PAN: unos no pueden, los otros no quieren
Columna JFM

PAN: unos no pueden, los otros no quieren

La crisis interna en el PAN no deviene sólo de los malos resultados electorales, es parte de una lucha apenas soterrada que influyó en esos resultados, que rompió alianzas internas y externas en el reciente proceso electoral y que en realidad comenzó hace seis años, luego de las elecciones intermedias del 2003 que tuvieron, por cierto, resultados muy similares a las actuales, aunque menos dramáticos por los triunfos estatales y por la percepción de que el priismo, entonces dividido entre Elba Esther y Madrazo, podría ser un aliado confiable.

La crisis interna en el PAN no deviene sólo de los malos resultados electorales, es parte de una lucha apenas soterrada que influyó en esos resultados, que rompió alianzas internas y externas en el reciente proceso electoral y que en realidad comenzó hace seis años, luego de las elecciones intermedias del 2003 que tuvieron, por cierto, resultados muy similares a las actuales, aunque menos dramáticos por los triunfos estatales y por la percepción de que el priismo, entonces dividido entre Elba Esther y Madrazo, podría ser un aliado confiable.

Se trata, incluso, de los mismos grupos enfrentados por la sucesión presidencial, pero también por ver quién se va a quedar con el partido en caso de que el PAN no gane las elecciones del 2012, un tema no menor sobre todo si se considera que el reparto del poder seguirá sin otorgar mayorías claras a alguna fuerza política. Por ejemplo, no es verdad que se han aliado grupos disímiles del PAN en contra de la candidatura de César Nava: son los mismos que llevaron a la presidencia del PAN, luego de la elección del 2003, a Manuel Espino, que fue en esos comicios secretario general y responsable de la estrategia electoral y pese a los resultados obtenidos fue promovido a la presidencia, con todo el apoyo de Vicente Fox y de Santiago Creel. La relación política Espino-Creel fue y es estrecha y se mantuvo durante todo el proceso interno de selección de candidatos y aún después, cuando el propio Espino designó a Santiago como coordinador de los senadores panistas. Y allí con Creel estaban en las principales subsecretarías de Gobernación, Humberto Aguilar Coronado y Ricardo García Cervantes, mientras que Gerardo Priego fue un operador privilegiado (y muy acertado) en el PAN durante la gestión de Espino. Javier Corral también mantuvo una relación estrecha con el entonces presidente del partido, tanto que fue el candidato del PAN en Chihuahua. Corral y Creel mantenían diferencias por su posición respecto a las televisoras y éstas se subsanaron cuando Santiago terminó enfrentándose también con ellas, luego de la llamada ley Televisa. Desde entonces han trabajado en muchos sentidos juntos. No hay encuentros de extremos contra el calderonismo: son los mismos que impulsaron la candidatura de Creel en el 2006 y que ahora siguen trabajando juntos y giran en torno al foxismo, aunque el ex presidente diga que “ni tiene grupo ni hace grilla” en el PAN. Esos hombres son parte de la corriente que él impulsó y respaldó y ninguno de ellos, ni antes ni ahora, ha simpatizado con el calderonismo o con el llamado PAN doctrinario.

¿Es legítima esa concentración de fuerzas? Por supuesto, están en su legítimo derecho de buscar la presidencia de su partido, pero debe haber claridad respecto a quiénes son y cuáles son los hilos conductores que los unen, independientemente de que algunos de ellos tienen una carrera política congruente, digna y respetable y otros siguen sólo sus propios intereses.

Tan legítima es esa búsqueda de la dirigencia partidaria, como la de César Nava, impulsado o no por el presidente Calderón, de buscarla por su lado. El PAN tiene, desde siempre, un método institucional para elegir a su dirigencia: la elección se realiza en su consejo nacional que tiene 370 miembros. Allí ganó la presidencia partidaria Calderón, lo sucedió Luis Felipe Bravo Mena, allí Espino literalmente planchó a García Cervantes, y ahí también perdió en dos ocasiones Manuel: en la resolución que hizo que el candidato del PAN para la presidencia fuera elegido por el voto de los panistas (lo que dejó fuera a Creel) y luego cuando dejó la presidencia en manos de Germán Martínez. Y allí se deberá elegir al sucesor de éste. El error de los llamados disidentes es que no quieren competir en ese espacio y están tratando de boicotear la reunión para que no tenga quórum ¿por qué mejor no impulsar una candidatura propia, que demuestre la fuerza de la gozan?. por la sencilla razón de que se necesitan menos votos para bloquear la reunión que para ganar la presidencia del partido. Y lo que se busca es tener un espacio de poder real de cara a la sucesión del 2012.

Se podrá argumentar que César Nava no es la mejor opción para dirigir el PAN, que es muy joven, o que quizás existe entre el ahora diputado electo y el presidente Calderón una identificación política muy estrecha, o que, como lo establecería la carta que supuestamente le envió Castillo Peraza a Felipe Calderón hace 13 años, que éste tiene confianza sólo en un grupo muy estrecho de colaboradores y por eso impulsó a Nava. El tema de discusión tampoco puede ser la cercanía del partido en el poder con el presidente: ningún gobierno, en una democracia, se sostiene sin el apoyo de su partido, y en todas las democracias, lo recordaba muy acertadamente  Leo Zuckerman esta semana, el líder real del partido en el poder es quien detenta el poder. Nadie puede descubrir en ese sentido el hilo negro: preguntémonos acaso cuál fue el margen de independencia de la gestión de Espino respecto al gobierno de Vicente Fox.  Pero el dato duro tampoco es ese: pasará por saber si Nava tiene o no el apoyo de los consejeros. Lo que no lo convierte en el presidente ideal para el PAN y tampoco lo sería Ernesto Ruffo si prospera como se ha dicho su hipotética candidatura. No creo que los partidos tengan, salvo escasas excepciones, líderes ideales: tienen los que expresan las correlaciones de fuerzas internas ante cada elección. Pero deben consolidar mayorías. Y si se equivocan y esa correlación de fuerzas cambia deben perder esa posición.

En el panismo, en los hechos, lo que está ocurriendo es que unos no tienen los votos para imponer sus puntos de vista y dan una batalla mediática, de desgaste contra el propio presidente, mientras que los otros no parecen tener la capacidad política para atraer a su mayoría a las minorías inconformes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil