Y López los mandó al carajo…
Columna JFM

Y López los mandó al carajo…

Se mostró, una vez más, como lo que es y confirmó que en esas corrientes políticas, él es el que manda. Si antes había mandado al diablo a las instituciones, el martes en la noche mandó al carajo a la dirigencia del que supuestamente es aún su partido. En Iztapalapa cambió candidaturas; hizo jurar a un candidato desconocido (“sí jefe, acepto”, respondió un anonadado Rafael Acosta) que si ganaba renunciaría a su cargo para dejarlo a la que hasta ayer era su oponente. Le ordenó desde el templete de un acto desangelado y rodeado de dirigentes suyos, al jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, que cuando ganara Acosta y renunciara, debía designar a Clara Brugada como su sucesora y le ordenó a su vez a una Asamblea Legislativa del DF, que aún ni siquiera se elige, que aprobara esa designación.

Se mostró, una vez más, como lo que es y confirmó que en esas corrientes políticas, él es el que manda. Si antes había mandado al diablo a las instituciones, el martes en la noche mandó al carajo a la dirigencia del que supuestamente es aún su partido. En Iztapalapa cambió candidaturas; hizo jurar a un candidato desconocido (“sí jefe, acepto”, respondió un anonadado Rafael Acosta) que si ganaba renunciaría a su cargo para dejarlo a la que hasta ayer era su oponente. Le ordenó desde el templete de un acto desangelado y rodeado de dirigentes suyos, al jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, que cuando ganara Acosta y renunciara, debía designar a Clara Brugada como su sucesora y le ordenó a su vez a una Asamblea Legislativa del DF, que aún ni siquiera se elige, que aprobara esa designación. López Obrador aseguró finalmente que sigue siendo militante del PRD aunque pida votar en contra de ese partido, y que si lo expulsan será por órdenes de la “mafia” (no, no estaba hablando de Bejarano, Imaz, Ponce Meléndez y los demás rateros que han sido parte de su equipo, sino de sus enemigos históricos que van de Felipe Calderón a Carlos Salinas, pasando por políticos, empresarios y banqueros). Y todavía le quedó tiempo como para ordenarle al PRD-DF, que la gente de Bejarano controla a través de Alejandra Barrales, que desacatando por segunda vez las órdenes del Tribunal Electoral, no registrara como candidata a Silvia Oliva. Y por supuesto, no la registraron.

Es López Obrador en plenitud. Las leyes no importan, las instituciones tampoco, mucho menos los dirigentes de su propio partido. Las leyes, las instituciones, los partidos, los candidatos, apellídense Brugada o Acosta, están para servir a su causa. Y si se equivoca o alguien no está de acuerdo con ese estilo mussoliniano (o chavista, que es casi lo mismo) de ejercer el poder, de entender la política, es que es parte de una mafia que lo intenta detener.

Es un estilo perverso, pero que a López Obrador le funciona. No le alcanzó, por poco, para ganar las elecciones del 2006, pero su objetivo ya está puesto en el 2012 “corrigiendo” lo que no funcionó en la pasada elección: ahora no quiere ser el candidato de una fuerza política, quiere que las mismas estén a su disposición, colocar a los candidatos, a los dirigentes, que todo se haga de acuerdo con sus órdenes. Y que todo ese camino se recorra en el filo de la legalidad, para poder cruzar al otro lado cuando sea preciso. En la estrategia hay que desfondar al PRD, donde se encuentran las mayores resistencias a su proyecto unipersonal: el PT y Convergencia hace tiempo que se han convertido en furgones de cola del mismo. Para derrotar al PRD, López Obrador debe permanecer formalmente en él y busca obligar a la dirigencia del partido a que lo expulse. Estos, sin saber cómo responder y esperando los resultados del cinco de julio, han demorado esa decisión una y otra vez y cada día que pasa les sale más cara. Si el lopezobradorismo y Bejarano ya les quitaron por lo menos un tercio (o más) de las candidaturas, si entre el PT y Convergencia le han quitado un porcentaje similar de votos, lo que veremos después del cinco de julio será una operación donde se formará de hecho, una nueva fracción parlamentaria lopezobradorista con los diputados del PT y Convergencia sumados a los que formal o informalmente abandonen el PRD para sumárseles. Y el número de unos y otros será similar.

Si fuera necesario, ya envió el mensaje en Iztapalapa que espera subordinación de la futura Asamblea Legislativa del DF, de los delegados capitalinos y del propio Marcelo Ebrard que algún día se tendrá que decidir, si quiere ser candidato presidencial, a tomar su propio rumbo. Pero ni Jesús Ortega ni Ebrard aciertan a tomar sus propias decisiones en lugar de reaccionar a las provocaciones del tabasqueño. Se sienten atrapados y sólo esperan que el 5 de julio defina la correlación interna de fuerzas.

En Iztapalapa demostraron que no están pudiendo con la operación y que ellos mismos están confundidos. La crisis en la delegación política clave de la capital (tiene la quinta parte de todos los habitantes de la ciudad, el mayor presupuesto y si fuera municipio sería el más importante del país) se dio por las numerosas traiciones internas buscando posicionarse: López Obrador y Bejarano mandaron y apoyaron a Brugada para quitarle el control delegacional a René Arce y Víctor Hugo Círigo, a quienes consideran enemigos. Ebrard apoyó con todo el peso del GDF a Brugada para hacer un gesto hacia López Obrador pero sobre todo para deshacerse de Arce y Círigo a quienes acusa de obstaculizar su gobierno. Nueva Izquierda, desde mucho tiempo atrás, aliada con esos dirigentes, como que decidió mirar hacia otro lado, dejándolos solos y apostando a fortalecer una hipotética alianza con Ebrard. Arce y Círigo, apostaron todo a los suyos, Oliva es la ex esposa de Arce, sabiendo que si no ganaban su situación sería muy endeble. En ese escenario, la elección interna fue escandalosamente sucia, ganó Clara Brugada pero Oliva apeló incluso ante el Tribunal Electoral que finalmente anuló poco más de 40 casillas (no hizo más que cumplir con  aquello de revisar voto por voto) y ordenó al perredismo a registrar a la candidata de Nueva Izquierda. El PRD-DF no lo hizo y respaldará a López Obrador y el PT. Quienes el 5 de julio crucen la boleta electoral por el PRD que llevará el nombre y la foto de Clara Brugada, estarán votando en realidad por Silvia Oliva, pero quienes voten por el PT y un tal Acosta, votarán por Brugada. Todos se acusan de traidores y de querer destruir el proyecto del PRD. El problema es que todos parecen tener una parte de la razón: ninguno de ellos quiere a ese partido como está hoy. Y se están mandando recíprocamente al carajo. Claro, a costa de la ciudadanía y con cargo a nuestros recursos públicos.

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