El poder del mundial
Columna JFM

El poder del mundial

Me hubiera encantado ir al Mundial de Sudáfrica, me imagino que a la enorme mayoría de los mexicanos nos ha pasado lo mismo. A muchísimos nos gusta el fútbol y un campeonato del mundo es algo que difícilmente se puede olvidar cuando se ha visto alguno. Por eso resulta absurda la cantidad de tinta y espacio en los medios que se ha vertido en torno al viaje del presidente Calderón al partido inaugural.

Me hubiera encantado ir al Mundial de Sudáfrica, me imagino que a la enorme mayoría de los mexicanos nos ha pasado lo mismo. A muchísimos nos gusta el fútbol y un campeonato del mundo es algo que difícilmente se puede olvidar cuando se ha visto alguno. Por eso resulta absurda la cantidad de tinta y espacio en los medios que se ha vertido en torno al viaje del presidente Calderón al partido inaugural.

Es verdad que la operación mediática que se realizó al respecto fue digna de los hermanos Marx, desde la consulta en Internet, hasta el que se anunciara primero en Sudáfrica y dos días después en México, siguiendo por el boletín de prensa que trataba de convencernos de que en realidad el presidente viajaba a Johannesburgo en gira de trabajo y, de paso, vería el juego. Las cosas son mucho más sencillas: el presidente del país al que le toca inaugurar un mundial está invitado a ese juego, y el presidente de ese país suele ir siempre a ese tipo de eventos. Un mundial es un evento deportivo pero también muy político y donde se mueven enormes intereses económicos. Por eso junto a los jugadores y técnicos se mueven tantos directivos, empresarios y políticos. Y por eso debía ir el presidente, el mensaje de no hacerlo hubiera sido lamentable: ¿tan mal están las cosas en México que su presidente no puede ir siquiera a una evento mundial de esa magnitud durante tres días?.

Lo que debería imponernos mucho más es la magnitud del negocio del mundial, un negocio de miles de millones de dólares, donde juegan el poder, la política y por supuesto la corrupción. Y Sudáfrica no es la excepción, más bien al contrario. Desde aquel mundial de Argentina en 1978 en muy pocas ocasiones esos componentes habían estado tan presentes en una justa mundialista como ahora.
Sudáfrica recibió el mundial porque fue el pago del voto de las naciones africanas que permitieron la reelección de Joseph Blatter al frente de la FIFA. Nadie sabe si Sudáfrica está o no en condiciones de organizar una competencia de esta magnitud, por lo pronto, los problemas de seguridad y comunicaciones parecen ser muy delicados, pero la deuda política ha sido saldada.

Pero ¿qué es lo que está en juego?. La FIFA invierte en el mundial unos mil millones de dólares, pero antes de comenzar la competencia sus utilidades ya han superado esa cifra. Por derechos de transmisión ya han ingresado a la FIFA más de 600 millones de dólares. Y lo que han invertido los patrocinadores supera con mucho esa cifra. Por otra parte, el gobierno de Sudáfrica planeaba gastar unos mil 200 millones de dólares cuando aceptó la organización del mundial. Pero el proceso ha sido un caos y, oficialmente se reconoce que han gastado más de cinco mil millones de dólares, cinco veces más de lo estimado originalmente, en buena medida por la corrupción y también por conflictos sindicales que estuvieron a punto de llevar el mundial a otra parte. Mientras Sudáfrica quintuplicó sus gastos, la FIFA estima que ella, finalmente, se quedará con unos tres mil millones de dólares de utilidades. Y cuando hay tanto dinero en juego la sombra de la corrupción siempre está presente. Por ejemplo ¿qué implicaría para un país tan desigual y pobre como Sudáfrica, que gastó cinco veces más de los estimado en organizar el mundial, quedar eliminada en la primera fase del torneo?

Porque además están las apuestas. Los escándalos por los apuestas han puesto en jaque al fútbol mundial en los últimos años. En Europa se acaba de descubrir un fraude de enormes proporciones con las apuestas en el futbol que involucra a árbitros, jugadores, equipos, directivos y técnicos. No se le dio mucha difusión. A finales del año pasado, la fiscalía de Bochum en Alemania dio a conocer que cerca de 200 partidos, entre ellos 12 de la Liga Europea y tres de la Liga de Campeones, habían sido manipulados por parte de mafias de apostadores.

Las investigaciones permitieron la detención de 15 personas en Alemania, dos en Suiza y la apertura de 50 procesos en esos dos países, Austria y Reino Unido. Los partidos bajo sospecha pertenecen también a las primeras divisiones de Austria, Bosnia, Hungría, Eslovenia, Croacia y Turquía, así como las segundas categorías de Alemania, Suiza y Bélgica. Las apuestas fueron realizadas sobre todo por apostadores chinos, que dirigían la red, los presuntos operadores son alemanes y sobornaron a jugadores, árbitros y dirigentes de alto rango de las ligas europeas, hasta médicos y entrenadores para manipular el resultado de los partidos. Todo un negocio trasnacional perfectamente configurado. Y no pasó nada, por lo menos públicamente. El mundial se juega con balones pero sobre todo con dinero.

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