El ingenuo era yo…
Columna JFM

El ingenuo era yo…

La declaración de Joaquín Sabina después de comer (y cantar) con el presidente Calderón bien podría ser el título de una de sus futuras canciones: “el ingenuo era yo…”. Pero el buen Sabina no tendría que preocuparse, de ingenuos está lleno el México de hoy y no porque ello quiera decir, como quiso explicar Gómez Mont, “tener capacidad de esperanza y de seguir peleando aún en aquellos casos donde los espacios para esperar y reaccionar y defenderse se reducen”, sino por el más directo, del diccionario de sinónimos de “cándido, iluso, idealista” (y cómo estarán las cosas que el idealismo se ha convertido en sinónimo de ingenuidad).

La declaración de Joaquín Sabina después de comer (y cantar) con el presidente Calderón bien podría ser el título de una de sus futuras canciones: “el ingenuo era yo…”. Pero el buen Sabina no tendría que preocuparse, de ingenuos está lleno el México de hoy y no porque ello quiera decir, como quiso explicar Gómez Mont, “tener capacidad de esperanza y de seguir peleando aún en aquellos casos donde los espacios para esperar y reaccionar y defenderse se reducen”, sino por el más directo, del diccionario de sinónimos de “cándido, iluso, idealista” (y cómo estarán las cosas que el idealismo se ha convertido en sinónimo de ingenuidad).

Ayer lo decía Leo Zuckermann en su columna al explicar que había confiado en la protección de los datos personales para luego comprobar que se vendían en Tepito todas las bases de datos posibles por un precio irrisorio. Lo acompaño en ese sentimiento. En lo personal, sigo pecando de ingenuo al pensar que la llamada guerra contra el narcotráfico y su feroz secuela de muertes y violencia llevará a una condena de la clase política contra los criminales y a la búsqueda de una sólida unidad social para enfrentarse a ellos. No es así: si vemos la mayoría de las declaraciones de nuestros actores políticos lo que tenemos es una utilización manifiesta del tema con expresiones como “se debe establecer una nueva estrategia” sin decirnos nunca cuál podría ser la misma. Vemos como muchos candidatos, de todos los partidos siguen viendo al narcotráfico como un mal menor y en ocasiones como un compañero de ruta incómodo pero que puede financiar alguna o muchas campañas.

El ingenuo fui yo cuando pensé que en una guerra, que implica una emergencia nacional, íbamos a tener un congreso que actuara con rapidez para sacar las leyes para combatir a la delincuencia, la organizada y la de todos los días, pero descubrí que no es así. Han pasado los años y las leyes sobre capítulos claves de la seguridad siguen en la congeladora o se pasan años debatiéndolas, como la ley antisecuestros.

Pero también fui ingenuo al pensar que la emergencia económica sí podría mover al congreso y a los ejecutivos (el federal y los estatales) a actuar con presteza y sentido de Estado ante la situación: tampoco ha sido así. Un altísimo porcentaje de los jóvenes de entre 15 y 25 años ni estudia ni trabaja y cada día es más costoso crear una fuente de trabajo, pero al congreso no le interesa la reforma laboral. En diciembre prometieron que desde febrero estarían preparando la gran reforma fiscal que el país requiere desde hace años, y simplemente no hicieron nada, para qué si el precio de petróleo aumentó y eso llena los vacíos presupuestales. La reforma política se viene planteando desde mucho tiempo atrás, se presentaron las iniciativas y simplemente no se pusieron de acuerdo y la reforma, si así se la puede llamar, será simplemente una “reformita”, sin nada importante. El lunes el senador Silvano Aureoles se quejaba de que los medios nunca estaban conformes: si no legislaban decían que no hacían nada y dejaban las cosas en la congeladora, si sacaban algo con rapidez que se estaba dando un albazo. Lo que no comprende el senador es que las dos cosas están relacionadas: no se hace nada en los largos meses de los periodos ordinarios en los que no se aprueba una sola ley, para poder sacar en albazos, en los últimos días y sin que la gente pueda conocer, discutir y analizar lo que se está aprobando, las leyes que les interesan a las bancadas. Y eso es lo que están haciendo ahora. Por cierto, en la congeladora están 650 iniciativas de ley.

Pero también se impuso la ingenuidad cuando pensé que el gobierno federal iba a sacar adelante sus programas y estrategias, como lo anunció el presidente el 2 de septiembre. Hasta ahora hemos visto algunas iniciativas, lanzadas al congreso y poco defendidas en éste, pero nada más. El lunes escuchaba al subsecretario Héctor Villareal decir que la iniciativa decir que la iniciativa sobre medios que presentó el PAN no era compartida por el gobierno: si es así, ¿qué espera el presidente para pedirle a sus correligionarios que no voten por esa ley?. Hay muchas políticas públicas que no necesitan pasar por el congreso (ahí están los planes de infraestructura) pero tampoco se implementan. No es un problema de facultades, es de manejo político de distintas áreas del gobierno que no gozan de esa capacidad. Quizás sería mejor decir con Sabina que uno no quiere mudarse de planeta, cortarse la coleta, o brindar a su salud, pero esa es otra historia.

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