Las mentiras de Castro
Columna JFM

Las mentiras de Castro

Nos asombramos de cómo han actuado China, Ecuador, Cuba, Argentina, Singapur, ante la epidemia de influenza. La verdad es que no tendríamos porqué hacerlo: actuaron cómo saben hacerlo, como gobiernos y gobernantes en mayor o menor medida autoritarios. China y Cuba son dictaduras que llevan ya más de medio siglo en el poder. Muchos están fascinados con la capacidad de crecimiento chino: olvidan que vienen de una pobreza absoluta y que ese crecimiento se realiza a despecho de las más elementales libertades individuales y la preservación del entorno: se parece mucho más al capitalismo salvaje del siglo XIX sin las incipientes democracias de entonces. Ese modelo es inaplicable en un país como México.

Nos asombramos de cómo han actuado China, Ecuador, Cuba, Argentina, Singapur, ante la epidemia de influenza. La verdad es que no tendríamos porqué hacerlo: actuaron cómo saben hacerlo, como gobiernos y gobernantes en mayor o menor medida autoritarios. China y Cuba son dictaduras que llevan ya más de medio siglo en el poder. Muchos están fascinados con la capacidad de crecimiento chino: olvidan que vienen de una pobreza absoluta y que ese crecimiento se realiza a despecho de las más elementales libertades individuales y la preservación del entorno: se parece mucho más al capitalismo salvaje del siglo XIX sin las incipientes democracias de entonces. Ese modelo es inaplicable en un país como México.

Cuba intenta ahora hacer lo mismo con mucho menos éxito que China por causas políticas, demográficas y geográficas, pero también porque ahí sigue Fidel. China no hubiera podido dar la vuelta de tuerca que realizó con Mao en el poder, simplemente hubiera sido imposible. Fidel, enfermo, relegado, sigue siendo un factor de poder en Cuba y Raúl se ha tenido que doblegar a los dictados de su hermano mayor, aunque preferiría seguir una vía más cercana a la china. Pero Fidel está pensando en la historia. Quiere ser recordado como el hombre que impulsó, aunque todas, incluyendo la suya hayan terminado en el fracaso, la revolución, no la democracia en América latina. Quiere ser recordado abrazado a sus impresentables discípulos contemporáneos, no llegando a un acuerdo con Obama para normalizar las relaciones.

Cuba fue el primer país en el mundo que, unas horas después de que México anunció la existencia del virus que ahora conocemos como H1N1, cerró las fronteras y los vuelos con nuestro país: no había razón ni recomendación de la OMS para hacerlo. Argentina fue el segundo país, hay quien dice que siguiendo la información que Cristina Kichner recibió de La Habana, medida que se mantiene porque a su esposo, el ¿ex? presidente Néstor, con algo más que un gen autoritario del viejo peronismo, no le gustó que lo criticaran. Y porque el problema real en Argentina es la epidemia de dengue que azota a vastas zonas del país, ahí sí con un número desconocido de víctimas. Luego vendrían por sus propias razones China, Ecuador y otros países.

Ahora Fidel justifica la medida atacando en una forma absurda, falsa, mentirosa, a México. Dice Fidel “que qué quería Calderón que hiciera Cuba” ante la epidemia y porque México “ocultó los datos de la enfermedad para no poner en peligro la visita de Barack Obama” el 16 y 17 de abril pasados. Sencillamente es una mentira que no se sostiene con un solo dato. Los casos cero de la enfermedad no se sabe exactamente a cuando se remontan, ni siquiera si se dieron originalmente en México, quizás en el DF como se publicó ayer, en San Diego, o incluso en Canadá. Lo único que se sabía era que, como en otras partes del mundo, había un brote de influenza no estacional, fuera de tiempo. Luego de la primera muerte que se dio por una neumonía demasiado atípica (por neumonía atípica mueren miles de personas al año en México y en cualquier país), se enviaron muestras del tejido de esa víctima (una mujer oaxaqueña) a laboratorios de Canadá y al Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, en Estados Unidos. Ese centro, la información está documentada, descubrió que se trataba de un virus no conocido de influenza, ahora llamado H1N1 la noche del viernes 16 de abril cuando se estaba realizando la cena con Obama en el museo de Antropología, o sea cuando estaba concluyendo la visita. La alarma se envió desde Atlanta el 23 de abril, cuando se vio que por el mismo virus se habían producido otras muertes: hacia una semana que Obama había dejado México. Ese día, sin contar con más información, el gobierno cubano cerró las fronteras con México.

Entonces que no mienta el señor Castro. No se ocultó ninguna información y Cuba el único peligro que corría era el de una población azotada por dos huracanes y por el dengue, que presume su sistema de salud pero ya no lo puede mantener, que no permite visitas de organismos de derechos humanos ni de organismos sanitarios para verificar qué medidas se están tomando. La mejor demostración de la mentira de Castro es que el descubrimiento del virus se dio en Atlanta: ¿alguien podría pensar que las propias autoridades estadounidenses y en este caso el Homeland Security y el Servicio Secreto, si hubieran tenido esa información, si hubieran sabido que México estaba ocultando una epidemia que obligaba a cerrar fronteras, hubieran expuesto a Obama a ello en México? No lo hicieron porque no tenían la información, porque no había información oculta ni en México ni en Estados Unidos; cuando la tuvieron, actuando con mucha más lógica, el gobierno estadounidense no cerró sus fronteras. Se sabía ya cuál era el virus, cómo reaccionaba y cómo se curaba la enfermedad: como decía la OMS, cerrar fronteras no era necesario.

No creo que Fidel esté chocheando. Está actuando según su lógica. No quiere vivir en un mundo abierto. Su dictadura ha permanecido incólume porque no ha abierto ni un resquicio de libertades en estos años (al mismo tiempo que se difundía ese artículo de Castro el gobierno estaba cerrando aún más la posibilidad de acceder a Internet) y tampoco lo quieren ahora que se los ha ofrecido Obama. En el mundo diplomático había temor ante la visita del presidente a Cuba: que no ocurriera como con Michelle Bachelet, la presidenta chilena, que al terminar la gira por la isla fue “despedida” por Castro con un artículo durísimo comparando su gobierno con las derechas dictatoriales. Y lo mismo ha sucedido con otros visitantes. Castro se adelantó: no quiere mejorar la relación ni con México, ni con Estados Unidos ni con nadie que no se considere un hijo de su revolución. Y en un México preelectoral él ya tiene su candidato, como lo tuvo en el 2006. Se apellida López.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil