PRI-PAN: la otra guerra
Columna JFM

PRI-PAN: la otra guerra

El PAN ha establecido un espacio de proselitismo que es muy peligroso pero que le está dando réditos electorales en la base, aunque en los medios el golpeteo a su dirigente nacional, Germán Martínez, ha sido inclemente. El PAN se ha lanzado la campaña enarbolando la falta de colaboración del PRI (también del PRD, pero el objetivo es el priismo) con el presidente y, arriesgando aún más, estableciendo la presunta relación de autoridades del tricolor con el narcotráfico.

El PAN ha establecido un espacio de proselitismo que es muy peligroso pero que le está dando réditos electorales en la base, aunque en los medios el golpeteo a su dirigente nacional, Germán Martínez, ha sido inclemente. El PAN se ha lanzado la campaña enarbolando la falta de colaboración del PRI (también del PRD, pero el objetivo es el priismo) con el presidente y, arriesgando aún más, estableciendo la presunta relación de autoridades del tricolor con el narcotráfico.

Se basan para realizar esa campaña en acciones algo temerarias pero también en dos errores que ha cometido el priismo: primero, “dosificar” demasiado su estrategia legislativa en el campo de la seguridad, postergando una y otra vez la aprobación de leyes estratégicas como la de la policía federal, la de la PGR, la de extinción de dominio y la de narcomenudeo. Usaron las iniciativas como carta para la negociación de otros capítulos y en última instancia han pagado un costo, que se une a la percepción de que al mismo tiempo que el presidnete Calderón está dando una lucha que tiene respaldo ciudadano contra el narcotráfico, los gobernadores y presidentes municipales no lo siguen en ese camino y el respaldo es regateado en el congreso. No digo que necesariamente sea así, pero el hecho es que la percepción existe y el panismo está apostando a profundizarla. El PRI abusó en retrasar la aprobación de las leyes y en la prescindencia que adoptaron algunos gobernadores y presidentes municipales ante los embates de la criminalidad, argumentando que no era su responsabilidad asumir ese combate. Dejaron un flanco que ha sido aprovechado por el panismo y se ha reflejado en las encuestas.

El segundo error del PRI fue caer, aceptar, ese debate y tratar de justificar tanto el presunto rezago como la prescindencia. La carta más importante para el PRI a lo largo de este sexenio ha sido que ha logrado verse como un colaborador crítico del gobierno, que ha preferido apoyarlo que obstaculizarlo. Y en buena medida ha actuado con esa lógica y sacado enormes beneficios. Por alguna causa el razonamiento del priismo en el tema de la seguridad fue contrario a esa línea: me imagino que pensaron que como en ese tema había mucha controversia, como existían diferencias internas en el equipo del presidente y como se había dado una escalada espectacular de muertes en los últimos meses, era la ocasión de cargarle ese costo al gobierno en un punto donde el presidente conservaba un alto grado de aprobación. Y eso hicieron: pero el cálculo fue errado y se produjo algo parecido a un efecto boomerang. Es verdad que en muchos ámbitos las declaraciones de Germán Martínez sobre el PRI cayeron mal, tuvieron un costo mediático e incluso que ello puede ser un costo adicional para el propio presidente e incluso para algunos aspectos de gobernabilidad, pero lo cierto es que han logrado darle una bandera a un panismo que estaba con el ánimo demasiado caído y sin un enemigo claro a la vista: y al PAN siempre le ha resultado más fácil tener un enemigo enfrente que jugar a las alianzas con sus adversarios.

En términos de gobernabilidad, el gobierno parece estar convencido de que en esta legislatura no habrá ya mucho más que se pueda sacar y quizás en el tema de seguridad, incluso para romper el argumento panismo, puedan salir algunas de las reformas pendientes. Es otra apuesta.

Es, la del PAN, una jugada muy ambiciosa: están jugando con el tema más delicado del sexenio. Tienen a su favor un punto que no habría que subestimar. Pareciera que por primera vez en el sexenio en el área de seguridad comienzan a alinearse los distintos actores con responsabilidades y atribuciones mucho más claras. Desde hace varias semanas decíamos que la estrategia había cambiado: que el ejército tendría una participación mucho más activa en todo el proceso, que Seguridad Pública y la Policía Federal participarían en esos operativos en la misma medida en que fueran creando una fuerza policial de mayor volumen y capacidad operativa, que la procuraduría tendría que afianzar la capacidad de sus ministerios públicos y que Gobernación, con el nuevo diseño del sistema nacional de seguridad pública, se quedaría con la coordinación política del sector. En este sentido, Fernando Gómez Mont está decidido a asumir ese papel y la llegada de Jorge Tello Peón ha sido clave para esa coordinación y para el trabajo político dentro del gobierno federal pero también con los gobernadores y presidentes municipales. Y los resultados han comenzado a verse en detenciones y operativos, con un índice de acierto que se había perdido en la segunda mitad del año pasado.

Hay en esto, sobre todo para el gobierno, un peligro: y es el de la sobreexposición. No tiene sentido que el presidente Calderón anuncie la detención de un narcotraficante como “El canicón”. Puede ser un personaje importante en el ámbito de la delincuencia organizada, puede ser que con su detención se haya logrado romper una red de violencia que había afectado tanto a Nuevo León como a Coahuila. Pero esas detenciones las debe anunciar la autoridad correspondiente. Y por más importante que sea un personaje de la delincuencia organizada, nunca estará a la altura de que un presidente de la república presuma su detención. Un ejemplo: cuando fueron liberados Ingrid Betancourt y los demás de rehenes de las FARC, el anunció original no lo hizo el presidente Uribe, sino el secretario de la Defensa. Ya luego el presidente y otros funcionarios se refirieron al tema. En nuestro caso, el presidente Calderón ha hecho de la lucha contra la delincuencia su principal bandera y le ha dado réditos, pero la distancia entre su agenda, su discurso y su bandera se debe mantener. Porque sino se interpretará que está apostando, él también, todo a una carta.

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