Los desafíos del PRI
Columna JFM

Los desafíos del PRI

El PRI celebró sus 80 años imaginando, dentro de tres, su regreso a Los Pinos. Las encuestas, los medios, los especialistas, parecen estar convencidos de que así será. Es posible, aunque habría que recordar que, dos años antes de las elecciones de 2006, López Obrador parecía una fuerza política irresistible y, apenas un año antes de aquel 2 de julio, el PRI ganó el Estado de México con 50% de los votos y sus posibilidades parecían crecer en forma geométrica: se combinaron, la ruptura entre Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, con el escándalo de Montiel, seguido por la candidatura de Madrazo, para que terminara el priismo firmando la peor elección de toda su historia.
Hoy las cosas parecen ser diferentes. Entre los principales factores de poder de ese partido, parece existir conciencia de que, como ocurrió en 2006, sólo la lucha interna y las rupturas pueden impedir su regreso al poder y, el mismo, como se ha dicho, unifica. Sin embargo, existen otras tentaciones y cuestionamientos que el priismo deberá superar en ese proceso.

El PRI celebró sus 80 años imaginando, dentro de tres, su regreso en Los Pinos. Las encuestas, los medios, los especialistas parecen estar convencidos de que así será. Es posible, aunque habría que recordar que dos años antes de las elecciones del 2006, López Obrador parecía una fuerza política irresistible y que, apenas un año antes de aquel dos de julio, el PRI ganó el estado de México con el 50 por ciento de los votos y sus posibilidades parecían crecer en forma geométrica: se combinaron la ruptura entre Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, con el escándalo Montiel, seguido por la propia candidatura de Madrazo, para que terminara el priismo firmando la peor elección de toda su historia.

Hoy las cosas parecen ser diferentes. Entre los principales factores de poder de ese partido, parece existir conciencia de que, como ocurrió en el 2006, sólo la lucha interna y las rupturas pueden impedir su regreso al poder y el mismo, como se ha dicho, unifica. Sin embargo existen otras tentaciones y cuestionamientos que el priismo deberá superar en ese proceso.

La primera es de qué estamos hablando cuando lo hacemos del PRI o del priismo. Luego de 80 años el PRI parece ser más una maquinaria para acceder a posiciones de poder (una maquinaria bastante eficiente por cierto) que un partido relativamente sólido. Sus tres principales dirigentes actuales, Beatriz Paredes, Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones no significan ni piensan en un mismo sentido, hay diferencias de matices y de fondo entre ellos. Es verdad que eso ocurre con muchos otros partidos, pero en el PRI esa ha sido una constante, desde su propia fundación, como un instrumento articulador de corrientes distintas e incluso enfrentadas, que se unían en torno al poder sexenal y competían con base en sus expectativas futuras. La pérdida del poder implicó también la pérdida de ese rumbo y permitió desvaríos políticos como los que vivió el priismo entre 2005 y 2006.

En este sexenio unió a sus distintas figuras y corrientes la convicción de que si no operaban de forma diferente serían arrastrados por la propia inercia política. Decidieron, a diferencia del 2000, practicar un discurso de respaldo condicionado al presidente y supieron aprovechar la multitud de errores del lopezobradorismo que regresó al PRI prácticamente todos los votos que le había quitado en el 2006. Así en dos años ha aumentado su peso específico, ha logrado en los hechos cogobernar en muchos aspectos, ha ganado posiciones en los estados y ahora, en pleno proceso electoral está mostrando un rostro más crítico (sus adversarios dicen que de chantaje) hacia el gobierno que le permita diferenciarse del mismo sin que se perciba que rompe con él.

Desde el gobierno federal han tenido una actitud ciclotímica: mientras en los discursos públicos el presidente Calderón ha felicitado a los partidos y al congreso por la aprobación de leyes que en muchas ocasiones difieren profundamente de las iniciativas originales, en privado están convencidos de que su verdadero adversario está en el tricolor, como lo ha dicho de todas las formas posibles en las últimas semanas Germán Martínez. La senda para operar ambos procesos simultáneamente es demasiado estrecha y los resultados inciertos. Pero parten de un dato real: si el PAN quiere recuperar posiciones lo tendrá que hacer a costa del PRI, porque el PRD se ha desfondado, el sector lopezobradorista ha seguido su propio camino y entre la actual dirigencia perredista existe la tentación, desarrollada políticamente, de pensar, de acuerdo a los resultados, en trabajar juntos luego del 2012.

El escenario entonces parece muy favorable para el PRI, pero éste deberá, necesariamente bregar con sus propios demonios. ¿Podrán seguir juntos, aunque mantengan sus diferencias, Paredez, Peña y Beltrones?¿los sectores duros no tratarán de reventar el proceso si no cuentan con posiciones importantes? Si se les otorgan a esos grupos posiciones destacadas ¿no regresará la imagen del PRI dinosaurico?¿existe espacio para Joaquín Gamboa Pascoe, Romero Deschamps, José Murat y Madrazo junto a los candidatos jóvenes, como Peña o Rodrigo Medina, con los que se quiere cambiar la imagen?¿qué tanto el peso de la historia puede frenar un ascenso electoral?.

Ninguna de esas preguntas se ha respondido satisfactoriamente, pero el hecho es que los priistas han logrado, pese a todos los pesares, imponer la idea de que pueden no tener otras virtudes, pero que saben manejar el gobierno y la cosa pública, aunque hoy no nos quede claro si una vez allí estarán más cerca de Chávez o de Bachelet, de Lula o de Alan García. Tampoco lo vemos con claridad en los estados, donde los gobernadores tienen enormes atribuciones y recursos (comparativamente mayores en algunos ámbitos que el gobierno federal) pero salvo honrosas excepciones tampoco han dado los resultados que se podría esperar.

Por lo pronto hay desafíos concretos: decidir si Beatriz se queda en la presidencia del partido o se va a la cámara de diputados; ganar la mayoría de la cámara baja; tratar de ganar la mayoría de las gubernaturas y en ese sentido conservar Sonora y Nuevo León será clave en la percepción electoral; en el DF mostrar que se le puede quitar algo al PRD y en estado de México superar con creces los bajos números obtenidos en el 2006. Cumplir con esas tareas es la clave del PRI de aquí a julio. Para el 2012 falta aún demasiado.

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