El dinero fácil de los partidos
Columna JFM

El dinero fácil de los partidos

Creo que el voto en blanco no ayudará a cambiar el sistema de partidos, pero, sin duda, se justifica ese acto de indignación porque el mismo adolece de fallas que son tan profundas que se convierten en estructurales. Olvidemos por un momento el vergonzoso affaire del perredismo y López Obrador, el oxígeno a partidos casi inexistentes como el PT, el escenario de división y fractura que se percibe en el proceso electoral en general.

Creo que el voto en blanco no ayudará a cambiar el sistema de partidos, pero, sin duda, se justifica ese acto de indignación porque el mismo adolece de fallas que son tan profundas que se convierten en estructurales. Olvidemos por un momento el vergonzoso affaire del perredismo y López Obrador, el oxígeno a partidos casi inexistentes como el PT, el escenario de división y fractura que se percibe en el proceso electoral en general. Concentrémonos por un momento en datos duros: la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES) acaba de presentar un informe sobre la aplicación de la reforma electoral en México y allí hace uno comparativo entre el financiamiento que los partidos reciben en México con el resto de América latina. Y no es difícil descubrir que allí está el mayor lastre para nuestra democracia y para el propio sistema de partidos.

Según el estudio y basándose en datos oficiales del 2003 cada voto nos costó 17.24 dólares. Los partidos recibieron de financiamiento público, sólo para la campaña un poco más de 465 millones de dólares que deben dividirse por los cerca de 27 millones de votos de ese año. Pero en los años posteriores los partidos recibieron muchísimo más: en el 2006 les tocó 4 mil 171 millones de pesos. En el 2007 y el 2008 aunque no hubo elecciones federales, 2 mil 700 millones de pesos cada año. En estas elecciones la cifra será brutalmente superior, sobre todo si se toma en cuenta que en el 2006 los partidos pagaron unos 700 mil spots en radio y televisión (que les consumió cerca del 60 por ciento de su presupuesto) y este año tienen a su disposición nada menos que 23 millones de spots en forma gratuita. El financiamiento de los partidos sumando los gastos ordinarios y extraordinarios es de 3 mil 633 millones de pesos, quiere decir que el costo de cada voto en la elección de este año sin incluir los spots de radio y televisión será superior a los 100 dólares por elector.

Son cifras exorbitantes. Se podrá argumentar que la democracia es costosa, pero si la comparamos con otros países no es así: las otras trece naciones latinoamericnas incluidas en el estudio de la Fundación Internacional para Sistemas Electorales muestran que el promedio regional de costo de cada voto es de apenas 94 centavos de dólar. Y son democracias que funcionan tan bien o mejor que la nuestra: en Argentina cada voto cuesta 41 centavos de dólar, en Brasil 29 centavos, en Uruguay 3.72 dólares. El único país que se acercaría México es Costa Rica con un costo 8.58 dólares por voto, con todo menos de la mitad que en nuestro caso. Y en esto estamos analizando sólo el financiamiento directo a partidos, no se incluye el costo de mantener un IFE, un TEPJF, las credenciales de elector o el padrón de electores con fotografía. Es un sistema enormemente costoso.

¿Deben los partidos recibir 3 mil 633 millones de pesos en financiamiento al año?¿deben recibir 23 millones de spots en forma gratuita?. Cuando la gente se indigna tanto con los partidos y los tiene en un nivel de credibilidad inferior al de las policías, no más del 4 por ciento, ello tiene relación directa con el alejamiento de los partidos de las inquietudes ciudadanas. Y es lógico que así ocurra: ¿por qué si toda la estructura electoral está basada en el control de las dirigencias partidarias y en un financiamiento público altísimo que reciben esas mismas dirigencias, los políticos o los candidatos estarían interesados en buscar las inquietudes ciudadanas y trabajar por ellas?. Trabajan en las campañas, obtienen el voto y se disciplinan a quienes pueden seguir financiando sus actividades.

Vemos en otros países, incluyendo los Estados Unidos, que hay políticos que para financiar su campaña deben incluso endeudarse fuertemente y arriesgar hasta su patrimonio personal (el caso de Hillary Clinton que quedó debiendo millones de dólares luego de las primarias que perdió ante Barack Obama es uno de los más recientes) pero en nuestro caso vemos a políticos que no sabemos de qué viven, en qué trabajan, quién los financia. El caso de López Obrador, que ya hemos tratado, es paradigmático, pero hay muchos más de todos los partidos políticos. Hay políticos que salvo algún paso por un puesto público de unos pocos años, han pasado diez, quince años participando activamente en política, sin saber de donde se financian o financiados directamente por sus partidos, incluso por varios de éstos si el personaje en cuestión salta de uno al otro.

No hay relación alguna entre la calidad de nuestra democracia y su costo. El sistema electoral en México ha mostrado ser eficiente, pero también políticamente endeble: la suma de atribuciones que ha recibido el IFE con la última reforma, no parece haberlo fortalecido sino debilitado porque sencillamente no puede cumplir con ellas y la demostración de fuerza que hicieron los partidos al decapitar al IFE y cambiar a la mayoría de los consejeros aunque se trataba de cargos supuestamente inamovibles, exhibió aún más esa debilidad.

Los cambios que se han propuesto, desde los que propugnan el voto en blanco o nulo, o por quienes proponen votar por candidatos que hayan asumido compromisos explícitos marcados por esas mismas organizaciones ciudadanas, como lo hizo Alejandro Martí con la agrupación SOS, deberán centrarse en forma obligatoria en el financiamiento de los partidos. La organización de Martí propone que se reduzca el mismo por lo menos un 65 por ciento e incluso así, el financiamiento que tendrían los partidos en México sería superior al de todas las demás naciones latinoamericas incluidas en el estudio de IFES y unas diez veces superior al promedio de financiamiento de los partidos en cada una de esas trece naciones.

Dicen que hay que seguirle la pista al dinero: y como casi siempre, en este caso el dinero fácil es el principal responsable de la decadencia del sistema político.

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