Hay que seguirle la pista a las armas
Columna JFM

Hay que seguirle la pista a las armas

Sí, es verdad. Los viejos investigadores, comenzando por el célebre escritor Dashiell
Hammett, decían que, para encontrar al criminal es preciso seguirle la pista al dinero, pero, en ocasiones, como la que vivimos en nuestro país en el combate a la delincuencia organizada, esa pista del dinero tiene íntima relación con la de las armas: la violencia que se vive en algunas zonas del país sería incomprensible con el inaudito aprovisionamiento de armas con que cuentan los cárteles mexicanos e incluso cualquiera de las pandillas que operan a lo largo y ancho de México. Por supuesto, pueden lograr ese aprovisionamiento gracias al dinero, pero si no hubiera una enorme oferta legal para armarse, los costos serían mayores y las posibilidades de darle seguimiento a los vendedores de armas, también.

Sí, es verdad. Los viejos investigadores comenzando por el célebre escritor Dashiell Hammett decían que para encontrar al criminal hay que seguirle la pista al dinero, pero en ocasiones, como la que vivimos en nuestro país en el combate a la delincuencia organizada, esa pista del dinero está íntimamente relacionada con la de las armas: la violencia que se vive en algunas zonas del país sería incomprensible con el inaudito aprovisionamiento de armas con que cuentan los cárteles mexicanos e incluso cualquiera de las pandillas que operan a lo largo y ancho del país. por supuesto pueden lograr ese aprovisionamiento gracias al dinero, pero si no hubiera una enorme oferta legal para armarse los costos serían mayores y las posibilidades de darle seguimiento a los vendedores de armas también.

Los números en ese sentido no mienten: nadie sabe con exactitud el número de muertos en las guerras contra y entre los grupos del narcotráfico y el crimen organizado pero estamos hablando de unos 8 mil en lo que va del sexenio, incluyendo los enfrentamientos entre lo que podríamos denominar los grupos del crimen desorganizado, también profusamente armados. Se han decomisado 40 mil armas de todo tipo pero ingresan unas 190 mil al año.

Cuando mañana llegue a México el presidente Barack Obama el tema de las armas tendrá que estar  la cabeza de la agenda bilateral si se quiere atender una agenda bilateral de seguridad. El gobierno estadounidense es conciente de la necesidad de frenar la violencia en la frontera e incluso bien dentro de su territorio. En estos días distintos informes de inteligencia han insistido en la presencia de una veintena de “pandillas” relacionadas con grupos mexicanos (del otro lado de la frontera nunca son cárteles) que controlan la venta de drogas en unas 250 ciudades de la Unión Americana. Probablemente es verdad, aunque el número seguramente es mucho mayor, tanto como la diversidad de organizaciones sobre todo si tomamos en cuenta que el 60 por ciento de la marihuana que se consume en Estados Unidos se produce dentro del propio país y que nadie sabe con certeza el porcentaje de drogas sintéticas que se terminan produciendo en la propia Unión Americana. De este lado por supuesto que sigue pasando cocaína, marihuana, en menor medida heroína, y drogas sintéticas y sus precursores, pero el problema central, allá y aquí, son las armas.

El tema se ha disparado desde el 2004 cuando el presidente Bush, pletórica de contradicciones y yerros, no refrendó una ley expedida desde 1994 por el entonces presidente Clinton que prohibía la venta a extranjeros de armas de alto poder. Ese simple decreto, que podría ser renovado ahora por Obama durante su visita a México (y que había sido impulsado por Eric Holder, un hombre sinceramente preocupado por la enorme proliferación de armas en su país, entonces subprocurador con Clinton y ahora responsable del departamento de Justicia con Obama), frenó la venta de armas largas a México que volvió a dispararse desde el 2005. El mecanismo es sencillo: existen unos 12 mil puntos de venta de armas en la frontera, y unos cien mil en los Estados Unidos, sin sumar a ello los llamados Gun Shows, tianguis de armas que van rotando de localidad en localidad y donde se puede conseguir desde un revolver 22 hasta una tanque descontinuado del ejército (y no es una exageración) sin mayores requisitos. Salvo unos casos muy específicos no se han encontrado grandes cargamentos de armas transitando por la frontera: en realidad suele tratarse de un contrabando tipo hormiga donde pasan cotidianamente escondidos en carros o personas miles de armas.

Para ello, los traficantes, en casi todos los casos relacionados con alguno de los cárteles que operan a ambos lados de la frontera, contactan ciudadanos estadounidenses que compran armas y luego las revenden a los delincuentes: en muchos casos las armerías mismas, como en un par de casos que han sido detectados por las autoridades estadounidenses, simplemente falsifican la documentación o duplican las ventas. Pero el grueso parece ser un negocio “entre particulares”, amparado por la legalidad de la operación del mercado de armas en los Estados Unidos y la posibilidad de vender esas armas al mejor postor. En los hechos, ni siquiera se requiere en muchos casos falsificar papeles o realizar operaciones sofisticadas porque la venta de esas armas sencillamente es legal. Las armas que más se han decomisado a los grupos del crimen organizado en México demuestran ese tipo de comercio: en primer lugar están las Colt, luego las Smith and Wesson, en tercer lugar las Sturm Ruger, siguen los Remington y Winchester, y las otras armas decomisadas cuentan con licencias de otros países pero son de las más comercializadas en Estados Unidos: las Beretta, las Browing, las Norinco. Incluso las autoridades, tanto mexicanas como estadounidenses, han reconocido que no parecen existir, por lo menos en la relación con México, grandes organizaciones dedicadas exclusivamente a la venta de armas, por la sencilla razón de que los mecanismo legales o semilegales no lo hacen necesario.

Clinton trató, en su momento, de prohibir la venta de armas de alto poder a los particulares, argumentando que no se requería un lanzagranadas, por ejemplo, para garantizar la seguridad individual. Pudo establecer límites a ese comercio pero no lo pudo prohibir: sin embargo logró que sí estuviera penalizada la venta de esas armas a terceros países sin autorización. Ese fue el decreto que no quiso renovar Bush por sus compromisos con la Asociación Nacional del Rifle, uno de los grupos más conservadores y económicamente poderosos de nuestros vecinos del norte. Obama puede revertir esa situación: sería, más que cualquier otra cosa, el sello del próximo encuentro binacional.

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