México-EU: ¿por qué?
Columna JFM

México-EU: ¿por qué?

Quince funcionarios de la administración Obama, de distintas dependencias, han estado de visita en México para analizar el contenido de la Iniciativa Mérida, la misma que fue sustancialmente reducida días atrás, por el senado estadounidense que controla el partido demócrata, pasando de los 450 millones de dólares aprobados inicialmente a sólo 300 millones. Al mismo tiempo se ha anunciado que los próximos días 25 y 26 de marzo estará en México y Monterrey, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, cuando la relación bilateral parece estar pasando por un mal momento.

Quince funcionarios de la administración Obama, de distintas dependencias, han estado de visita en México para analizar el contenido de la Iniciativa Mérida, la misma que fue sustancialmente reducida días atrás, por el senado estadounidense que controla el partido demócrata, pasando de los 450 millones de dólares aprobados inicialmente a sólo 300 millones. Al mismo tiempo se ha anunciado que los próximos días 25 y 26 de marzo estará en México y Monterrey, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, cuando la relación bilateral parece estar pasando por un mal momento.

La pregunta es porqué la relación se ha deteriorado súbitamente. La violencia en la frontera y en otros puntos del país, se ha incrementado, pero no estamos hablando de nada nuevo. Lo que sí es nuevo es que, por ejemplo, el gobierno de Texas prohíba a sus funcionarios cruzar a México o que se haga una campaña argumentado que los spring breakers están en peligro en Acapulco o Cancún e incluso que el ex director de la CIA, George Tenet, le pida a su hijo no venir a México de vacaciones por mail, mismo que divulga públicamente. También es nuevo que el jefe de los servicios de inteligencia estadounidense, Dennis Blair, diga en el senado que el gobierno de México no puede garantizar plenamente la gobernabilidad del país (¿usted se imaginaría a uno de sus antecesores, por ejemplo John Negroponte haciendo una declaración similar?). O que los principales mandos militares estadounidenses se olviden por un momento de Irak o Afganistán y comienzan a hacer declaraciones sobre México, cuando es difícil recordar que lo hicieran alguna vez en el pasado.

No hablamos de las campañas de los medios o los comunicadores que tradicionalmente tienen a México en una mira xenófoba, lo preocupante es que el tema ha trascendido esos sectores y ello se refleja en encuestas: la simpatía por México entre la gente en Estados Unidos, se ha reducido a menos de la mitad en apenas dos años: hoy es menor al 35 por ciento, cuando era superior al 70 por ciento en el pasado. Algo está pasando y llama la atención que, desde la nueva administración demócrata, quizás con buenas intenciones, en lugar de ahondar en las posibilidades de cooperación se está implementando o tolerando un discurso que profundiza en la diferenciación y el distanciamiento.

Y si la pregunta sigue siendo porqué, quizás la respuesta más evidente es que en la administración Obama no conocen México, conocen poco América latina y tampoco parecen comprender cuál es la dinámica de la inseguridad en México y su estrechísima relación con Estados Unidos. Es verdad que Obama y la mayoría de sus principales funcionarios no han tenido relación con esta parte del mundo (y allí es donde la ausencia en el gabinete de Bill Richardson se hace sentir más), pero pareciera que, además, están partiendo de un punto de vista más ideológico que político. Hillary Clinton debería conocer mejor la situación porque su esposo Bill tuvo una relación inteligente con México. Habrá que esperar la visita de la secretaria de Estado la próxima semana para saber por qué carriles se establecerá la relación bilateral, pero no deja de llamar la atención que Hillary en sus recientes visitas a Corea, China, Japón y Medio Oriente, haya puesto el acento en el pragmatismo y en no ahondar en torno a las diferencias políticas e ideológicas sino en la cooperación sobre temas concretos (o que en su visita de este fin de semana, el propio Obama platique con Luis Inácio Lula Da Silva, de la posibilidad de acercamientos con Cuba, Venezuela y Bolivia, como le pidió el mandatario del Brasil) y que al mismo tiempo los funcionarios del departamento de Estado y de otras dependencias de seguridad, mantengan un discurso tan ideológico respecto a nuestro país y la inseguridad, en donde no se asume corresponsabilidad alguna en torno a esos temas. Puede ser desconocimiento o inexperiencia. También que el que no haya un embajador designado que conozca bien la situación de México y que pueda tener relación directa con la Casa Blanca (como sucedía con Tony Garza) afecte la comunicación, pero algo está sucediendo en la relación bilateral que, si no es modificado, la acercará más a la que mantuvo México con la administración Carter que la que creció durante las dos presidencias de Clinton.

Y esa, de ninguna manera, es una buena noticia. Como lo ha señalado Pablo Hiriart, no puede haber otro sexenio perdido en la relación entre México y Estados Unidos: ya los dos primeros años de la administración Calderón estuvieron, en ese sentido, enmarcados por el estrecho margen que dejaba la impopularidad interna del gobierno de George Bush. No tendría que ser lo mismo con Barack Obama, pero por lo menos en estos dos primeros meses de gobierno del presidente demócrata, fuera de la visita de Felipe Calderón a Washington antes de la toma de posesión, las señales no han sido precisamente buenas. Y el punto no son las críticas o las opiniones en ocasiones ciertas, en otras colocadas fuera de contexto: lo preocupante es que la lógica de cooperación y corresponsabilidad prácticamente se ha perdido en el discurso y la información. Un ejemplo de ello es que el Homeland Security boletine que, como una demostración de su esfuerzo por frenar el tráfico de armas a México hubiera realizado tres operativos en los cuales decomiso la friolera de… diez armas. En los dos últimos años se han incautado 80 mil armas en México.

Washington tiene todo el derecho de preocuparse por lo que sucede a este lado de la frontera, pero para darle cauce a la misma se debe trabajar en la cooperación con México y sobre todo en evitar que desde los propios Estados Unidos se estén alimentando los fenómenos relacionados con esa violencia. De aquel y de este lado de la frontera se requiere mucha más sensatez y visión estratégica. Hoy, no parece existir ni la una ni la otra.

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