Milpa Alta: justicia por propia mano
Columna JFM

Milpa Alta: justicia por propia mano

Un millar de pobladores de San Pedro Atocpan, en la delegación Milpa Alta en el Distrito Federal, retuvieron por la fuerza a tres agentes federales a los que querían linchar porque habían cometido el gravísimo delito de vigilar una casa de seguridad sobra la que existía una denuncia ciudadana de que se podría estar realizando un secuestro. Dos jóvenes en esa investigación habían sido detenidos y remitidos a la PGR. Cuando ello ocurrió comenzaron a sonar las campanas de la iglesia para convocar al pueblo y los agentes fueron retenidos y agredidos por los pobladores que condicionaron su liberación a que fuera dejada en libertad la pareja detenida.

Un millar de pobladores de San Pedro Atocpan, en la delegación Milpa Alta en el Distrito Federal, retuvieron por la fuerza a tres agentes federales a los que querían linchar porque habían cometido el gravísimo delito de vigilar una casa de seguridad sobra la que existía una denuncia ciudadana de que se podría estar realizando un secuestro. Dos jóvenes en esa investigación habían sido detenidos y remitidos a la PGR. Cuando ello ocurrió comenzaron a sonar las campanas de la iglesia para convocar al pueblo y los agentes fueron retenidos y agredidos por los pobladores que condicionaron su liberación a que fuera dejada en libertad la pareja detenida.

El conflicto fue brutal; decenas de elementos policiales heridos, un millar de habitantes del lugar en pie de guerra, gases lacrimógenos y la utilización de la fuerza como única forma de rescatar a los policías secuestrados. Y en medio de todo eso el fantasma de Tláhuac y una negociación de Manuel Mondragón y Kalb, el secretario de seguridad pública del DF, que tuvo que regresar a los detenidos al pueblo, lo que no impidió los desmanes posteriores.

El secretario Mondragón dijo que no había otra salida posible que regresar a los detenidos, sino hubieran matado a los policías. Puede ser en la coyuntura de la negociación, pero la pregunta en todo caso es si estos episodios que se reproducen una y otra  vez, van a quedar, nuevamente, impunes. Alguno de los apóstoles del “pueblo bueno” como López Obrador cuando se dieron los hechos de Tláhuac, en los que fueron incinerados dos policías y un tercero quedó gravemente herido, dijo que se trataba de “usos y costumbres” de las comunidades para tratar de justificar lo injustificable, que es la justicia por propia mano y también, el dato no puede ser obviado, la manipulación de la gente por parte de grupos armados y de la delincuencia organizada.

No es ningún secreto que en esa región de la ciudad operan, con el beneplácito de las autoridades locales y de los grupos más radicales del lopezobradorismo, desde células de grupos armados hasta bandas de secuestradores y del crimen organizado. Allí se han localizado la mayor parte de las casas de seguridad de las principales bandas y allí han aparecido también centros de operación de grupos guerrilleros. Los hechos de Tláhuac en noviembre del 2004, fueron azuzados por una célula del EPR cuya casa de seguridad estaba siendo vigilada entonces por los policías federales que fueron linchados e incinerados por la turba. Se le dijo a la gente que eran secuestradores de niños y que por eso estaban apostados junto a una escuela. Que fuera de noche y que la misma estuviera cerrada era lo menos importante. Las autoridades y la policía Tláhuac en aquella ocasión no hicieron nada por impedir el linchamiento y los policías del DF ni siquiera llegaron a intentar un rescate, pese a que las escenas se podían ver por televisión. El hecho le costó, en su momento, el puesto a Marcelo Ebrard que fue promovido de seguridad pública a desarrollo social y de ahí a la candidatura del DF.

Ahora este intento de linchamiento en Milpa Alta partió de la investigación sobre una casa de seguridad en donde se presumía que había personas secuestradas. No se sabe al momento de escribir estas líneas si era así, y de serlo si se trataba de delincuencia común o de grupos armados. Lo que es evidente es que la alarma se activó de inmediato y los pobladores fueron a tratar de hacer justicia por su propia mano, con esos resultados tan lamentables.

La gente en San Pedro Atocpan dice que está cansada de la inseguridad, que la policía local no los protege y que se estaban defendiendo. Seguramente es cierto, pero esto es consecuencia directa del abandono en la que están esas zonas que se han convertido así en un territorio controlado por grupos ultras o delincuenciales. Y es consecuencia también de una política en la cual la impunidad para muchos sectores se convierte en una norma, con la única excusa de que son, volvemos a la mitología lopezobradorista, el “pueblo bueno”, que puede matar o linchar, hacer justicia con propia mano y siempre termina obteniendo una justificación política de parte de las autoridades. Y una vez más todo queda impune.

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