Ebrard después de la influenza
Columna JFM

Ebrard después de la influenza

El gobierno del DF declaró ayer finalizada la etapa de emergencia por la influenza tipo A H1N1, una decisión que adoptó en forma autónoma, adelantándose así a la decisión que el gobierno federal debería anunciar en forma inminente. La gestión del gobierno capitalino y en particular de Marcelo Ebrard durante todo este periodo de emergencia ha tenido luces y sombras, aciertos y errores, pero parece ser evidente, que los primeros han sido mayores que los segundos y ello le ha permitido al jefe de gobierno capitalino reposicionar su figura en un momento en el cual el PRD se está despedazando y el lopezobradorismo ha decidido tomar su propio camino.

El gobierno del DF declaró ayer finalizada la etapa de emergencia por la influenza tipo A H1N1, una decisión que adoptó en forma autónoma, adelantándose así a la decisión que el gobierno federal debería anunciar en forma inminente. La gestión del gobierno capitalino y en particular de Marcelo Ebrard durante todo este periodo de emergencia ha tenido luces y sombras, aciertos y errores, pero parece ser evidente, que los primeros han sido mayores que los segundos y ello le ha permitido al jefe de gobierno capitalino reposicionar su figura en un momento en el cual el PRD se está despedazando y el lopezobradorismo ha decidido tomar su propio camino.

Ebrard acertó al coordinarse en forma bastante eficiente con el gobierno federal en todo el proceso. La única decisión trascendente que adoptó sin hacerlo, sin consultar con el gobierno federal, fue su único error (era una medida más mediática que epidemiológica): fue el cierre de los restaurantes. Es verdad que compitió con las autoridades federales con las conferencias de prensa y los comunicados pero lo cierto es que trabajó en forma conjunta y eso fue lo más importante. Estuvo en Los Pinos cuando debía estar y allí, y en todo el proceso de desarrollo de la epidemia estuvo allí. Si comparamos su posición, por ejemplo, con la actitud asumida por López Obrador (“¡que influenza ni qué ocho cuartos!” frase que sintetiza la profundidad conceptual y el sentido de Estado de su autor) o los candidatos del PT con su payasada de no seguir los criterios sanitarios argumentando que la epidemia no existía, Ebrard sale ganando en todos los sentidos.

Ayer mi amigo José Antonio Crespo escribía que Ebrard no es un político de izquierda aunque ahora quiera presentarse como tal. A mi no me cabe duda que es así: Ebrard podrá ser considerado un liberal, un político progresista, pero no es un hombre de izquierda. No lo es ahora ni lo fue antes. Pero si eso lo asume públicamente gana mucho más que si trata de ocultarlo. Cuando mejor funciona Ebrard y donde se lo siente más cómodo (y tiene mayor aceptación) es cuando se ubica en el centro, como ocurrió ahora, cuando puede abandonar una fraseología que no es suya y con la que cuesta identificarlo. Si él mismo, su equipo y el PRD comprenden lo que está en juego en el 2012 no tendrían que buscar un candidato ubicado en la izquierda dura, ese espacio lo ocupará sin duda López Obrador y lo hará por fuera del PRD, sino alguien que pudiera hablarle a la gente desde el centro: quien no disputa el centro no gana elecciones presidenciales.

Desde este punto de vista, para la actual dirigencia perredista no hay en el panorama muchos otros prospectos que puedan ocupar ese espacio (quizás Juan Ramón de la Fuente, pero probablemente su momento, para optar por esa opción, ha pasado). Ni la dirigencia del PRD tiene demasiadas opciones ni Ebrard tiene una fuerza política propia en la cual apoyarse. Y los dos saben que se necesitan irremediablemente.

El problema que se le presenta a Ebrard es que a partir de septiembre tendrá que gobernar con una oposición interna muy fuerte. Las corrientes bejaranistas y de López Obrador probablemente tendrán la mayoría de la Asamblea Legislativa en un momento en el que el propio Ebrard tendrá que tomar definiciones importantes: la principal qué tipo de relación mantiene con López Obrador y sus corrientes. La situación, después de lo que estamos viendo en Zacatecas y en el contexto de la actual campaña electoral, donde el ex candidato presidencial, a través del PT y Convergencia, está trabajando abiertamente en contra del PRD, no permitirá por demasiado tiempo más al jefe de gobierno permanecer en la indefinición como hasta ahora. Si apoya a López Obrador, su propia posibilidad para el 2012 se esfuma, éste no lo permitirá pasar jamás. Si no lo hace, tendrá una fuerte resistencia en la ALDF, pero podrá consolidar la relación con un PRD que vivirá, en cuanto se instale la próxima legislatura, una división entre los que responden al partido y quienes apuestan al ex candidato presidencial. López Obrador quiere que el PRD tenga un resultado electoral tan malo que haga caer a Jesús Ortega. Pero corre el peligro de que sus propios proyectos fracasen, sobre todo si el PT no logra el registro el 5 de julio.

Un Marcelo Ebrard buscando el centro y olvidándose de los grupos extremistas tendrá mayores dificultades para gobernar pero muchas posibilidades de alcanzar la candidatura presidencial y dar la pelea en el 2012. Ubicado en el discurso ultra (o tolerándolo en su entorno) se quedará sin la primera y no podrá afrontar esa lucha.

Tiene que tomar definiciones que no querrá adoptar antes del 5 de julio. Sin embargo, la propia realidad le exige cada vez más: estuvo en México el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, uno de los hombres importantes del PP y con quien el presidente Calderón mantiene una buena relación. Ruiz Gallardón tuvo una actitud muy solidaria con el país y con la ciudad. Lo recibió, además, Ebrard y acordaron realizar el próximo 7 de junio la reunión de alcaldes iberoamericanos, que encabeza Ruiz Gallardón, en el DF. Es una buena noticia desde todo punto de vista. Me imagino que esa reunión por su trascendencia y por la propia relación del alcalde de Madrid con el presidente Calderón, deberá ser inaugurada por éste. ¿Lo aceptará Ebrard?¿estará junto al presidente Calderón para inaugurar uno de sus mayores logros en proyección internacional (con consecuencias directas para la economía de la ciudad)?. Si lo hace, y lo debería hacer, estará rompiendo definitivamente con los estereotipos que lo han atado en los últimos años. Y faltan poco más de dos semanas para tomar esa decisión.

Por cierto: no sé de sus talentos pero ¿qué necesidad tenía Ebrard de designar a su ex esposa, una buena académica sin experiencia diplomática, como responsable de las relaciones internacionales de su gobierno?

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