El secuestro de Diego
Columna JFM

El secuestro de Diego

Dicen los expertos en esos temas que cuando un secuestro tiene una matriz netamente económica no se secuestra al que debe pagar. Cuando el secuestrado es un personaje público las cosas se complican mucho más, porque en los hechos la publicidad del hecho obstaculiza la negociación. Puede haber muchas razones para el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, pero tratarlo sólo como una acción criminal que busca un fin exclusivamente económico es difícil de creer.

Dicen los expertos en esos temas que cuando un secuestro tiene una matriz netamente económica no se secuestra al que debe pagar. Cuando el secuestrado es un personaje público las cosas se complican mucho más, porque en los hechos la publicidad del hecho obstaculiza la negociación. Puede haber muchas razones para el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, pero tratarlo sólo como una acción criminal que busca un fin exclusivamente económico es difícil de creer.

Retrocedamos un poco en el tiempo para recordar quién es Diego Fernández de Cevallos. Nadie duda que Diego sea un personaje controvertido, difícil para muchos e incluso hasta provocador, pero la historia de la transición democrática en este país sería diferente sin él. Su papel en todo el periodo 1988-94, desde la elección de Carlos Salinas de Gortari, pasando por la reformas que se dieron en ese sexenio e incluyendo su candidatura presidencial en el 94, con todas las vicisitudes que se vivieron en esa campaña, marcaron un sexenio y de muchas formas el futuro del país. A su partido, el PAN, esas acciones le dieron una identidad y un liderazgo que compartió con unos pocos personajes (Carlos Castillo Peraza, Luis H. Alvarez, Manuel Clouthier, y dos jóvenes que eran discípulos de Diego y Carlos, respectivamente, que se llamaban Fernando Gómez Mont y Felipe Calderón) y que sentaron las bases para que en el año 2000, Vicente Fox pudiera llegar a la presidencia.

El capítulo más controvertido de Diego es su labor profesional mal combinada en muchas ocasiones con sus oficios políticos. Es un abogado y un político poderoso, y opera en ambas canchas, con los costos que ello implica y con la controversia que ello genera. Diego es de amores y odios, suyos y de los demás hacia su persona.

No se sabe al momento de escribir estas líneas porqué fue secuestrado Diego, pero hay que buscar en la historia para encontrar paralelos: recordemos el año 94. El levantamiento de Chiapas; la candidatura disputada a Colosio; el conflicto interno en el poder y repentinamente dos secuestros que desestabilizaron aún más el cuadro: los de Alfredo Harp Helú y el de Carlos Lozada. Mucho se especuló sobre quiénes habían sido los autores, y la especulación puede continuar hasta el día de hoy, pero el dato es que, independientemente de autores intelectuales o impulsores externos, esos secuestros los hizo el EPR. Desde su perspectiva, tenía lógica secuestrar al que pagaba, porque no sólo se buscaba dinero, sino también una repercusión pública, política. Esos secuestros sólo se comprenden en el contexto desestabilizador que se dio durante todo ese año. Pero no es el único caso: ¿alguien recuerda cómo en el momento más difícil de la administración Zedillo, en un contexto que también recuerda en algunos aspectos al actual, fue secuestrado Fernando Gutiérrez Barrios, un personaje que aunque parte de las antípodas podría tener muchos paralelos con el peso y la posición de Diego ante los grupos en el poder de aquellos años?

Tres lustros después, la situación, por otras razones y en otro contexto, nos hace recordar aquellas. Hay un evidente conflicto en áreas de poder, que trascienden por supuesto al propio ejecutivo; existe un desafío externo al Estado del narcotráfico; existen intereses que buscan desestabilizar el país para sacar ventaja política; existen, ligados o no al narcotráfico, grupos armados que están buscando un espacio, y existe la percepción de que se puede golpear a cualquiera. No sé si fue un grupo armado o no el que secuestró a Diego, pero recordemos que la última aparición seria de estos grupos se dio exactamente en esa misma zona, entre Querétaro y Guanajuato con las explosiones en los ductos de Pemex.

Puede haber otros intereses, relacionados con temas económicos o de tierras, como se ha especulado en estas horas. Es verdad, pero salvo que se busque una venganza personal, no tiene sentido secuestrar para obtener un beneficio al único que puede negociar en torno al mismo. Salvo que el verdadero interés sea más político que económico, o haya una mano que mece la cuna que busque ese objetivo, manipulando a otros actores.

Para la administración Calderón este secuestro (como lo fueron el de Harp y Lozada para Salinas o el de Gutiérrez Barrios para Zedillo) es un golpe político y prácticamente una provocación y debe ser asumido como tal. En los hechos, este tipo de sucesos dejan a los gobiernos, cualquiera, en el peor de los mundos posibles. En los personal simpatizó y le tengo profundo afecto a Diego Fernández, muchos otros lo detestan, pero para unos y otros, lo sucedido sólo puede ser objeto de una condena unánime. Si no, todos terminaremos pagando los costos.

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