Una historia de dos décadas
Columna JFM

Una historia de dos décadas

“Cómo, cuándo y por qué son demasiadas preguntas para hacerle al destino”, dice Andrés Calamaro, pero son las imprescindibles para trabajar en esta profesión y tratar de darle a la vida otra dimensión, aunque no siempre puedan responderse. Permítame contarle una historia personal. Ayer se cumplieron 20 años de que se publicó por primera vez, con este nombre, Razones, esta columna. Comenzó cuando el entonces director del periódico unomásuno, Luis Gutiérrez Rodríguez, ahora dirigente del Partido Convergencia, me ofreció la dirección del suplemento político Página Uno en ese periódico.

“Cómo, cuándo y por qué son demasiadas preguntas para hacerle al destino”, dice Andrés Calamaro, pero son las preguntas imprescindibles para trabajar en esta profesión y para tratar de darle a la vida otra dimensión, aunque no siempre puedan responderse. Permítame contarle una historia personal. Ayer se cumplieron 20 años de que se publicó por primera vez, con este nombre, Razones, esta columna. Comenzó cuando el entonces director del periódico unomásuno, Luis Gutiérrez Rodríguez, ahora dirigente del partido Convergencia, me ofreció la dirección del suplemento político Página Uno en ese periódico. Hacía ya varios años que publicaba regularmente dos artículos semanales en unomásuno a donde había llegado, varios años atrás, de la mano de dos periodistas inolvidable y disímiles, que ya nos han dejado, Jorge Hernández Campos y Antonio Marimón. Cuando comencé a publicar en unomásuno, unos días después del terremoto de septiembre del 85, yo admiraba a Julio Scherer, a Miguel Granados Chapa, a Fernando Benítez, a Manuel Becerra Acosta. El destino me colocó en un momento y una situación privilegiada: me recibió en unomásuno, gracias a Jorge y Antonio, el propio Becerra Acosta (que fue, junto con Marimón, en muchos sentidos, un verdadero maestro para un joven que quería aprender a hacer periodismo) y me abrió todo tipo de oportunidades. Trabajé a las órdenes de Huberto Batis, uno de los hombres más brillantes que he conocido. Me tocó aprender lo que no sabía del oficio al lado de Huberto, de Gonzalo Martínez Maestre, de Carlos Narvaez, de Eduardo Huchim, de Luis Gutiérrez, mientras que el unomásuno que acababa de sufrir el desprendimiento de todos los amigos que terminaron haciendo La Jornada se nutría de una enorme cantidad de periodistas, escritores, fotógrafos, dibujantes jóvenes, que nos queríamos comer el mundo. El 3 de marzo de 1989, Becerra Acosta dejó la dirección del periódico después de un largo enfrentamiento con el poder, y llegó en su lugar Luis Gutiérrez, uno de los mejores periodistas políticos en décadas y a quien el debate generado por ese cambio le ha regateado el reconocimiento a su talento periodístico. Hoy, mirando atrás, no puedo menos que reconocerlo. En algunas cosas Luis acertó y mucho, en otras se equivocó, pero me otorgó durante los años en que me tocó trabajar con él, hasta 1993, una libertad inédita que nos permitió tratar de hacer de Página Uno (como ya lo era, gracias a Batis, Sábado) un espacio, para nosotros y nuestros lectores, que logró mezclar desde la investigación hasta el rock, desde las crónicas y columnas hasta las extraordinarias ilustraciones de Eko, algo que queríamos que se pareciera a ese nuevo periodismo que a todos los que estábamos allí nos fascinaba. Y allí estábamos muchos periodistas que hoy seguimos, desde diferentes espacios, tratando de descubrir lo nuevo de este oficio: Eko, Víctor Ronquillo, Angeles Vázquez, César Romero, Pepe Navar, Rafael Aviña, Naif Yehya, aparecerían con el Congreso Universitario Ivonne Melgar, Daniel Moreno, Alejandra Viveros y Ricardo Becerra. Las fotografías de Pilar Macías y David Hernández. Colaboraban regularmente, entre muchos otros, Arnaldo Córdova, Ramón Sosamontes, Pablo Pascual Moncayo, Martí Batres, Rafael y Rolando Cordera, María de las Heras, Samuel Palma, allí estuvieron los colosistas y los camachistas junto con dos jóvenes promesas del panismo, Felipe Calderón y Fernando Gómez Mont, además de Gonzalo Altamirano Dimas. Y muchísimos más: Laura Talavera, Laura Viadas, Esperanza Fernández, Alvaro Quijano, Ignacio Chávez, Ana del Carmen Lagunas. Allí, en el primer número de ese Página Uno que me tocó dirigir cuando éramos todos demasiado jóvenes, nació esta Razones, como columna en el suplemento y un día a la semana en el periódico.

Años después, durante un tiempo estuve en El Nacional que dirigía en ese momento quien se ha convertido con los años en uno de los periodistas más cercanos, Pablo Hiriart, quien me dio la oportunidad, entre fines del 93 y principios del 94, de hacer de Razones una columna diaria como se ha publicado hasta hoy. Lo sucedió Guillermo Ibarra durante aquellos tormentosos meses finales de 1994. En el camino, desde 1995, este espacio estuvo en El Financiero, donde tuve la oportunidad de conocer y trabajar bajo la dirección de un Rogelio Cárdenas inolvidable, como director y como persona. El primero de enero del 2000 nació Milenio, impulsado por Francisco González y a donde me ofrecieron publicar esta columna Federico Arreola y Raymundo Riva Palacio. El periódico cambio de dirección con el tiempo y Carlos Marín (y Ciro Gómez Leyva) mantuvieron lo que ha sido, hasta el día de hoy la norma de ese matutino: una absoluta libertad y un desparpajo envidiables. Y entre febrero y marzo del 2006, nació el nuevo Excélsior, donde con el respaldo de muchos amigos (que fungen también como jefes) desde don Olegario Vázquez Raña y Olegario Vázquez Aldir, hasta Ernesto Rivera y Pascal Beltrán del Río, esta columna espera estar por muchos años más, al tiempo que se reproduce desde hace años en algunos de los mejores periódicos estatales y regionales del país.

El destino, otra vez el destino: quizás haya sido por el momento, quizás porque así se dieron las cosas, quizás por su calidad humana, pero lo cierto es que he tenido la enorme suerte en todos estos años de que jamás, con ninguno de esos directores y en todos esos medios, esta columna sufriera censura o limitaciones editoriales. Para bien o para mal, todo lo que se ha publicado en estas razones a lo largo de 20 años ha sido responsabilidad única y exclusiva de este autor. No sé cómo será en otros casos, pero ello, en el mío, es casi un regalo de la vida. A todos, desde el primero hasta el último de quienes me han ofrecido la oportunidad de hacer un trabajo sin ninguna limitación, mi permanente agradecimiento. Y para usted que me ha permitido vivir trabajando en la mejor profesión que puede existir, simplemente gracias. Espero que nos acompañemos durante muchos años más.

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