en ocasiones hay que comprender que “lo que resiste, apoya”.

El caso Téllez es el más reciente. En lo personal no me cabe duda de que Téllez es un buen funcionario público aunque su manejo político no esté acorde a los casi cuatro sexenios que tiene ya de experiencia en el sector público. Con las famosas grabaciones de Luis Téllez no se pone de manifiesto delito alguno, aunque se confirma la falta de malicia política del funcionario, que trata temas personales y políticos con tanta ligereza por un medio por el que sabe que casi con seguridad estará siendo vigilado. En todo caso, el problema no son los dichos ni la ligereza: el problema es que la interlocución con varios de los principales actores en el sector ha quedado interrumpida, o lo estaba de tiempo atrás. Y aunque el gobierno mantenga con firmeza una posición e insista en ella, la interlocución debe continuar. Hoy no existe la suficiente interlocución y tampoco definiciones claras sobre a dónde se quiere llevar al sector. Ha habido, por eso mismo, graves conflictos internos (el pleito legal con la Cofetel, que en este espacio, desde que comenzó, dijimos que parecía demasiado costoso para los réditos que le daría al gobierno y así fue, o la salida de distintos funcionarios, entre ellos Purificación Carpinteyro) y la percepción es que el sector está paralizado, y no puede estarlo cuando es la piedra angular de las políticas anticrisis.

No creo que toda la responsabilidad sea de Téllez, quizás ni siquiera la percepción es correcta, pero el capital político que generaba el secretario parece estar agotándose. ¿Debe mantenerlo el presidente Calderón?¿no debería el propio Téllez dar un paso al costado para permitirle al presidente reconstruir el sector?¿tienen prospectos que realmente conozcan el área para reemplazarlo?. Vamos al fondo de las cosas: ¿es lo mejor mantener unido en una sola secretaría una gama tan amplia de cosas que van desde la construcción de carreteras y las grandes obras de infraestructura hasta la regulación de la telefonía celular o las concesiones de radio y televisión?. Las personas y el esquema deben revisarse. Y esta crisis puede ser una oportunidad para hacerlo, sobre todo si la revisión de personal va de la mano con la estructural.

Hay muchos otros casos. Por la razón que sea el secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas sigue despachando como titular de un sector en el que desde hace años no tiene interlocución con los principales grupos campesinos y ella tiene que pasar por otras dependencias. No le aporta al presidente. Incluso sus pocas apariciones (caso Slim o crisis del diésel) son desafortunadas o no tienen la oportunidad o la forma necesarias, quizás porque como ocurre con cualquier oficio cuando no se lo practica se pierde el ritmo. Lo cierto es que no pareciera que existan beneficios evidentes en mantenerlo, independientemente de los espacios de poder que el gobierno calderonista le quiere dar al panismo de Jalisco. Hay otras maneras menos costosas de hacerlo.

Hay otros secretarios cuyos nombres son prácticamente desconocidos por la opinión pública, se dirá que porque su función es técnica, pero lo cierto es que ningún secretario de Estado está en allí por razones meramente técnicas: en todo caso para ello existen muchas subsecretarías y coordinaciones de asesores. Los miembros del gabinete legal y ampliado, lo mismo que muchos gobernadores o dirigentes partidarios, deben ser los interlocutores políticos del presidente con amplios sectores de la sociedad. Y el presidente debe tener una amplia baraja de opciones ante cada caso para dar una respuesta, generar una alternativa, llegar a acuerdos y procesar rupturas. Hoy son muy pocas sus opciones ante los partidos, el congreso, los empresarios y los medios.

Ya hemos insistido sobre los funcionarios que viven en una zona de confort, en la que cumplen con sus responsabilidades, pero no arriesgan, apuestan al bajo perfil, no juegan por y para un proyecto. Son demasiados, en el primer y en el segundo nivel, y entonces cualquiera que, desde dentro del gobierno o el partido en el poder quiere dar una voz disidente, puede hacerlo sin mayores problemas y con mejores repercusiones que las oficiales, porque sabe que no tendrá consecuencias. Un ejemplo: el alcalde de Monterrey, Adalberto Madero que ya está negociando sobre todo con el PT, pero también con Convergencia y el PRD (y hasta el Verde) para que lo lleven de candidato a gobernador: ¿cuánto más esperará el PAN para separarlo de sus filas y deslindarse de los pésimos manejos administrativos y políticos del alcalde?.

La historia se repite en muchos otros ámbitos. Y pese a ello estamos ante un momento idóneo para realizar una serie de cambios: la crisis, los problemas no resueltos, la necesidad de eficacia e interlocución, las elecciones (incluso con la posibilidad de abrir espacios en las listas), deberían ser un incentivo para renovar el cuadro político. Y, quizás, aprender la lección de Obama, que ante las fallas en algunos nombramientos, incluyendo el de su padrino político, zanjó la discusión diciendo, simplemente, “es verdad, me equivoqué”. ¿Por qué? Porque un presidente, por definición, no le debe nada a nadie, y hoy hay personajes en y fuera del poder que creen que el presidente está en deuda con ellos.

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