Comenzaba el año de 1998 y Ricardo Monreal, entonces un duro legislador priista, no sería, como era su aspiración, candidato a gobernador por su partido en Zacatecas. Cuando lo supo, rompió con el PRI y se convirtió en candidato del PRD, con el apoyo de López Obrador, entonces presidente del partido y el rechazo de Amalia García, quien era, entonces, la candidata natural de la izquierda para el estado. Desde tiempo atrás, pero sobre todo desde ese momento, la relación de Monreal con Amalia quedó rota.
Comenzaba el año de 1998 y Ricardo Monreal, entonces un duro legislador priista, no sería, como era su aspiración, candidato a gobernador por su partido en Zacatecas. Cuando lo supo, rompió con el PRI y se convirtió en candidato del PRD, con el apoyo de López Obrador, entonces presidente del partido y el rechazo de Amalia García, quien era, entonces, la candidata natural de la izquierda para el estado. Desde tiempo atrás, pero sobre todo desde ese momento, la relación de Monreal con Amalia quedó rota.
Pero en esos días de hace once años pregunté porqué Monreal no sería candidato del PRI, cuáles eran las causas de fondo. Se me dijo que era por una presunta relación de sus hermanos y otros familiares con el narcotráfico. Para reafirmar ese dato desde los más altos niveles del gobierno federal, se me hizo llegar un voluminoso expediente con documentación oficial sobre esas relaciones. Pregunté a las mismas muy altas fuentes si la información era publicable, se me dijo que sí y que era parte de una investigación en marcha que devendría en unos días más en una acusación formal contra esos familiares del entonces ya candidato perredista. La información fue publicada en esta columna, que entonces salía en El Financiero, y circuló profusamente, sobre todo en Zacatecas.
Pero nunca hubo, públicamente, una investigación; las mismas fuentes que me habían entregado la información, semanas después dijeron que no habría acusación alguna contra Monreal o sus hermanos. Su salida del PRI había provocado muchos movimientos, algunos de los más desafortunados en el sexenio de Ernesto Zedillo, como la designación de José Murat como candidato a gobernador en Oaxaca, cuando éste amenazó con seguir el camino de Monreal si no le era entregada la candidatura. Y, como en otros casos, se cedió ante la presión.
Pero el dato cierto, el importante, es que, por las razones que fuera, no hubo investigación. Me tocó estar en Zacatecas meses después para la elección de gobernador y, como entonces se publicó, sostuve que si desde esas muy altas fuentes se había distribuido esa información y luego desde allí mismo se la había desmentido, sólo existían dos opciones: la información era falsa y no estaba sustentada, o la investigación no tendría las consecuencias políticas que se deseaba, que era que el ex priista no llegara a la gubernatura y por lo tanto había sido desechada. De una u otra forma, si no había investigación, los datos debían considerarse falsos y Monreal (que no aparecía él mismo en la investigación, sino sus hermanos y otros familiares) no era responsable de nada y todo había sido una manipulación fallida.
Tuve oportunidad de platicar muchas veces el tema con el propio Monreal con quien hemos tenido a lo largo de los años puntos de vista comunes y, sobre todo desde su incorporación plena al lopezobradorismo, profundas diferencias, dirimidas con enorme respeto personal y profesional. Pero siempre he pensado que fuera de que hubiera algunas bases ciertas, no era más que una jugada política sucia, como las que vemos cotidianamente en nuestra vida política.
Me sorprendió que esta semana volviera a estallar el tema con los mismos ingredientes e incluso la misma información, con el condimento del decomiso de 14 toneladas de marihuana en una bodega propiedad de uno de sus hermanos. Y sorprende porque resulta desconcertante que si fuera así, durante por lo menos once años la misma información haya estado archivada, dejando operar con impunidad a un grupo de personas involucradas con el narcotráfico y repentinamente la misma es recuperada, o sigue siendo la misma historia del pasado, simplemente condimentada para los nuevos tiempos con los mismos objetivos.
Suelo coincidir más con las posiciones de Amalia García que con Monreal. No estoy de acuerdo con las posiciones políticas que ha asumido Ricardo, comenzando por haber abandonado a su partido para convertirse en líder de una bancada como la del PT, inflada artificialmente por el lopezobradorismo para mantener cierta presencia nacional, ni con el seguimiento incondicional a las instrucciones de su jefe político, perdiendo su margen de independencia política. Tampoco que tantos de sus familiares, incluyendo los que aparecían en aquellos documentos estén hoy en posiciones políticas de poder, sustentados en el que tuvo su hermano y en el impulso de López Obrador (que tampoco se intimida ante el nepotismo: su familia está más que puesta para todo tipo de cargo político, desde hijos hasta hermanos). Pero una cosa estar en desacuerdo con un político y otra acusarlo de narcotraficante.
Si las pruebas que existen contra Monreal son las mismas de hace once años, simplemente ampliadas por el paso del tiempo, y si se considera cierta esa información ahora, no sólo se deberá procesar a quienes resulten imputados por ella, sino también a quienes las escondieron concientemente por más de una década. Y si se trata de una manipulación de esa misma información habrá que exigir que las pruebas se conviertan en tales, en información dura y no en versiones que, esas sí, sólo sirven para descalificar.
Lo grave es que mientras tanto, se apoye cualquiera de las versiones de esa batalla (que no podemos llamar fratricida, porque las corrientes de Amalia y Ricardo nunca estuvieron hermanadas más que por el membrete de un partido), la inseguridad en el estado crece y la presencia sobre todo de los Zetas resulta inocultable. Sea porque se manipuló la información hace once años, fuera porque la misma era verídica y se decidió ocultarla, el hecho es que a todos se les debe exigir mayor seriedad. Y si hay pruebas e información dura, comprobable, indiciar a los responsables, sean quien sean, y si no es así dejar de utilizar la misma para descalificar una lucha política que, por sí misma, ya ocupa los niveles más bajos de confianza de la ciudadanía.