El caso Cassez y el regreso a la OTAN
Columna JFM

El caso Cassez y el regreso a la OTAN

El caso Cassez se ha escapado definitivamente del cauce que nunca tendría que haber perdido, el de la justicia y los tribunales, para ser parte de la agenda política interna de México y Francia, pero además de un desaguisado diplomático que terminará afectando las relaciones entre los dos países.

El caso Cassez se ha escapado definitivamente del cauce que nunca tendría que haber perdido, el de la justicia y los tribunales, para ser parte de la agenda política interna de México y Francia, pero además de un desaguisado diplomático que terminará afectando las relaciones entre los dos países.

La cancillería ha reconocido que recomendó a los representantes del presidente Nicolás Sarkozy que no abordara en el senado el tema porque no tendría respaldo de los legisladores. Y habría que agregar que el tema no tiene absolutamente nada que ver con la agenda del poder legislativo. Sarkozy ignoró, estaba en su derecho, la recomendación y no sólo planteó el punto sino que dijo que se le había recomendado evitarlo y lo hacía a pesar de ello: o sea que exhibió a sus diplomáticos y a los mexicanos que lo habían abordado. Mi amigo Ricardo Alemán señaló ayer que todo es una segunda versión del famoso “comes y te vas” de Vicente Fox con Fidel Castro. No creo que sea lo mismo pedirle a un mandatario que se vaya antes de tiempo de una cumbre internacional y hacerlo directamente, de presidente a presidente, que plantear, como siempre se hace en los encuentros previos a una visita de Estado los temas a tratar: si no hay acuerdo, como no lo hubo con Sarkozy, éste puede decir lo que quiera. Y eso ocurrió, pero no tenía necesidad de “demostrar” que hablaba pese a los acuerdos y recomendaciones previas.

En realidad, la pregunta es por qué el mandatario francés decidió arruinar su visita de Estado, insistiendo en tres intervenciones públicas en el tema Cassez. Y la respuesta está en que Sarkozy no habló para México ni para la justicia mexicana: lo hizo para el auditorio y los medios franceses en un momento en que su popularidad está en caída. Las encuestas demuestran que los índices de aceptación de Sarkozy cayeron entre enero y febrero nada menos que siete puntos y se encontraba a fin de mes en 37 por ciento de aprobación. El primer ministro Francois Fillon, también perdió cinco puntos, pero de todas maneras tiene un 46 por ciento de aceptación.

El discurso nacionalista siempre, en Francia, en Estados Unidos o en México, tiene adeptos, y cuando se entremezcla una joven de 34 años, relativamente bella y según su testimonio detenida injustamente en un país lejano y tercermundista, tenemos la versión francesa de Expreso de Medianoche. El hecho es que Cassez será joven y bonita, también francesa, pero los testimonios de las víctimas indican que además es la persona que participó en sus secuestros y en los abusos que sufrieron durante su reclusión. Sin embargo, el discurso nacionalista en este caso era necesario por otras razones, que van mucho más allá de Cassez: Sarkozy ha sido acusado por sus críticos por la extrema cercanía con Estados Unidos. Y a cada una de esas acusaciones y acercamientos con Washington (lo que no está mal en sí, pero la distancia con la Unión Americana ha sido la norma de la diplomacia francesa desde que en 1966 De Gaulle abandonó la OTAN y separó sus fuerzas de defensa de ella, incluyendo la construcción de su propio arsenal nuclear), que contrastaban con las posiciones de su antecesor Jacques Chirac, el presidente Sarkozy ha respondido con algún gesto espectacular: desde pedir la liberación de Ingrid Betancourt (exigiendo un trato con las FARC que liberara a 150 de sus militantes presos, como quería la FARC y a lo que se negó siempre el gobierno de Colombia) hasta tramitar la liberación de los presos en Chad de la organización Arca de Zoe, acusados de traficar con niños, y llegando a la de unos médicos búlgaros presos en Libia. Hoy mientras la prensa francesa dedica sus primeras planas a la indefendible solicitud de liberación de Cassez, Sarkozy está anunciando el regreso de Francia a la OTAN, argumentando que las razones que llevaron a De Gaulle a salirse de ella, básicamente la creación de “ejércitos plenamente nacionales” y la “no subordinación a alguna fuerza extranjera” siguen vigentes pero tendrían que ser revisados, entre otras cosas por “los nuevos compromisos de Francia”. No olvidemos que también por el caso Cassez pasó desapercibido uno de los párrafos menos diplomáticos de Sarkozy: la demanda de que las fuerzas armadas de México participen en misiones internacionales en terceros países.

El ex canciller Jorge Castañeda hizo ayer una vigorosa defensa de Sarkozy en las páginas de Reforma. Jorge, un hombre siempre agudo, sostuvo que Sarkozy le dio una lección de “diplomacia moderna” a México porque, en otras palabras, dice, vino a exponer lo que quería y convenía sus intereses, no lo que le indicaron. Creo que lo del mandatario se pareció más a una patanería prepotente muy tradicional que a una lección de diplomacia moderna. Pero incluso si esa fuera la lección, al presidente Calderón le corresponde demostrar que aprendió la lección y negarse terminante a repatriar a Cassez no sólo porque está condenada por un delito grave de delincuencia organizada, que no permite esa repatriación, sino porque simple y llanamente así conviene a los intereses de nuestro país.

Se dirá que el Tratado de Estrasburgo obliga al gobierno mexicano a hacerlo. En realidad no, por las mismas reservas que impuso el gobierno francés que podrían hacerlo inaplicable en este caso: Francia se reservó el derecho de que los repatriados no tengan una sentencia de más de 20 años de prisión, puede revocar la misma y dejarlos, si así lo considera, en libertad. Y el propio Sarkozy, en conferencia de prensa dijo que no podía comprometerse a no liberar o no reducir la condena de Cassez una vez llegada a Francia.

El debate se cerrará: no habrá repatriación (no tiene sentido la comisión creada con ese efecto) pero las heridas diplomáticas quedarán abiertas. Pero el regreso de Francia a la OTAN, desde la política interna, necesitaba un caso Cassez.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil