Religiosa y humanamente criminales
Columna JFM

Religiosa y humanamente criminales

Es cada día más preocupante la confluencia de organizaciones supuestamente sociales, de derechos humanos o religiosas, con distintas vertientes del crimen organizado. Este fin de semana con motivo de la detención en Morelia de Rafael Cedeño Hernández, uno de los jefes del cártel de La Familia Michoacana y de otros 43 presuntos integrantes de esa organización, se puso de manifiesto que este personaje actuaba, simultáneamente, como líder del cártel en el estratégico puerto de Lázaro Cárdenas; como cabeza de una organización de “derechos humanos” que marchó el 13 de febrero pasado por las calles de Morelia reclamando “la salida del Ejército del estado” y denunciando que un sobrino, que está acusado de ser parte de una banda de secuestradores, había sido detenido ilegalmente “sembrándole, declaró ese día a los periódicos, armas y drogas”. Para la marcha, contrató a unas 300 personas que llegaron en autobuses a la capital del estado desde Apatzingan, Uruapan y Huetamo. El mismo Cedeño organizó una entrega de juguetes el 6 de enero de parte del cártel de La Familia e incluso se presentaba como líder de una secta religiosa e impulsaba desde allí centros de tratamientos de adictos, donde, paradójicamente, captaba jóvenes para su organización. En ocasiones, esos jóvenes sicarios eran convencidos de que había que matar a los traficantes de drogas porque así lo exigía Dios, y terminaban aniquilando a los rivales de esta organización criminal.

Es cada día más preocupante la confluencia de organizaciones supuestamente sociales, de derechos humanos o religiosas, con distintas vertientes del crimen organizado. Este fin de semana con motivo de la detención en Morelia de Rafael Cedeño Hernández, uno de los jefes del cártel de La Familia Michoacana y de otros 43 presuntos integrantes de esa organización, se puso de manifiesto que este personaje actuaba, simultáneamente, como líder del cártel en el estratégico puerto de Lázaro Cárdenas; como cabeza de una organización de “derechos humanos” que marchó el 13 de febrero pasado por las calles de Morelia reclamando “la salida del Ejército del estado” y denunciando que un sobrino, que está acusado de ser parte de una banda de secuestradores, había sido detenido ilegalmente “sembrándole, declaró ese día a los periódicos, armas y drogas”. Para la marcha, contrató a unas 300 personas que llegaron en autobuses a la capital del estado desde Apatzingan, Uruapan y Huetamo. El mismo Cedeño organizó una entrega de juguetes el 6 de enero de parte del cártel de La Familia e incluso se presentaba como líder de una secta religiosa e impulsaba desde allí centros de tratamientos de adictos, donde, paradójicamente, captaba jóvenes para su organización. En ocasiones, esos jóvenes sicarios eran convencidos de que había que matar a los traficantes de drogas porque así lo exigía Dios, y terminaban aniquilando a los rivales de esta organización criminal.

Los documentos de la Familia están plagados de referencias religiosas y se mueven en muchos sentidos como si fuera una secta estricta, casi integrista. Al mismo tiempo, otros cultos, desde el de Jesús Malverde hasta el de la Santa Muerte, han permitido también alinear a distintos grupos y darle a sus actividades un soporte de alguna manera espiritual. En realidad es una forma más de manipulación para que los criminales puedan sentirse justificados o protegidos por alguna fe.

Esa estrategia de ligar el crimen organizado con la religión, los derechos humanos o los centros contra las adicciones, constituye en realidad un mecanismo de operación muy similar al que podría utilizar una organización guerrillera, que recurre a lo que los manuales describen como la combinación de todas las formas de lucha, desde la armada hasta la legal. Lo que hace la Familia y han hecho también los Zetas en muchas oportunidades es darle un cobijo y hasta una justificación en apariencia legal a sus actividades criminales. Y se busca no sólo la repercusión pública a través de los medios sino también desgastar a sus adversarios (las fuerzas federales de seguridad) a través de esa publicidad engañosa, en estos días exigiendo particularmente la salida del ejército de los estados. En muchas ocasiones, los medios caemos en ese juego al no ser lo suficientemente estrictos en comprobar la veracidad de la información, sin verificar sus verdaderos patrocinadores.

La Familia Michoana, antes de convertirse en un feroz enemigo de los Zetas, fue aliada de éstos y del detenido Osiel Cárdenas. Las primeras señales claras de cómo éstos grupos comenzaban a operar de esa forma que combina los hechos delincuenciales con este otro tipo de operaciones se encontraron en unos documentos, escritos de puño y letra por Osiel Cárdenas en una casa de Metepec. En uno de ellos (todos están publicados en el libro De los Maras a los Zetas que publicamos con Víctor Ronquillo en 2006 en Grijalvo) Osiel ordena su gente: “1) construir una guardería tipo Jungle Gym afuera de Almoloya; 2) (conseguir) médico para todos los internos de la misma empresa   (está hablando de los detenidos pertenecientes a su organización) según sus necesidades del interno, como ejem cevalín, pharmaton u otro tipo de medicamento que urge los que están mal; 3) buscar un ex militar abogado y contratarlo en el buffet como licenciado pero no tener contacto con los internos, únicamente jurídico y escritos”. En ese punto, antes de seguir con las instrucciones, Osiel Cárdenas agrega en su texto una reflexión: “la gente inteligente habla de ideas, la gente común habla de cosas, la gente mediocre habla de la gente”. Y continúa con las instrucciones: “4) conseguir todos los libros, manuales, leyes, derechos humanos, servicios militares y sacarles copias como prueba (para) documentar que obren en autos, no se pierde nada, al contrario sirve para atraer con las mismas leyes P30, legislación militar, etc. la mayoría de todos fuimos detenidos por militares; 5) solicitar los folletos de derechos humanos internacional; 6) solicitar los trípticos de derechos humanos en México; 7) reglamento nuevo del Cereso, diario oficial de la Federación 15 de enero del 2004”. Hasta allí el texto manuscrito de Osiel Cárdenas encontrado entre fines del 2004 y principios del 2005 en una casa operativa de los Zetas en Metepec. La estrategia de utilizar la publicidad, los derechos humanos, la religión, los propios espacios que brinda la legalidad ya estaba planteada de tiempo atrás. La Familia regaló juguetes el pasado 6 de enero en Morelia, pero antes ya lo habían hecho los Zetas en Tamaulipas; unos y otros han organizado fiestas y servicios religiosos; como ahora Cedeño se presentaba como líder de una organización de derechos humamos, así también lo han hecho otros en varios puntos del país, desde Ciudad Juárez y Reynosa hasta Monterrey y el DF. El propio Osiel llegó a publicar un desplegado en 2004 reclamando por sus derechos humanos y se comunicó telefónicamente con el noticiero de Carlos Loret de Mola para ello.

No estamos ante un fenómeno nuevo, el problema es que la sociedad y los medios no llegamos, aún, a identificarlo plenamente. Ahí está, por ejemplo, el caso de La Casita del Sur y los once niños desaparecidos por la secta de Los Perfectos, presuntamente ligada al tráfico de niños, con toda la indiferencia oficial, que acaba de denunciar Emilio Alvarez Icaza.

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