El programa para la segunda mitad
Columna JFM

El programa para la segunda mitad

El presidente Calderón presentó ayer, más que un informe de gobierno, una programa de acción para los próximos tres años. Un programa además, que definió un punto crucial para el futuro de esta administración y del país: pasar de lo posible en términos de cambios y reformas, a lo realmente necesario, a lo que puede permitir que el país retome el rumbo de largo plazo, se limiten desigualdades y se acabe con las inercias burocráticas y políticas. Implica que se dará la batalla, quizás sin buscar, como se dijo la confrontación, pero sabiendo, como también se señaló, que existirán confrontaciones inevitables como muchos intereses creados. Esa es la clave para el futuro.

El presidente Calderón presentó ayer, más que un informe de gobierno, una programa de acción para los próximos tres años. Un programa además, que definió un punto crucial para el futuro de esta administración y del país: pasar de lo posible en términos de cambios y reformas, a lo realmente necesario, a lo que puede permitir que el país retome el rumbo de largo plazo, se limiten desigualdades y se acabe con las inercias burocráticas y políticas. Implica que se dará la batalla, quizás sin buscar, como se dijo  la confrontación, pero sabiendo, como también se señaló, que existirán confrontaciones inevitables como muchos intereses creados. Esa es la clave para el futuro.

Existe, como se reconoció ayer, mucha incredulidad en la gente ante los gobiernos, el congreso, los partidos. No será sencillo ni sacar adelante la agenda de diez puntos que presentó Felipe Calderón ni que la gente crea en ella si no se comienza a traducir, rápidamente, en hechos concretos. Para eso el ejecutivo se debe poner en marcha ya, y comenzar a sacar adelante todos los capítulos que no requieren modificaciones legales en el congreso.

La agenda de diez puntos incluye todo lo que es importante atacar en este momento y todos esos puntos presentan desafíos para romper con esas inercias y tabues de los que habló el presidente: el primero, apoyos efectivos contra la pobreza, donde el debate estaré en quién distribuye y aplica esos recursos, pero donde la clave será establecer, como se dijo, absoluta transparencia en la utilización de los mismos, no se puede seguir repartiendo dinero, como se hace en el DF, sin contar siquiera con un padrón de beneficiarios. El segundo punto es establecer una cobertura universal de salud, donde no tendría porqué haber oposición o conflicto alguno. El tercero, lograr una educación de calidad, donde el tema pasará por la relación con el sindicato, por romper los intereses creados y también por la descentralización educativa y, una vez más, por los recursos. El cuarto es una reforma profunda a las finanzas públicas, con programas de austeridad gubernamental y con mayores ingresos, con el compromiso de que lo que éstos generen se canalice a subsanar las carencias sociales. Será el tema central y el que mayor esfuerzo político requerirá: sin una verdadera reforma financiera que modifique usos, costumbres, privilegios, no se podrá construir lo demás. Pero ello debe ir de la mano con el otro punto: una reforma económica de fondo que pase en buena medida por el sector energético, para que sus empresas sean eficientes y productivas: la mayoría de las empresas del sector son ineficientes por los privilegios y los fuertes intereses que allí existen. De otra manera no se comprendería que una empresa como Luz y Fuerza del Centro, teniendo el monopolio de la generación y distribución de energía eléctrica en todo el centro del país, incluyendo el Distrito Federal, mantenga un déficit de miles de millones de dólares. En este mismo rubro, el presidente Calderón fue enfático en la necesidad de realizar una nueva reforma petrolera que le permita a Pemex salir de su marasmo actual y relanzar su producción, luego del declive de Cantarel, pero también simplemente observando la enorme desventaja de Pemex respecto a cualquier otra empresa petrolera del mundo, sea pública o privada. En todo este amplio capítulo de la reforma económica es obvio que la participación del capital privado y la inversión es fundamental, sobre todo si los recursos públicos se dedicarán sustancialmente, como debe ser, a los programas sociales (¿acaso usted no preferiría que se destinarán 10 mil millones de dólares a la salud, la educación, la seguridad y no a la construcción, con dinero de los impuestos, de una refinería que podría hacer el capital privado?

Un sexto punto es la reforma al sector telecomunicaciones, con apertura y fomentando la cobertura y la competencia, lo que por obvias razones generará debates y conflictos intensos porque en pocos ámbitos hay intereses más arraigados. El séptimo pasa por la reforma laboral, postergada desde hace décadas para mejor oportunidad donde ya se sabe qué hay que hacer y cómo pero que nunca termina de encontrar su oportunidad. Ahora parece que ésta ha llegado. El siguiente es una reforma regulatoria de fondo, que pasa por derogar todo los trámites, decretos, imposiciones que no se justifiquen con claridad. Como se dijo de lo que se trata es de facilitarle la vida a la gente.

El noveno punto gira en torno a la lucha contra el crimen. El presidente Calderón fue enfático en defender su estrategia, reconociendo las carencias existentes e hizo bien en hacerlo porque el problema no es la estrategia, sino los vacíos institucionales existentes en torno a lo que se planteó como un tema fundamental: la construcción de cuerpos policíacos eficientes y que cubran toda la geografía nacional. Se pidió una vez más discutir qué modelo policial queremos y el presidente se comprometió a un punto central: enfocar, además del combate contra el crimen organizado, la lucha en el combate al secuestro, la extorsión y el robo. Y finalmente propuso Felipe Calderón, una reforma política de fondo, partiendo de la base de que los ciudadanos no estamos satisfechos con el funcionamiento ni del sistema ni de los partidos. Con un punto interesante, el reconocimiento de que la reciente reforma electoral le ha cerrado puertas a la ciudadanía.

Es la hora de cambiar, dijo el presidente Calderón y es verdad. Pero para darle el impulso que ese cambio requiere, se debe comenzar, como también se reconoció, desde el propio ejecutivo y su equipo: en la forma de entender, hacer, ejecutar las cosas. En la comprensión de que tanto la seguridad como la economía, las finanzas como la salud o la educación, son capítulos, desde el gobierno, eminentemente políticos y así deben ser tratados.

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